El Vicario de Roma, un prelado al que no hay que perder de vista


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Los momentos cumbre del ritmo vaticano se revelan en múltiples niveles y ciertamente, la publicación de un documento papal es uno de ellos. A menudo, no es solo lo que ese documento pueda enseñarnos, sino también quién ha ayudado al Papa a decirlo y presentarlo al mundo. En ese sentido, el lunes 9 de abril fue muy instructivo sin duda, pues presentó al arzobispo italiano de 64 años Angelo De Donatis, el vicario de Roma, como una incipiente estrella en la galaxia personal del Papa.

Para un experto observador, lo primero que fue sorprendente en la rueda de prensa para presentar ‘Gaudete et exsultate’ –la nueva exhortación apostólica sobre la santidad– fue la ausencia de representantes del Vaticano en la mesa. Los encargados de la presentación, además de De Donatis, fueron Paola Bignardi, presidenta del movimiento laico Acción Católica y Gianni Valente, un periodista muy conocido y amigo personal del Papa.

En el pasado, habría sido impensable que un documento papal importante fuera publicado sin que nadie de la Congregación para la Doctrina de la Fe estuviera presente, como el cardenal-prefecto, para aportar el contexto teológico. Y generalmente, el jefe del departamento que hubiera ayudado al Papa a darle forma también habría estado allí.

“Después de todo, es el Vicario”

Incluso en la era Francisco, por lo menos esa segunda costumbre se habría mantenido. Cuando se presentó ‘Evangelii gaudium’, en noviembre de 2013, el arzobispo Rino Fisichella, Claudio Celli y Lorenzo Baldisseri, todos tuvieron su parte del pastel en la rueda de prensa. Cuando se presentó ‘Amoris laetitia’ en 2016, aunque el peso lo llevara el cardenal de Viena, Christoph Schönborn, por lo menos Baldisseri estaba a mano.

Francisco, no obstante, tiene una bien demostrada tendencia a trabajar en el día a día de los departamentos vaticanos y a ocuparse de ellos, y la rueda de prensa del lunes fue una prueba de ello. En lugar de un peso-pesado vaticano, ahí estaba De Donatis. Cuando se le preguntó –a bocajarro– la razón de su presencia, De Donatis sonrió y reconoció que “había sido una sorpresa” para él también cuando Francisco le llamó. El portavoz del Vaticano, Greg Burke, despachó la pregunta diciendo: “Después de todo, es el vicario de su santidad”.

Francamente, no es que los dicasterios importantes fueran apartados en la preparación de la exhortación. El arzobispo Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe revisó los borradores, y el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, ayudó a preparar la presentación del lunes.

Francisco y De Donatis

Dicho esto, debería haber quedado claro ya que a Francisco le gusta lo que ve en De Donatis, a quien conoció al principio de su papado durante un almuerzo con diez reconocidos sacerdotes romanos, preparado por el arzobispo Angelo Becciu, el “sustituto” o número dos de la Secretaría de Estado. Nacido en 1954, De Donatis es realmente nativo de la provincia sureña de Lecce, y su familia proviene de una ciudad llamada Casarano. En 1983, no obstante, De Donatis se incardinó en la diócesis de Roma donde empezó a trabajar como archivero en la oficina de la secretaría del Colegio cardenalicio.

En 1990, fue nombrado director de la oficina del Clero en la Vicaría de Roma, la estructura que gestiona la diócesis de Roma en nombre del Papa. También fue el director espiritual del Pontificio Seminario Mayor de Roma, donde se ganó una gran reputación de hábil formador de los futuros clérigos.

Su punto de inflexión llegó en 2014, tras aquel almuerzo con el Pontífice, cuando Francisco le invitó a dirigir el retiro de cuaresma anual de la curia romana en Ariccia, bajo el lema ‘Purificación de los corazones’. “Tal vez en esa ocasión, nació un profundo compartir (de visión)”, dijo De Donatis el lunes al referirse a esta experiencia.

Francisco estaba impresionado por lo que escuchó, incluyendo el énfasis de De Donatis en la necesidad de eliminar “falsas imágenes de Dios” del corazón, para abrazar un camino auténticamente espiritual –una idea que, por supuesto, figura de manera fundamental en ‘Gaudete et exsultate’.

“El vicario de Roma puede ser muy importante”

De ese punto en adelante, el ascenso de De Donatis ha sido veloz. Francisco lo nombró obispo auxiliar de Roma en septiembre de 2015 con una responsabilidad especial para la formación del clero, una posición que fue creada especialmente para él. En junio de 2016, el Pontífice le pidió que dirigiera las reflexiones para un ‘Jubileo de sacerdotes’ especial celebrado ese año.

También tiene una excelente relación con los jóvenes. De Donatis solía dirigir una vigilia de oración en la basílica de San Marcos de Roma, convocando entre 300 y 400 jóvenes cada vez, muchos de los cuales llevaban sus propias sillas.

Una lectura atenta de los escritos de De Donatis revela un eco de los temas de Francisco. En un ensayo sobre la misericordia de 2016, por ejemplo, escribió: “Ciertas visiones triunfalistas de la Iglesia y de Dios deben dar paso al valor (de una opción) a favor de la fragilidad y la humildad”. En mayo de 2017, Francisco volvió a mostrar su favor, nombrándole sucesor del cardenal Vallini, como vicario general de Roma.

(Con otro papa, el hecho de que no haya sido nombrado cardenal hubiera sido casi una ofensa, ya que desde hace casi 500 años el vicario de Roma ha sido un príncipe de la Iglesia. Dado la relación de amor/odio de Francisco con los honores eclesiales, el hecho de que no le haya dado el capelo púrpura, puede muy bien ser un signo de aprecio.)

Aunque depende bastante del ocupante, el papel de vicario de Roma puede ser muy importante. Cuando lo ostentó el legendario cardenal Camillo Ruini, en los años de Juan Pablo II, el vicario era una pieza clave de la estrategia papal, y Ruini dominó la escena eclesiástica italiana durante una generación.

Muchos italianos se preguntan si en De Donatis, el Papa ha encontrado a su Ruini y aunque puede parecer que las comparaciones son odiosas, la mera pregunta implica que este es un prelado al que no hay que quitarle el ojo de encima.