Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

El dios de los periódicos


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Después de una experiencia desbordante, el filósofo francés Pascal escribió unas líneas que guardó consigo y que fueron encontradas cosidas a su ropa. Una costumbre que también practica la comunidad judía, pero solo para lo radicalmente importante y que no puede ser olvidado. En esas líneas, que han dado mucho que pensar, expresó lo siguiente: “Dieu d’Abraham, Dieu d’Isaac, Dieu de Jacob, non des philosophes et savants.” A mí siempre me pareció una paráfrasis del “Dios de vivos y no de muertos” que aparece en sinópticos y que Juan densifica y personaliza en el Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” o, sin más: “Yo soy la vida”.



La experiencia mística suele comprenderse como una suerte de inmenso privilegio de unos pocos, muy al final de la vida, extremadamente alejada de todo lo demás. Sin embargo, Juan Martín Velasco o, más recientemente, Steinbock nos ayudan a comprender el íntimo vínculo que hay en ciertos acontecimientos entre el Dios que se da y el mundo en el que vivimos. Lo místico tiene mucho que ver con una vivencia en medio, ciertamente tensada hacia lo infinito, pero que no olvida para nada lo que ocurre en el mundo o el mundo mismo.

¿Dios por dónde anda?

Los periódicos, los informativos, las noticias no suelen hablar de Dios. Si aparece suele ser a colación de otros asuntos. En cierto modo podemos pensar que no hay noticias sobre Él, que en Él por tanto no hay novedad. Solo ocurren cosas en el mundo. Si acaso, algo sobre religión, sobre la Iglesia, sobre tal o cual persona, pero ¿Dios por dónde anda?

Esta pregunta, sin embargo, es probable que más de uno se la pueda hacer abriendo los ojos al mundo o escuchando lo que en él sucede. Lo que llega es demoledor, desolador, desesperanzador. Golpe tras golpe sobre la humanidad y su dignidad, la creación y su belleza. Las relaciones entre las personas –cercanas y lejanas– resulta una suerte de descomposición y continuo enfrentamiento, que no da lugar para consideraciones mucho más allá de luchar por sobrevivir, por imponerse o perecer. ¿Por qué Dios no aparece nada? ¿No sería la noticia más extraordinaria que se pudiera dar?

Y, sin embargo, frente al cálculo grueso de la comprensión del mundo que se ofrece, no ya en macrorrelatos sino en microhistorias continuamente cambiantes, el creyente cristiano sigue abriendo el periódico y buscando también allí a Dios. No cualquier dios, sino al Dios de Jesucristo, al Espíritu de Dios que sopla y sostiene. No al dios de los periódicos, sino al de la realidad, al de la humanidad y la esperanza. ¿No necesitáis también vosotros, en cierto modo, palabras que nos salven, que nos reconcilien, que nos amplíen el corazón?

Pienso, sinceramente, que es en la palabra viva del diálogo donde Dios se nos muestra y notamos su proximidad, en la cercanía con el otro. Los periódicos pueden darnos que pensar, pero que sigamos hablando con libertad, con honestidad, con verdad es un auténtico milagro. La Palabra sigue siendo ahí Buena Noticia.