Patrimonio religioso para custodiar y transmitir

En Rancagua constituyen la Comisión de Bienes Culturales para la conservación del legado recibido

ROBERTO URBINA AVENDAÑO

Expertos sostienen que el 75 por ciento del patrimonio cultural en Chile está en manos de la Iglesia y, mayoritariamente, tiene carácter religioso. No sólo se trata de la imaginería religiosa sino también, en muchos casos con tres o cuatro siglos de historia, de retablos, joyas y piezas de uso litúrgico en metales, textiles, madera, papel. Además, edificios construidos en adobe, piedra o madera, todo ello integra este enorme inventario de bienes heredados que la Iglesia custodia y tiene la responsabilidad de transmitir.

En noviembre de 1990, el Comité Permanente del Episcopado chileno crea la Comisión Nacional de Bienes Culturales de la Iglesia con la función de tutelar el patrimonio histórico y artístico de toda la Iglesia y ofrecer materiales de apoyo al trabajo de las diócesis. Actualmente es presidida por el monje benedictino Gabriel Guarda, reconocido historiador y arquitecto, quien explicó en un artículo publicado en la revista Humanitas (N° 31) que los bienes culturales “permiten redescubrir el camino de la fe a través de las obras de las diversas generaciones; por su valor artístico manifiestan la capacidad creativa de los artistas, los artesanos y los oficios locales que han sabido imprimir en las cosas sensibles el propio sentido religioso y la devoción de la comunidad cristiana”.

Si bien recién está empezando en la Iglesia chilena este modo de comprender los bienes culturales, la diócesis de Rancagua es una de las pocas que ha creado un organismo correspondiente para preservar estos bienes. Su obispo, Alejandro Goic, ha designado presidenta de la Comisión Diocesana de Bienes Culturales a Carmen del Río Pereira, quien fue directora del Museo Regional de Rancagua por 30 años. Ella comparte con Vida Nueva lo que ha sido el trabajo de toda su vida.

¿Cuál es la situación del patrimonio en Rancagua?
La afirmación de que el 75 por ciento de los bienes culturales del país está en manos de la Iglesia puede ser cierta, pero en esta diócesis ese porcentaje aumenta. Esta región es una de las tres o cuatro más ricas del país en patrimonio religioso. Es un territorio que recibió la primera evangelización en los albores de la conquista y se fueron instalando conventos y doctrinas de indios que desde entonces empezaron a dejar su huella. También, esa riqueza patrimonial se ha visto muy mermada por terremotos e incendios.

A pesar de ello, conserva una gran riqueza patrimonial religiosa que llama la atención, tanto por el valor artístico e histórico como por el compromiso de su gente con la fe que lleva a manifestaciones de religiosidad popular tradicionales únicas y al mismo tiempo muy dinámicas.

¿Puede describir algunas de esas manifestaciones?
He conocido muchas que no existen en otros lugares del país, como el entierro de Cristo el día Viernes Santo, el pésame a la Virgen el Sábado y mujeres que salen a ver a Cristo y lo llevan en procesión con los hombres hacia el templo parroquial donde realizan la Misa de Resurrección. Esta costumbre se repite por generaciones en ese lugar. Allí también hacen la bendición de los campos; en Lolol hacen la bendición de las espigas o la bendición de las reliquias en La Estrella, dando cuenta de una profunda religiosidad popular que también se demuestra en la fiesta de Cuasimodo, una semana después del domingo de Resurrección, cuando se acompaña al párroco a llevar la Eucaristía a los enfermos, a caballo, con pañuelos amarrados a la cabeza y esclavina blanca. Otra vivencia diferente de la fe la encontramos en la costa de la región. Para la festividad de San Pedro, los pescadores salen mar adentro en sus botes o lanchas con una imagen del santo engalanada con flores y tocan las bocinas, rezan y cantan.

¿También en la música?
Me tocó rescatar e investigar el canto a lo divino con un músico, concertista en guitarra, que temía que se estuviera acabando esta manifestación traída por los misioneros jesuitas en el siglo XVI, como una manera de evangelizar a los indígenas. A través de la música, utilizando la décima Espinel, acompañados de guitarra, rabel y guitarrón se alaba a Dios, a la Virgen y a los santos. Hay varios fundamentos o temas. Después de 15 años de investigación nos dimos cuenta del fervor popular que se transmite desde abuelos a padres y a nietos. En muchos lugares de la región sigue la tradición de cantar durante toda la noche al Nacimiento de Jesús, a la Virgen, al santo, siguiendo las instrucciones de afinamiento de la guitarra que uno de los cantores entrega. Cantan de memoria décimas antiguas, de propiedad de cada cantor o improvisadas. Los mismos cantores a lo divino también cantan en los velorios de angelito, cuando un niño muere, lo velan varios días, mientras el cantor canta a sus padres para entregarles consuelo, haciéndoles ver que tienen un angelito en el cielo.

¿Y en los santuarios?
En la región hay cinco santuarios visitados por miles de peregrinos en la fiesta del santo patrono. Además, en muchas parroquias hay peregrinaciones a cerros donde hay imágenes de la Virgen o de un Santo que se realizan en su festividad. Estas peregrinaciones están siendo muy atractivas para jóvenes y cada vez más son una intensa ocasión de evangelización y catequesis. Todas estas expresiones de religiosidad popular forman parte del patrimonio inmaterial de nuestra región, son también parte esencial de su identidad cultural. Sin duda, en todas estas manifestaciones hay muchísimos objetos que adquieren un enorme valor y significado.

¿Qué es el patrimonio inmaterial?
Se habla de patrimonio cultural por la herencia de una comunidad, que esta reconoce como propia y que transmite a las generaciones presentes y futuras. Podemos ir a la esencia de nuestra fe a través del patrimonio mueble e inmueble que nos muestra cómo vivieron nuestros antepasados este compromiso con Dios, cuáles eran las formas de evangelizar a través de las expresiones artísticas utilizadas en diversas épocas. Además, las expresiones personales y las manifestaciones comunitarias de piedad de un pueblo le dan valor a este patrimonio, lo hacen propio y le dan identidad a un lugar. Es lo que llamamos patrimonio inmaterial o intangible. Son tradiciones, ritos y símbolos que dan forma a una identidad propia, una verdadera matriz cultural. Ésta fundamenta, da sentido y valor al patrimonio tangible en los templos, imágenes, cuadros, etc., que responden a la forma de trasmitir los contenidos del Evangelio y los ritos litúrgicos, adecuados estéticamente a cada momento histórico.

¿Hay protección legal para preservar este patrimonio?
Existen pocas políticas culturales que lleven a valorar nuestro patrimonio cultural, incluido el religioso, lo que dificulta el trabajo en estos temas. Tenemos leyes muy antiguas como la de Monumentos Nacionales que no incentivan a declarar y proteger inmuebles, a pesar de los esfuerzos que se realizan. Sin embargo, a partir de 2012 el Estado reconoció que el patrimonio religioso también debía protegerlo, por su importancia, porque formaba parte del acervo cultural del país. Para que esto ocurriera tuvo mucha importancia que 16 iglesias en Chiloé fueran declaradas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Entonces se crearon disposiciones legales para que el Estado pudiera entregar recursos a instituciones privadas sin fines de lucro que tuvieran arquitectura patrimonial, después del sismo de 2010. Igualmente se crearon concursos públicos para poner en valor, conservar, difundir, restaurar, obras patrimoniales religiosas.

 


La cultura en la Iglesia Universal

“Es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadero y plenamente humano si no es mediante la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores naturales”, expresa la constitución pastoral Gaudium et Spes. Para aplicar a la vida de la Iglesia esta expresión, san Juan Pablo II creó el Consejo Pontificio de la Cultura y, más tarde, la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, que Benedicto XVI unió al Consejo Pontificio de la Cultura en 2012. En todos los casos, estos bienes y las respectivas instituciones de conservación deben ser confiados a personal competente “para que dichos testimonios no se pierdan”, expresa Pastor Bonus.

Este Consejo Pontificio de la Cultura colabora con los organismos establecidos al interior de las Conferencias Episcopales para la recolección y la custodia del patrimonio artístico e histórico, interviniendo, si es necesario, para la constitución de museos, bibliotecas y archivos eclesiásticos. En su tarea está, además, vigilar sobre el libre acceso a tal patrimonio de parte de todos los que tengan interés en ello.

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