Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Diario del coronavirus 28: ya nos ha tocado


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Ya nos ha tocado también directamente el coronavirus. Montse es mi hermana. Nos llevamos más de un año, pero somos mellizos. Ese sentimiento de ser mellizos o gemelos lo entenderán todos los que tienen hermanos muy próximos en edad, con los que han compartido la vida muy intensamente y se sienten íntimamente unidos. Este lunes nos anunció que tiene coronavirus. Estaba cantado. Es enfermera en un hospital en Inglaterra. Desde el comienzo hemos tenido miedo por ella.



Está con fiebre de 39 grados que aún se logra bajar con paracetamol, tos persistente, saturación de oxígeno 95%. Baja pero no muy mal. Aún conserva buen ánimo. Mi hermana es una persona muy fuerte, nunca se pone enferma. Mi hermana y Diego, viven desde hace más de veinte años, con sus dos hijos, en Brighton, la más bonita ciudad del Sur de Inglaterra. Mi otro hermano Fran y su familia también viven cerca.

Si quiere hacerse la prueba del Covid-19, la obligan a viajar hasta Londres (Gatwick) por sus propios medios, no hacen pruebas en una ciudad de 300.000 habitantes como Brighton o sus alrededores. En la ciudad (Brighton & Hove), el 13% tienen más de 65 años y el 2% más de 80. El 92% de los mayores son británicos blancos. Ir a Gatwick significa que tiene que viajar hora y media con 39 grados de fiebre y su marido conducir a su lado en un coche con las ventanas cerradas. Los niños se tienen que quedar solos en casa. Es un buen modo de que la gente no se haga pruebas y que parezca que en Inglaterra no pasa casi nada.

Mis dos hermanos y sus parejas han seguido trabajando durante la cuarentena. Esos cuatro españoles en Inglaterra están en servicios esenciales. Ellas dos trabajan en hospitales y ellos en centros con personas con altas discapacidades. Viven sirviendo a los demás, cuidándoles en lo más esencial.

Los enfermeros, extranjeros

Montse es enfermera. Tras muchos años trabajando para la Seguridad Social británica como cuidadora de personas con altas discapacidades físicas o mentales, decidió incorporarse a la promoción interna que demandaba enfermeras. Su carrera se la pagó el Sistema Nacional de Salud (NHS) británico, en su política de formar personal sanitario para poder atender sus servicios públicos. Uno de cada cinco enfermeros en Reino Unido es de origen extranjero. El 8% del total de enfermeros son de la Unión Europea. Son de la Unión Europea también el 10% de los médicos.

Aquellos a los que el Brexit ha querido descartar, son ahora la piedra angular de los cuidados de centenares de británicos a los que tratan de salvar la vida. El Brexit no es solo un movimiento para separarse de Europa, sino, sobre todo, un movimiento xenofobo que busca romper una sociedad tan cosmopolita como la británica.

Eso ocurre también en España. Esos inmigrantes respecto a los cuales ya hay al menos un partido que quiere levantar una ola de xenofobia, están ahora cuidando a nuestros mayores, personas dependientes, son quienes sostienen nuestras residencias. ¿Qué porcentaje de los empleados y auxiliares de residencias de mayores son de origen extranjero? ¿Todos o el 90%?

Pienso en Elsa, por ejemplo, la persona de origen ecuatoriano que cuida a mi suegra Paloma desde hace un tiempo. Desde el inicio de la cuarentena se ha negado a separarse de mi suegra, que tiene una salud delicada. Según la ley, podía desplazarse cada día o, al menos, ir a su domicilio cuando quisiera. Sin embargo, ha decidido confinarse absolutamente en casa y no visitar a su familia durante el tiempo que dure esta cuarentena para que no haya un posible contagio a mi suegra. ¿Cuántas personas que han inmigrado a nuestro país están sosteniendo las vidas de nuestros mayores? En un momento en que los halcones de Europa –y algunos en España– han transmitido un mensaje tan brutal contra las personas mayores, son los inmigrantes quienes están cuidándoles más. He aquí una lección de vida que debería hacer cambiar nuestra mentalidad y apagar esas llamas de xenofobia que habían comenzado a prenderse.

Realmente mis hermanos no son emigrantes. ¿Cuánto tiempo se es inmigrante en un país? ¿Basta con llevar 20 años residiendo, trabajando, creando familia, identificado con el país, cuidando a su gente, creando pueblo para dejar de serlo? Entonces no lo son. Apenas puede decirse que sean extranjeros, aunque eso depende del grado de nacionalismo y supremacismo de quien hable. Sus hijos son de nacionalidad británica, claro.

El progresivo debilitamiento del Sistema Nacional de Salud británico es conocido, comenzando por su infrafinanciación si se compara con países semejantes. En un estudio de 2018 del King’s Fund –un centro de altos expertos sobre Salud Pública, fundado por el Parlamento en 1897–, la situación de Reino Unido respecto a otros 20 países similares deja mucho que desear. Es el tercer país con menos médicos por habitantes (2,8 por mil), la sexta peor número de enfermeras (7,9 por mil habitantes) y la cuarta peor posición por su baja proporción de camas hospitalarias (2,6 por mil, un tercio de las que tiene Alemania). Recientemente el gobierno británico ha declarado que la NHS es su joya de la corona.

Trabajar en precario

A la pandemia de coronavirus –que fue originada por intervención humana sobre la fauna– se le da forma socialmente: haber debilitado estructuralmente el sistema de Salud Pública hace que haya más enfermos y pérdidas, y eso es responsabilidad de las elites y políticos que han decidido hacerlo, pero también de los votantes y de la sociedad que no nos hemos movilizado para defender el bien común como una prioridad absoluta.

Mi hermana está en medicina interna en el hospital principal de Brighton. Son un equipo de 30 profesionales sanitarios. Montse venía diciendo que desde enero las muertes de mayores por neumonías eran exageradas en su hospital. Llegaban y caían fulminados sin que apenas se pudiera hacer nada. Sospecha que el coronavirus ya estaba golpeando la salud de los mayores. La represión china para que los médicos no hicieran público que había una epidemia con un nuevo virus (llevó a la muerte del doctor Li Wenliang y el encarcelamiento de decenas de personas por decirlo al mundo) y la negligencia de nuestros gobiernos para prevenirnos, dio como resultado que no se supiera que ya estaba pasando.

El trabajo en el hospital ha sido precario y extenuante desde el comienzo de la pandemia. El personal del equipo es escaso. La autoridad sanitaria tomó la decisión de que esas 30 personas cargaran con toda la lucha contar el coronavirus. Sellaron todo el resto de plantas del hospital y dedicaron exclusivamente a ese personal, que ya era escaso en el funcionamiento normal del hospital. La protección fue muy poco desde el inicio. Se entraba en salas donde había una decena de pacientes con coronavirus tosiendo y esparciendo virus por todo el espacio. La autoridad no quiso distribuir gafas protectoras pese a que fueron pedidas. Se les dotó de mascarillas de papel y de un mandilón de plástico, similar a uno de los que se usan en la cocina. El desprecio del peligro que se corría fue casi absoluto. Funcionaban como si fuera un virus que solo afecta a chinos y viejos. Pero el 31 de marzo falleció por coronavirus un adolescente (Ismail Abdulwahab) de 13 años en Bixton –al Sur de Londres– y el 4 de abril un niño de 5 años.

Las estadísticas del Covid-19

Los enfermeros, médicos y auxiliares han sido enviados a las salas de coronavirus como corderos al matadero. No es extraño que se haya denunciado (en la BBC el 4 de abril, por ejemplo) el alto índice de contagios entre enfermeras en el Sur de Inglaterra. La autoridad sanitaria ha dicho que es inevitable que enfermeras enfermen y mueran. Lo es, pero es más o menos inevitable, no es natural, sino que está siendo políticamente moldeada. Muchas se pueden evitar.

Mi hermana está ahora contagiada con coronavirus no solo por la ignorada peligrosidad del virus, sino por la irresponsabilidad y la intención determinada de debilitamiento del Sistema de Salud Pública en Inglaterra. Muchos sentirán lo mismo en nuestro país y en otros países.

A partir del contagio de mi hermana el lunes, todas las medidas van dirigidas a entorpecer que ella pueda formar parte de las estadísticas de contagiados por coronavirus. La deleznable política de ocultamiento de datos para protegerse los políticos o por la ineficiencia del sistema de recogida de datos tan básicos, hace que mi hermana esté desaparecida para la crisis de pandemia. Y eso que trabaja en un hospital y tiene amigos médicos que la aconsejan.

Las políticas del bien común

Tenemos que hacer que todo lo relativo a las políticas del bien común sean algo personal. Cuando hablamos de la situación del mundo, de la pobreza, del bienestar, de la cultura política y de la economía, sea algo en lo que se nos va el corazón. No porque pensemos solo emocionalmente, sino porque es algo donde nos va la vida, porque les va la vida a muchos, porque todos nos jugamos cosas muy esenciales.

Estoy esperanzado, mi hermana es muy fuerte, pero también muy preocupado. Me da rabia por muchos motivos, pero especialmente porque Montse, Fran y sus parejas se han pasado veinte años sirviendo a los más vulnerables y enfermos de Inglaterra; porque han entregado su vida allí y lo han hecho con amor y profesionalidad. Han fundado sus familias allí y cuando vamos a Inglaterra nos lo hacen sentir como un lugar que también es ya suyo y nuestro. Me da rabia porque el pueblo inglés es una de las sociedades civiles más potentes del planeta y nos han defendido a todos contra Napoleón, Hitler y Stalin. Me da rabia porque ahora que necesitábamos estar más unidos que nunca, se han ido de nuestra Unión. Quizás si hubieran permanecido, en estos momentos tendrían todavía mayores razones para irse, dada la insolidaridad e ineficacia europea. Siento a mi hermana y siento el mundo en ella. Pendientes de un hilo, pero sabiendo que el vínculo con Dios y que nos une en Dios es irrompible. Como rezaba el padre Mapple en su sermón a los balleneros de Moby Dick: salva mi cuerpo, pero sobre todo salva mi alma.

Debemos un tributo a todos los españoles que están en primera línea contra la pandemia en tantos países del mundo, especialmente los más pobres. Y debemos un enorme tributo especial a tantas personas de origen internacional –especialmente los inmigrantes de países del Sur– que en nuestro país están dedicando lo mejor de ellos a nuestros mayores, discapacitados y enfermos, para salvarles la vida, para cuidarles el cuerpo, para amarles con alma.

Anoche se me ha roto el sueño muchas veces. No lograba conciliar el sueño. Ya sabemos que los hermanos tan unidos son como gemelos, lo que le ocurre a uno repercute en el otro, vivimos con los corazones sincronizados. Me pongo los auriculares y escucho viejos programas del doctor Félix Rodríguez de la Fuente. Es una voz paternal que nos calma y da confianza, nos une como manada. Me hace revivir tantos años en que Montse y yo disfrutamos juntos de niños, viendo sentados en el sillón ‘El Hombre y la Tierra’.