Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Debe un responsable de comunicación de la Iglesia posicionarse públicamente sobre política?


Compartir

El caso

Hace unos días The Washington Post –seguramente el diario más ‘crítico’ (incluso a veces rozando lo anticlerical) de los periódicos estadounidenses– recogía en sus páginas algunos de los tweets a favor de algunas políticas de Trump de una de las trabajadoras de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos. Titulaba el rotativo que “la portavoz de los obispos católicos de Estados Unidos agita las críticas entre los católicos con sus tweets pro-Trump”. Esta portavoz a la que se refiere es Judy Keane que en su propio perfil en la red social del pajarillo azul se define como “directora de Relaciones Pública de la Conferencia Episcopal Católica de los EE.UU.”, añadiendo –seguramente de forma muy consciente– “las expresiones expresas son mías”.

Para el Post destaca una alabanza de la política de empleo de Trump que ha obtenido: “La tasa de desempleo más baja jamás vista, una economía increíblemente robusta bajo el liderazgo de presidente Trump, ¿es eso también falso? Los hechos son cosas obstinadas más allá de un error tipográfico”, a la que adjuntó una lista de libros del presidente. Todo ella era una respuesta a un presentador de la CNN, cuya repercusión acabó haciendo que la propia Keane tuviese que activar la privacidad de sus cuenta, siendo ahora solo visible para los seguidores por ella aprobados.

El periódico local de la capital estadounidense repasa los filias y fobias de la trabajadora de la Conferencia Episcopal a través de sus “Me gusta” y sus retweets. Saliendo al paso de la polémica, James Rogers, director de comunicación de la entidad episcopal, tuvo que señalar que Judy Keane no es un obispo y que estos son quienes “establecen las posiciones ante la política federal de la Conferencia”. “La Conferencia no es partidista y no respalda a los candidatos políticos. Nos lo tomamos muy en serio”, aclaró. Aunque,. Lo cierto es que a Keane no se le ha visto esta semana por su puesto de trabajo porque “está de permiso”.

Y es que la directora de Relaciones no es una desconocida, en su Arizona natal llevó la gerencia y las relaciones con los medios en la Universidad Estatal de Arizona, el sistema de salud pública del estado o en la prestigiosa Clínica Mayo de Arizona. Un curriculum poderoso pero que contrasta, para algunos colegas de los medios religiosos estadounidenses, con una actitud poco cristiana ante asuntos como la acogida de migrantes o la condescendencia ante algunos calificativos poco afortunados hacia la oposición. Eso sí, muchos otros son los que esperan que los obispos de la primera potencia se “machen más las manos” aplicando el mensaje político del papa Francisco. O simplemente, como decía una malévolo comentario en Twitter, Keane busca un nuevo empleo más cerca de la Casa Blanca.

La teoría

Al igual que la mitra no es una escusa para dejar de lado la inteligencia y la conciencia crítica, pasar a formar parte de la Conferencia Episcopal –como trabajador y, más aún, en un puesto directivo– no es de por sí una limitación en el propio pensamiento y análisis de la realidad. Todo tiene su sus riesgos.

Las teorías de sobre los portavoces que esbozan los expertos en la comunicación institucional parecen tener más o menos claro que la opinión personal no debe mezclarse nunca con la de un portavoz que está realizando su función. Y, como la clave es la percepción del público, esta derivada puede llevar a muchas formas de pronunciamiento. Vasta mirar las redes sociales de las principales expresas o instituciones, son un ejercicio continuo de toma de postura, de portavocía a fin de cuentas.

¿Y cuando se trata de la Iglesia? ¿Quiénes son os portavoces de la Iglesia? ¿Los obispos cuando pronuncian una homilía o escriben una carta pastoral? ¿Los sacerdotes cuando imparten doctrina en la catequesis o en las celebraciones? ¿Los expertos, ya sea en Teología o en la atención social? ¿Cualquier bautizado que se presenta como católico al que le ponen el micro por participar en una procesión o en una JMJ? Si ni siquiera el portavoz de los obispos representa la opinión de todos los obispos, ¿por qué ha de ser así en determinadas cuestiones relacionadas con la fe y las costumbres?

Vacíos teóricos que la literatura de sobre la portavocía apenas llega a insinuar ante la complejidad de llegar a todas las comprensiones de la gente. Entrar en la Iglesia no implica dejar de lado el compromiso político, hay ejemplos de ello, lo que es incuestionable es que el compromiso político –para un creyente– implica no dejar de lado el evangelio –sobre todo, cuando este es incómodo–. Para esto también sirve la cita de san Agustín que tantas veces se emplea: “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”.