Trabajo decente

berzosa-p(+ Raúl Berzosa– Obispo)

“Se pide, en la línea de la última encíclica del papa Benedicto XVI, Caritas in veritate, un control financiero internacional, con órganos de supervisión nacionales y supranacionales, para que las causas de la actual crisis no se repitan”

En septiembre recibía a miembros de los tres grandes sindicatos: USO, UGT y CCOO. Me dieron un manifiesto con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que será el 7 de octubre.
En dicho encuentro, les hice notar cómo la Iglesia predicaba con el ejemplo en este tema. Cáritas es protagonista indiscutible. Además, la doctrina social de la Iglesia siempre ha abogado por un trabajo digno y justo. Porque el trabajo no es sólo una actividad mercantil o algo accidental, sino un medio de realización personal y de servicio a la comunidad. Tiene el valor de colaborar con el Dios Creador en la mejora de este mundo.

Hablamos de un drama que nos afecta a todos: casi cinco millones de parados a nivel nacional y cerca de 200.000 en nuestra autonomía. En el desempleo, los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes, son las víctimas más numerosas.

En el texto se lee que equivale a trabajo “seguro y con convenio”. Se hace una llamada a la creación de empleo y a la ampliación de protección de los parados.

Se pide, en la línea de la última encíclica del papa Benedicto XVI, Caritas in veritate, un control financiero internacional, con órganos de supervisión nacionales y supranacionales, para que las causas de la actual crisis no se repitan. En el fututo, el modelo económico debe ser más justo, más eficiente y más sostenible tanto social como medioambientalmente.

Al final del manifiesto, releo el Compendio de Doctrina Social y subrayo algunas frases: “El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre” (n. 287). “Los derechos de los trabajadores se basan en la naturaleza y dignidad de la persona humana” (n. 301).“La plena ocupación es un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común” (n. 288). “El bienestar económico de un país no se mide sólo  por la cantidad de bienes producidos sino también por el modo como son producidos y por el grado de equidad en la distribución” (n. 303). Es nuestra contribución genuinamente cristiana.

En el nº 2.677 de Vida Nueva.

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