El Papa defiende la fe como garantía de la democracia

Gerhard Muller presidente de la Comisión Teología Internacional

Ambiente festivo en la Plaza de España por la festividad de la Inmaculada Concepción

Benedicto XVI en papamovil en Roma celebración Inmaculada Concepción 2012

El Papa, de camino al acto de veneración de la Inmaculada Concepción

ANTONIO PELAYO. ROMA | Pido perdón a mis lectores si, al describir la celebración de la Inmaculada Concepción en la Plaza de España de Roma, utilizo términos similares a los de años pasados; pero, inevitablemente, se reproducen en el informador idénticas sensaciones al asistir a la más “romana” de las citas del Papa en todo el año. Algo parecido debió sucederle a Benedicto XVI, quien inició así su alocución: “Es siempre una alegría especial reunirnos aquí en la Plaza de España, en la fiesta de María Inmaculada. Reencontrarnos juntos, a los pies de la estatua de nuestra Madre espiritual, nos hace sentirnos unidos en la fe”.

En realidad, la fiesta había comenzado este 8 de diciembre muchas horas antes de que el Santo Padre llegase a las cuatro de la tarde ante el monumento erigido, en 1857, por Pío IX (tres años después de proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción de María). Apenas despuntada el alba, el jefe de los bomberos de la capital subía a través de una gigantesca escalera móvil para poner en el brazo derecho de la Virgen una corona de rosas blancas.

Poco después, un escuadrón de la Gendarmería vaticana, con su banda, llegaba a la plaza para rendir homenaje a la Madre de Dios e interpretaba, después de algunas composiciones religiosas, el himno nacional español, en presencia de nuestro embajador ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.

Durante toda la mañana, fueron innumerables los grupos (parroquias, cofradías, asociaciones religiosas) y personas que se acercaron para depositar ramos de flores y entonar canciones marianas. Entre ellos, a las doce del mediodía, el rector del Pontificio Colegio Español, Mariano Herrera, quien, con un grupo de sacerdotes, depositó un cesto de flores rojas y amarillas y cantó el Salve Madre.


El poder del silencio

A muy primeras horas de la tarde ya era difícil abrirse paso entre la compacta multitud que se había congregado en la plaza y calles adyacentes para saludar la llegada del Pontífice. Resultaba especialmente conmovedor el muy numeroso grupo de enfermos a los que se había reservado un puesto especial. Muy puntual, a bordo del flamante nuevo papamóvil, que el día anterior le había regalado Mercedes Benz, llegó Joseph Ratzinger, a quien saludaron su vicario para la Diócesis de Roma, el cardenal Agostino Vallini, y el alcalde de Roma, Gianni Alemanno.

Bien abrigado –el día era soleado pero muy frío–, el Papa inició el acto de veneración a la Inmaculada; después de una lectura del libro del Apocalipsis y antes de ofrecer a la Virgen un cesto con 100 rosas blancas procedentes de los jardines vaticanos, el Papa, sentado, leyó su alocución luchando contra el viento.

“Siempre nos impresiona –proclamó– y nos hace reflexionar el hecho de que un momento tan decisivo para el destino de la humanidad, el momento en que Dios se hizo hombre, fue envuelto en un gran silencio. El encuentro entre el mensajero divino y la Virgen Inmaculada pasa completamente inobservado; nadie lo sabe, nadie habla de él. Es un acontecimiento que, si sucediese en nuestro tiempo, no dejaría ninguna traza en los diarios y revistas porque es un misterio que se produce en el silencio. Lo que es verdaderamente importante pasa con frecuencia inobservado, y el quieto silencio se revela más fecundo que el frenético agitarse que caracteriza nuestras ciudades, aunque se vivía en ciudades importantes como la Jerusalén de entonces”.

También destacó en su discurso el hecho de que “la salvación del mundo no es obra del hombre –de la ciencia, de la técnica, de la ideología–, sino que procede de la Gracia”. “La potencia del amor de Dios –añadió– es más fuerte que el mal, puede colmar los vacíos que el egoísmo provoca en la historia de las personas, de las familias, de las naciones y del mundo. Estos vacíos pueden convertirse en un infierno donde la vida humana es como arrastrada hacia lo más bajo y hacia la nada, pierde sentido y luz. Los falsos remedios que el mundo propone para llenar esos vacíos –la droga es algo emblemático–, en realidad, ahondan el precipicio. Solo el amor puede salvarnos de esta caída, pero no un amor cualquiera: un amor que tenga en sí la pureza de la Gracia –de Dios, que transforma y renueva– y así pueda hacer entrar en los pulmones intoxicados nuevo oxígeno, aire limpio, nueva energía vital”.

Encuentro con los teólogos

No todos los discursos de este Papa tienen la misma densidad, como es lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta que se dirigen a auditorios a veces muy diversos. Por eso, cuando Joseph Ratzinger habla a los miembros de la Comisión Teológica Internacional –al fin y al cabo, sus colegas de “profesión”–, hay que prestarle una más puntual atención.

Les recibió el 7 de diciembre y, en primer lugar, saludó a su nuevo presidente, Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y al recientemente nombrado secretario del organismo, el padre Serge Thomas Bonino.

Gerhard Muller presidente de la Comisión Teología Internacional

Gerhard Muller, presidente de la Comisión Teología Internacional

Benedicto XVI recordó que, en su documento La teología hoy. Perspectivas, principio y criterios, la Comisión enumeraba entre estos últimos el sensus fidelium. Y a este propósito, hizo el siguiente comentario: “Hoy, este sentido sobrenatural de la fe de los creyentes lleva a reaccionar con vigor también contra el prejuicio según el cual las religiones, y en particular las religiones monoteístas, serían intrínsecamente portadoras de violencia, sobre todo a causa del pretexto de que ellas plantean la existencia de una verdad universal. Algunos estiman que solo el ‘politeísmo de los valores’ garantizaría la tolerancia y la paz civil y estaría conforme al espíritu de una sociedad democrática pluralista”.

“En esta dirección –siguió–, vuestro estudio sobre Dios Trinidad, unidad de los hombres. Cristianismo y monoteísmo, es de gran actualidad. Por una parte, es esencial recordar que la fe en un Dios único, Creador del cielo y de la tierra, se encuentra con las exigencias racionales de la reflexión metafísica que no se ve debilitada sino reforzada por la revelación del misterio de Dios-Trinidad (…). El Señor testimonia un radical rechazo de toda forma de odio y violencia a favor del absoluto primado del ágape. Si, por lo tanto, en la historia ha habido o hay formas de violencia actuadas en nombre de Dios, estas no pueden ser atribuidas al monoteísmo, sino a causas históricas, principalmente, a los errores de los hombres”.

Si, en el Vaticano, todos los jefes de Estado son recibidos con los honores que merece el pueblo que representan, no debe llamar la atención que, cuando se trata del presidente de la República Federal de Alemania (RFA), su compatriota Joseph Ratzinger haga más visible su satisfacción. Sobre todo cuando se trata de Joachim Gauck, quien, antes de ser elevado a la más alta magistratura de su país, en marzo de este año, fue pastor de la Iglesia luterana.

“Cuando dos cristianos se encuentran –se congratuló el Papa– hablan también de Dios. Pero no de las diferencias, sino de aquello que les une”. El comunicado vaticano, publicado el mismo 6 de diciembre en que tuvo lugar el encuentro, constata, por una parte, las “relaciones muy cordiales” que existen entre la RFA y la Santa Sede, y confirma, por otra, que en su diálogo los dos interlocutores hablaron de la visión cristiana de la persona así como de los desafíos que actualmente plantea la sociedad globalizada y secularizada.

El mismo día se reunía en su sede vaticana el Consejo de Dirección del Instituto para las Obras de Religión (IOR), cuyo presidente, Ettore Goti Tedeschi, fue fulminantemente cesado el pasado 24 de mayo, sin que hasta ahora la Comisión Cardenalicia de Vigilancia, que preside el cardenal Tarcisio Bertone, le haya encontrado digno sucesor.

Resulta extraño el retraso, pero los juegos de influencias deben ser muy complicados y, según rumores, solo hay coincidencia en que el próximo presidente no sea italiano.

En el nº 2.828 de Vida Nueva

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