José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Debíamos estar agradecidos


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En muchas diócesis del mundo -quizá en todas- no falta un curita que desentona, por sus posicionamientos sociales, muy cercanos a lo que todavía llamamos “la izquierda”.



Ya porque apoye causas feministas y esté a favor del matrimonio entre personas homosexuales, ya porque critique a los empresarios voraces y a los banqueros especuladores, siempre enarbola la bandera de la justicia social, conoce y cita con precisión los documentos de la Iglesia al respecto, y se le ve con frecuencia en manifestaciones callejeras apoyando las consignas de grupos opositores al status quo.

Ello les acarrea a estos presbíteros, por una parte, la simpatía de militantes y participantes en esas protestas: lo sienten uno de ellos y, atención, también a la Iglesia que se hace presente en quien viste alba litúrgica o camisa clerical.

Pero, por otra, sus hermanos clérigos tienden no sólo a rechazarlos, sino a denostarlos, acusándolos de protagonismo, de incongruencia -pues les conocen secretos inconfesables-, y de ser candiles de la calle y oscuridad de su casa.

Se niegan estos detractores a reconocer que el padrecito criticado llena un vacío que ellos mismos abrieron, ocupa un espacio en donde deberían participar también ellos. Quizá ahí está la causa del enfado.

A últimas fechas, la preocupación por el medio ambiente ha estado de manera constante en la agenda de esas agrupaciones, al punto de que el obispo de Córdoba, España, acaba de declarar que: “… el cuidado de la casa común, es decir, la ecología, no debe ser propiedad de una ideología, a los que llamamos ‘verdes’, y que constituyen partidos políticos de izquierda radical para hacer oír su voz en los parlamentos…”.

Trabajadores gubernamentales limpian el Lago de Maracaibo, hoy, en Maracaibo (Venezuela). EFE/ Henry Chirinos

Tiene razón el prelado. Esa inquietud debe ser propia de cualquier persona, y más si se dice seguidor de Jesucristo Nuestro Señor, tal y como el papa Francisco lo ha indicado en la Laudato si’ y, de seguro, lo hará de nuevo en la segunda parte de esa encíclica, que tendremos lista el próximo cuatro de octubre.

Pero: ¿no se percibe en las palabras episcopales una suerte de molestia contra esos grupos de “izquierda radical”, que la habrían ganado a la Iglesia Católica el primer plano en los llamados al cuidado de la creación?

No sería la primera vez. Cuenta la historia que León XIII, al publicar la Rerum Novarum en 1891 -documento en el que apoyaba los derechos laborales de los obreros y la creación de sus sindicatos-, expresó a sus cercanos que la Iglesia Católica estaba perdiendo a los trabajadores, en la dinámica propia de la revolución industrial y el avance del socialismo en Europa: había que pronunciarse al respecto, aparecer en la foto de las sociedades democráticas modernas.

Lo mismo pasará después con el tema de las mujeres, de la ciencia, del deporte, de la bioética, etc., rubros en los que siempre llegan tarde los documentos pontificios.

Sugiero que, en vez de molestarnos por estos gritos de la sociedad en reclamos que también nos competen, aceptemos tales interpelaciones. Deberíamos estar agradecidos.

Pro-vocación

¿A qué va Francisco de Roma a Mongolia, en donde sólo hay unos 1,400 bautizados? Acostumbrados desde Juan Pablo II a visitas papales multitudinarias, la que acaba de estar realizando el papa Francisco al país de Gengis Khan contrasta porque se reunió con 500 personas. Tiene mucho sentido el viaje, si lo vemos desde la óptica del misionero que va hasta los sitios más recónditos a compartir su experiencia de Dios.