¿Renuncia de Francisco?

EDUARDO CIERCO (MADRID) | Eso se pregunta Vida Nueva en su número 2.964, y se contesta rotundamente con un “no”. No “hasta que el cambio sea irreversible”. Y es que Francisco es un papa moderado, pero reformista, y siempre las reformas suscitan rechazo en todas partes.


Ya se vivió con Juan XXIII desde el cónclave que le eligió. “Como es viejo, no tendrá tiempo de hacer nada”, decían entonces algunos. Pero, para su sorpresa, convocó el Concilio, que culminó Pablo VI, quien despidió así a su predecesor: “La herencia de Juan XXIII no puede quedar sepultada en su tumba”.

Francisco quiere, ante todo, arrumbar la corrupción financiera y los abusos sobre menores dentro de la Iglesia, pero, por desgracia, ninguna de las dos cosas es fácil. Nadie podría oponerse abiertamente a nada de eso; ocurre, sin embargo, que la corrupción financiera es prácticamente universal y tampoco los abusos a menores son exclusivos de la Iglesia.

Pero, además, Francisco quiere retocar la moral familiar y sexual en una Iglesia, como la nuestra, de enorme pluralidad. Quiere, en definitiva, empoderar al Pueblo de Dios y descentralizar el gobierno de la Iglesia haciéndolo más sinodal, incluso a nivel de las Iglesias locales.

En suma, el Papa busca dar vida a una Iglesia más colegial, más sinodal y corresponsable. Yo diría que menos dictatorial. Y eso fastidia, sin duda, a cuantos tienen no ya intereses, sino mentalidad de dictadores.

En el nº 2.972 de Vida Nueva

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