La necesidad de creer en algo

(Camilo Maccise, OCDMexicano, expresidente de la Unión de Superiores Generales) El día de san Valentín, día del amor y de la amistad en muchísimos países, pone de relieve la necesidad que tiene el ser humano de creer en algo o en alguien. Con motivo de esa celebración salen al mercado con más fuerza prácticas esotéricas para alcanzar o retener al ser amado. A ellas se unen otros muchos ritos de magia y de artes adivinatorias.

En los periódicos de las grandes ciudades se anuncian decenas de magos y adivinos, doctores en ciencias ocultas, que ofrecen descubrir las causas que ocasionan males, enfermedades, decepciones amorosas y que, al mismo tiempo, ofrecen remedios y orientaciones para lograr la prosperidad. Utilizan las cartas del tarot, la quiromancia, la astrología para la adivinación de hechos presentes, pasados o futuros. Librerías, canales de televisión, páginas de Internet propagan el ocultismo, la magia, la ovniología. Revistas y diarios tienen su página de horóscopos. Todo ello se ha convertido en una fuente de enormes ingresos económicos.

Muchos se preguntan cómo puede ser esto posible en una época de secularismo, materialismo y de grandes progresos científicos que deberían de haber acabado con el mundo de lo sagrado y de lo religioso. La respuesta la encontramos en el hecho de que el ser humano, cuando tiene una idea equivocada de Dios o corta los vínculos con Él, o experimenta un vacío que trata de llenar con otros “ídolos” que le den seguridad. Con razón afirmaba G. Chesterton: “Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo”. El Vaticano II recordó la responsabilidad  que pueden tener los cristianos en la génesis de todo esto por velar más bien que revelar el genuino rostro de Dios y de la religión (GS 19).

 

 

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