Historias en Yo Mayor

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Una apuesta por la memoria que prevalece y sostiene a las comunidades

El valor artístico y humano que la narración oral ha dejado a la humanidad es infinito. Aunque para muchos sea desconocido, porque quizás la escritura y otras tecnologías han cubierto su raíz, algunas iniciativas culturales nos recuerdan aquello imprescindible de la oralidad primaria que alimenta toda forma de literatura. Tal es el caso del concurso de cuento y narración oral Historias en Yo Mayor, organizado por la Fundación Saldarriaga Concha y la Fundación Fahrenheit 451. Esta iniciativa, que desde 2011 ha promovido espacios culturales sostenibles en diferentes regiones del país, también le apuesta al fortalecimiento de las comunidades a partir de la recuperación y visibilización de los relatos de los adultos mayores. En su primera versión, el concurso contó con las categorías Narración Oral y Cuento Escrito y se desarrolló en Bogotá, al año siguiente se amplió a Medellín, Cartagena y Cali. En 2013 se extendió a Quindío y en la cuarta versión se creó la categoría Herencia de mi pueblo, que en 2014 se desarrolló en los Montes de María en Bolívar y en 2016 recorrió varias zonas de Chocó. El concurso no solo ha sido una plataforma para divulgar y premiar las habilidades narrativas de los adultos mayores, sino que también ha favorecido el diálogo entre generaciones y la creación de Laboratorios de Escritura y Memoria en cuatro ciudades y cinco municipios. Con el apoyo de líderes y lideresas de cada zona y de bibliotecas o casas de la cultura, los participantes se reúnen semanalmente en torno a temas de su interés y de manera autónoma gestionan sus proyectos de oralidad y escritura.

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“Esa fortuna en nuestra mente”

Mientras se mece en la tarde de San Basilio de Palenque, Rafael Cassiani Cassiani, ganador del primer puesto en 2014 de la categoría Herencia de mi pueblo, inmortaliza en su lengua criolla palenquera y en sus gestos más auténticos el relato de Ma bagaña (el calabazo). De sus mayores recuerda la manera prodigiosa en la que con un totumo y una vela encontraban a la gente que se había perdido en el fondo del río. El totumo con la vela encendida adentro, una vez puesto a flote, trazaba un recorrido y señalaba el lugar exacto donde estaba la persona sumergida. “Esa fortuna en nuestra mente”, hablando de la memoria colectiva del pueblo, no solo ha sido útil en épocas pasadas, sino que ha trascendido a las nuevas generaciones que lo han escuchado y han sabido aprovechar la sabiduría ancestral del primer pueblo libre de América. En Palenque continua hoy el Laboratorio de Memoria que, con el acompañamiento de Antonia Cassiani y María Hernández, reúne alrededor de 50 adultos mayores que se encuentran en diferentes lugares de Palenque, según la actividad y temática que vayan a desarrollar. En este espacio se privilegian los temas que, aunque no sean necesariamente del dominio o interés de las nuevas generaciones, importan a los mayores, porque hacen parte de su raigambre ancestral, tales como la medicina y la gastronomía tradicional, los ritos fúnebres como el lumbalú, sus formas autóctonas de organización social, las canciones y todo aquello que, mediante la prodigiosa memoria, la lengua palenquera y la tradición oral, pueda pervivir. La categoría itinerante Herencia de mi pueblo, siguiendo el rumor del río San Juan llegó, en 2016, a las comunidades afrocolombianas de Andagoya, Istmina, Bajo Baudó y a la comunidad indígena Emberá Wounaan del litoral de San Juan. Allí se premiaron, entre otros, las narraciones de Manuel Hinojosa Rentería y Loira Cristina Cuesta Mosquera, oriundos de Andagoya y los relatos ancestrales de Gricelina Valencia de Chiripua y Gladier Chocó, miembros del Resguardo Indígena Wounaan de El Papayo. En la voz de Manuel y Loira se reflejan las contradicciones que aquejan a la población chocoana: pobreza y minería. En su lengua originaria Gladier rememora cantos, ritmos tradicionales y versos de seducción y Gricelina recuerda las costumbres sobre la menarquia y el cuidado de los recién nacidos que las mujeres aún hoy conservan. Herencia de mi pueblo es una categoría inmensamente valiosa dentro del concurso, porque además de fijar sus sentidos en las poblaciones que tienen una tradición oral privilegiada, hace énfasis en las zonas del país en las que, aunque la violencia ha campeado, la memoria ha prevalecido y sostiene a las comunidades.

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Diálogo intergeneracional

Como parte de la metodología de la más reciente versión del concurso, participantes de todo el país pudieron subir sus videos de narración oral a través de la página www.historiasenyomayor.com. Esta dinámica que incluye las TIC’s fue diseñada con el propósito de ampliar el acceso al concurso y de que las personas que rodean al adulto mayor trabajaran en equipo con él, para la grabación de los videos y el montaje en la página web. En este espacio virtual también se encuentra un especial multimedia que con elementos gráficos e interactivos guía al visitante por  la geografía de Colombia en busca de los narradores de cada región. En el mapa también se señala en cada departamento los laboratorios de memoria que se están desarrollando hoy día. En otra sección de la página web se pueden apreciar los videos de los ganadores de las cuatro versiones anteriores y se pueden descargar los libros en los que año a año se han recopilado los cuentos escritos ganadores del concurso.

No cabe duda de que iniciativas culturales que tienen como protagonistas a los adultos mayores, en el escenario de una Colombia diversa, son importantes, especialmente, en un país que procura reconciliarse con su historia.

Poema del abuelo

Cuando Simón Muñoz Núñez de Güicán (Boyacá), uno de los ganadores de Narración Oral, recitó el poema que su abuelo le heredó como fruto de su experiencia en la Guerra de los Mil Días, la emoción de los asistentes a la premiación del concurso Historias en Yo Mayor 5 fue incontenible. El poema, vigente hoy, versa sobre los horrores de la guerra y, en primera persona, relata la historia de un hombre despojado de su gozosa vida en el campo, para ir a pelear una guerra ajena: “en una montaña vivía tranquilo, bajo mi techo de ancho palmar/ vestí a mi esposa, también mis hijos con productos de un colmenar/ yo araba el campo, sembraba nueces, cogía mis frutos para comer/ para mi haber que todo era gusto, todo contento y todo placer./ Vino la guerra y, con sus errores, en noche horrible y por un cordel/ me maniataron en una turba y me condujeron hasta un cuartel/ lloraba esposa, lloraba hijo, pero su llanto no conmovió/ el juramento me fue exigido y a la campaña se me obligó/ cogiendo el rifle y las municiones, el juramento me fue exigido/ dejo mi sangre, también mi vida por un gobierno que no he querido(…)”.

Biviana García

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