Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Abierto por obras o cerrado por derribo


Compartir

Siempre he asociado las catedrales con firmeza, rectitud, cimientos, fortaleza. Góticas o románicas, pero siempre esa imagen de consistencia y belleza inamovible. Pues he descubierto que no es así. Al menos no siempre. Y que hay catedrales impresionantes donde todo está torcido, las arquivoltas llenas de grietas y pilares inclinados. Es más, algunas están tan seguras de sí que muestran sus heridas y parches: abren por obras, en lugar de cerrarse.



“Abierto por obras”. Así se nombra el proyecto de visitas y restauración que iniciaron en el año 2000 en la catedral de Santa María en Vitoria. A día de hoy las obras siguen y se muestra cada uno de los segmentos y etapas que quedan bajo lo que ahora está visible: el primer asentamiento en la colina de Gasteiz allá por el 700 d.C., el primer templo románico del siglo XII o la decisión de cerrar la actual catedral al culto por temor a que finalmente se derrumbara. Todo fue quedando sepultado, fase por fase. Pero nada desaparece del todo, sepamos verlo o no. Tengamos sensibilidad para valorarlo o no.

Catedral en obras

Lo que realmente me llamó la atención es que alguien tuviera la lucidez de ver que por mucho que algo amenace ruinas (que en esta catedral amenazaba), siempre hay otro modo de mirarlo.  Es pasar de verte “cerrado por derribo”, que diría el maestro Sabina, a vivirte “abierto por obras” y mostrarte en reconstrucción. Sin alardear de ello. Sin avergonzarte tampoco.

“Los que te reconstruyen van más de prisa que los que te destruyeron”, como también decía otro maestro, el profeta Isaías (Is 49,17). Igual puede ser un buen mantra para repetírnoslo de vez en cuando. Y quizá, por eso mismo, no encerrarnos ni tan siquiera por obras, no ocultarnos por grietas, no encogernos por reconocer que algo se nos ha torcido y ahí estamos en reconstrucción, aprendiendo una y otra vez.

Porque como dicen las guías en la visita a esta preciosa catedral en obras, “aquí no hay nada totalmente recto. Es más: gracias a eso no se ha venido abajo, solo se ha resquebrajado y ahora podemos, poco a poco, sostenerla y reflotarla”.

Impresiona realmente comprobar tanta aparente imperfección dibujando un conjunto de tanta belleza. Y si somos capaces de verlo en una catedral cuando alguien nos lo muestra, ojalá seamos capaces de aprender a verlo también entre nosotros. Las vigas torcidas no serían reprobables por su falta de rectitud si no por engañarnos y no dejarnos ver el conjunto, por impedirnos equilibrar la armonía con otras torceduras varias. Y ahí está el milagro: el conjunto es bello y firme. Sostiene y es sostenido.

Habrá que recordarlo, que grietas y desniveles tenemos todos: abiertos por obras o cerrados por derribo.