José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Identidades. 23 de abril


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Hay identidades que se resaltan con fuerza e insistencia en el 23 de abril. En España esta fecha es seña de identidad de Castilla y Leon (Villalar y los comuneros) en Barcelona (San Jorge con la rosa y el libro en las manos) y en Aragón (Patrón del Reino).



También es el ‘Día Internacional del Libro’. Pues tal día en 1616 murieron Cervantes y Shakespeare. Y el Inca Garcilaso de la Vega, cuya vida y obra fueron el reflejo de una época colonial en la que convivieron dos culturas radicalmente distintas sin poder sentirse identificado con una de las dos por ser mestizo.

Y en homenaje a esa riqueza expresada de lo diverso de los tres y sus raíces ofrezco un microrrelato. Melancólico. Con la imposibilidad de olvidar las señas de identidad que se pegan a la espalda como una mochila de caminante, o vuelan y sueñan con los latidos presentes y futuros en sus corazones andantes.

Un cuento mexicano

Un cuento muy corto cuyo autor es el escritor mejicano Luis Felipe G. Lomelí.

Título: ‘El emigrante’

Texto completo: “-¿Olvida usted algo? – Ojalá”.

Ya veis: no puede olvidar lo que le constituye.

La identidad del migrante está forjada a través de duras experiencias que van moldeando su personalidad a golpe de educación y cultura, integraciones, voces, raíces, gestos, etc. Y también de desprecios e ignorancia. Mantenidos y/o recibidos, adquiridos y/o descubiertos. La inmigración se convierte así en un duro itinerario que nunca se olvida. No solo un viaje exterior, sino un difícil itinerario interior. Y todo se lleva pegado al alma.

Muchos consiguen metas. Pero otros muchos mueren en el intento con sus ricas identidades, luchadoras, heroicas o sencillas. Los de la “santidad primordial”, que diría Jon Sobrino. “De cárceles y campos de refugiados nos llegan relatos de increíble miseria y crueldad que hacen presente el enigma de la iniquidad. Y, simultáneamente, se hace presente el anhelo y la voluntad de vivir –y convivir– en medio de estos grandes sufrimientos, con resistencia y fortaleza. Aquí hace su aparición la dignidad de las víctimas y la solidaridad entre ellas”. A esto “hemos llamado santidad primordial”.

Muchos lo pierden todo. Incluso su nombre. Aquel que en su familia les dieron para decirles que eran “alguien”, no “algo”. Innominados, sin identidad. Nadie ha podido averiguarla. Migrantes, refugiados o víctimas de tragedias producidas por el cambio climático… ¡que más da!

En el cementerio de Tarifa

Recuerdo la oportunidad de visitar en el cementerio de Tarifa varias veces esa porción de tierra andaluza donde reposan los cadáveres de migrantes que algunos buscan y pocos encuentran. Sin nombre en las lápidas. Sin nadie que reclame sus cuerpos. Las lágrimas de sus seres queridos, quién sabe dónde, son a la vez llanto por la ausencia y oración para que sigan vivos.

Porque muchos no saben adónde ir a llorar. Piden muchas veces unas señas de identidad que les rescataran del anonimato. Muertos sin palabras. Sin literatura. Muertos sin nombre. Esos nombres que las palabras y la letras desvelan.

He visto imágenes de migrantes borrando –¡con fuego!– sus huellas digitales para poder evadir la persecución digital. Y el archivo accesible a la policía impide a veces pedir asilo político en otro país.

Borrarse las huellas digitales es, de alguna manera, borrar su señas de identidad. El dispositivo es mínimo y violento: quemarse las huellas digitales, pero es también la invención de un arma para luchar. Los sistemas de seguridad existen. Pero los migrantes encuentran modos de traspasarlas, como si fueran pájaros que sobrevuelan las fronteras, llevados por el viento.

Inmigrantes del buque Aquarius a su llegada al puerto de Valencia

El migrante tendrá seguramente que recorrer un largo trayecto hasta sentirse integrado. Hasta sentir que la propia identidad también forma parte de alguna manera de la sociedad en la que vive. Y, mientras tanto, se vivirá muchas veces como fuera de lugar pues lo natural –oirá decir con frecuencia en su nuevo entorno social– es permanecer donde uno ha nacido, el lugar de la indubitable pertenencia. En esta situación, ¿cómo puede el migrante irse forjando una nueva identidad que ya no puede ser nunca más la del lugar de procedencia y todavía no es la del lugar de nuevo asiento? ¿No serán las identidades mestizas, las identidades transnacionales, las que dominarán en nuestras sociedades en un próximo futuro? Releamos algo al respecto en el discurso de Amin Maalouf al recibir el premio Princesa de Asturias de 2010 :La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo. La que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad”.

La literatura, la escritura, las letras nacidas del alma que se prolonga y expresa a través los dedos que no borran sus huellas son herramientas imprescindibles y bellas (necesarias como el pan de cada día) para trasmitir conocimiento, experiencia, ardor y alma. Y que descubre la identidad a veces innominada pero indestructible también la de los migrantes con identidades forjadas a base de lucha y esperanza, sin poder olvidar ni sus raíces ni sus sueños que vagan errantes por todos los caminos del mundo, fugitivos de una vida imposible mezclando sangre y belleza de todos los continentes.

Movidos por el instinto de vida y las ansias de libertad por tierra y mar. La que recordaba Rafael Cadenas con palabras de D. Quijote, reciente Premio Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron a los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a un hombre”.

23 de abril. Día de las letras. Día de la libertad. Y de la diversidad mestiza también.