Benedicto XVI, un “antisistema”

(Joan Salas. Correo electrónico) Escribir sobre un papa es complejo. Existen demasiadas facetas a tener en cuenta: su personalidad, el tiempo en que le tocó vivir, sus escritos y opiniones sobre los temas de “su” actualidad o cómo se enfrentó o no con los problemas con los que en todas las épocas ha tenido que lidiar nuestra Iglesia. Se opta, por ello, a escribir sobre su figura una vez fallecido. Benedicto XVI es un hombre que merece consideración aparte.

Es una figura de una calidad intelectual única en su tiempo; es un observador que, con la preocupación de un pastor, ve cómo sus ovejas han decidido tomar la senda que les conduce irremisiblemente al precipicio; él, desde su atalaya, avisa y recuerda que el mundo no es mundo sin Dios, que el hombre no es la medida de todas las cosas, que el carpe diem es fruto de un fracaso, de una búsqueda equivocada de la verdad, fuera de la Verdad.

El Papa ha demostrado no temer a la verdad. Ha dicho las cosas por su nombre: que Dios es Amor, que el amor más grande es la entrega que Jesucristo, su Hijo, ofreció por nosotros en la Cruz, tanto por los que creen como por los que no. No le ha temblado el pulso cuando ha denunciado lo que él denomina, muy acertadamente, el “turbocapitalismo”, granjeándose el desprecio de los que gobiernan el mundo global: las “corporatocracias”, monstruos financieros que mantienen en jaque a gobiernos y países enteros, convirtiéndose en verdaderos generadores de injusticia social.

Benedicto XVI se ha enfrentado con agilidad y urgencia a la situación creada por unos pocos sacerdotes pederastas que, con su incalificable actitud, han situado a la Iglesia en el centro de las interesadas iras de los “laicistas”. Estos grupos, movidos por intereses que van sin duda más allá del propio esclarecimiento de los hechos, han urdido una telaraña mediática sin precedentes para desacreditar a toda la Iglesia y a sus miembros, dejándola en evidencia siempre que pueden y con métodos más que discutibles y maliciosos.

Joseph Ratzinger ha hecho de la lucha contra el individualismo relativista y su consiguiente deshumanización, su particular cruzada; ha denunciado una y otra vez la trampa que representa para la persona caer en la “dictadura del yo”, con el hedonismo y la sexualidad desenfrenada como centro de todas las cosas. Al hacerlo, se sitúa fuera del mundo; se convierte, por así decirlo, en un “antisistema”, pues una sociedad global, occidentalizada y carente de medios eficaces para hacer frente a esta nueva situación, no puede, según Benedicto XVI, ser ni siquiera viable.

“Los cristianos somos seguidores de Cristo, no del Papa”. Esta frase es suya, de un hombre que, siendo el mismísimo pontífice, la pronuncia sin rubor ni temor. Ha de ser por fuerza un hombre valiente, moderno y mucho más de su tiempo de lo que pudiese parecer a primera vista. ¡Bravo por el Papa!

En el nº 2.738 de Vida Nueva.

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