José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Daniel Ortega no solo malagradecido…


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Cuenta la leyenda que un colaborador le transmitió a cierto expresidente mexicano el siguiente reporte: “¡Señor! ¿Sabe que el gobernador tal lo ha estado criticando cada vez que puede?”, a lo que el entonces primer mandatario respondió: “Qué raro. Nunca le he hecho un favor”.



La anécdota habla por sí sola: ilustra la malhadada costumbre que tienen muchas personas de no sólo no agradecer a quien les brinda una atención, sino de devolvérsela con la moneda opuesta. El desprecio y la ofensa como pago del generoso servicio recibido.

Tales pensamientos me abordaron al leer lo que sucede en Nicaragua. Daniel Ortega y Rosario Murillo no solo tienen en la cárcel a un obispo y varios sacerdotes; no les ha sido suficiente expulsar del país a otros tantos clérigos y a no pocas consagradas; no se han contentado con suprimir procesiones religiosas en las fiestas patronales y servicios litúrgicos ordinarios. Ahora, por medio de argucias jurídicas, han confiscado la Universidad Centroamericana (UCA), de Managua, fundada y dirigida por la Compañía de Jesús (jesuitas).

No me extraña el hecho en sí. Forma parte de esta andanada represora de la pareja que oprime a este país hermano, y que la equipara a dictadores de la talla de Videla, Franco, Ríos Montt, Pinochet, y su paisano Somoza, todos militares empoderados que apostaron por el dinero y no por el bienestar de sus pueblos.

No asombra, repito, porque esa pareja encarna lo más podrido de un proyecto que en su momento fue luminoso, y que se convirtió en paradigma para los esfuerzos libertarios de América Latina. Su decadencia e inhumanidad tienen rostro en esta persecución religiosa, no suficientemente condenada aún por el Vaticano.

Daniel Ortega y Rosario Murillo - Nicaragua

Foto: EFE

Lo que me llama la atención es algo que viví en 1979. Como participante del diplomado en Teología y Ciencias Sociales, organizado por el Departamento Ecuménico de Investigaciones, en San José, Costa Rica, fui invitado a colaborar con otros estudiantes en una campaña de alfabetización, en el norte de Nicaragua. Sólo una semana duró la experiencia.

A nuestro regreso, fuimos recibidos como héroes en la UCA, y nada menos que Daniel Ortega nos felicitó, y reconoció a la universidad como la impulsora de ese proyecto educativo.

¿Ya no recuerda sus alabanzas de aquella noche a los jesuitas? ¿Ya se le olvidó cuántos profesores de esa institución respaldaron la revolución que él encabezaba? ¿Por qué desdeña el aporte crítico de la UCA a lo largo de toda su historia, y que sustentó teóricamente al movimiento sandinista?

Pues, como lo dijo el expresidente mexicano: por haber recibido tanto de ella. No es, entonces, sólo una persona malagradecida e ingrata, sino un clon de aquel Somoza que derrocó hace ya 45 años.

Pro-vocación

¿Y ahora? ¿Qué se viene después de la Jornada Mundial de la Juventud portuguesa? ¿Por fin los jóvenes se atreverán a ser protagonistas no solo de las redes sociales, sino de un pensamiento crítico que revolucione a nuestra Iglesia? Qué bueno que hicieron lío durante una semana, como lo pidió Francisco de Roma. Ahora viene el reto de impulsar las mutaciones eclesiales que tanto necesitamos.