José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

De barbies, madres sinodales y cardenales


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JUEVES

Cine de verano. ‘Barbie’. No acudía con demasiadas expectativas. Algo más que risas y estereotipos. Diálogo entre una humana y su muñeca que cobra vida. “La vida es un cambio constante”. “Eso es aterrador”. Podría ser la conversación entre una madre sinodal y un cardenal teutónico.



Barbie

VIERNES

Medianoche. Concurso de fuegos artificiales. Castillos al son de la música. Hacía tiempo que no me quedaba boquiabierto. Literalmente. Me preocupa. Porque es signo de ausencia de la capacidad de dejarse sorprender. Quizá por cotidianizar lo espectacular para no alterarse ante nada ni ante nadie. O por una rutina que no deja hueco a lo diferente. Sea cual sea el motivo, bienvenido sea el asombro. Ante lo que ilumina la oscuridad, ya sea con destellos fugaces externos o con el ronroneo que desinstala en el interior.

DOMINGO

Fin del recuento electoral. Los sondeos no dan una. Ninguno. Aproximaciones, las justas. Disparidad entre lo que se dice de boquilla, lo que interpreta el que cocina la encuesta y lo que de verdad sucede. Reconstrucción ficticia de lo que puede suceder frente a lo que realmente se vota y se quiere. Hay que hacérselo mirar. Y no solo los responsables de los estudios demoscópicos. Cada uno, con sus contradicciones entre lo que se dice, se piensa y se vive.

LUNES

Alicia es trabajadora social. En diálogo con ella, pone nombre a algo a lo que siempre he dado vueltas. Las creencias limitantes. Ideas que consideramos como ciertas, sin que necesariamente lo sean, pero que condicionan cualquier acto o palabra. Que nos bloquean. Y con las que bloqueamos a los otros. Que no es poco.

MARTES

Fiesta de Santiago. Me imagino yo a la madre de los dos discípulos como a las que se quejan de que a sus hijos les han puesto en tercera fila en el concierto de villancicos de la clase. Con lo bien que cantan ellos y lo que les luce el uniforme nuevo del colegio… Es tan humano como la queja del resto de apóstoles por una familia que le echa cara. En el fondo, ellos también quieren la primera fila. El ‘front row’ se busca hasta que uno desafina en una Canción Misionera sabiendo que no hay manera de disimularlo. Desde entonces, mejor en un lateral y, si puede ser, fuera de foco. Es la mejor manera de servir y no servirse.

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