Ciclones y anticiclones

dolores-aleixandre(Dolores Aleixandre, rscj)

“Al acercarme a esas vidas intensas, tan distintas de este anticiclón de tibia cordura y fe desteñida y flácida que contamina la atmósfera que respiramos, he sentido una mezcla de vergüenza y de envidia”

Estoy leyendo una nueva biografía de Carlos de Foucauld, de Jean François Six, exhaustiva y polémica como suelen ser sus escritos y, simultáneamente, la experiencia de un monje benedictino en un monasterio zen de Japón. Dos mundos en apariencia distantes, pero a los que unen rasgos de un mismo apasionamiento: en el Hermano Carlos, su fascinación por la persona de Jesús, su atracción irresistible por “el último lugar”, lo categórico de sus expresiones: “Desde que comprendí que había un Dios, supe que no podía hacer otra cosa que vivir para Él”; “por la extensión del Evangelio estoy dispuesto a ir al extremo del mundo y a vivir hasta el día del juicio”… En la narración del monje francés sobre la comunidad monástica zen, emplea con frecuencia términos como “fervor”, “atención sostenida”, “vigor”, “determinación”, “estado de alerta…”.

Al acercarme a esas vidas intensas, tan distintas de este anticiclón de tibia cordura y fe desteñida y flácida que contamina la atmósfera que respiramos, he sentido una mezcla de vergüenza y de envidia. Menos mal que llega el Adviento, con su ciclón impetuoso de deseos y su lluvia torrencial de promesas. ¡Ojalá nos limpie el aire, los pulmones y el corazón!

daleixandre@vidanueva.es

En el nº 2.684 de Vida Nueva.

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