La familia, escuela de amor

El documento final del Sínodo que ha sido entregado al papa Francisco para que posteriormente, si él lo considera, sea usado como base de su exhortación postsinodal comienza dando gracias a Dios por la fidelidad generosa de tantas familias cristianas que responden a su vocación y misión, a pesar de obstáculos, malentendidos y sufrimientos.

Estas familias deben ser el estímulo de toda la Iglesia. Es capital este reconocimiento.

El Sínodo ha recordado e insistido en la naturaleza del matrimonio con base en la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia. En el Génesis vemos que Dios creó al hombre y a la mujer a imagen y semejanza suya, capaces de amarse, acogerse mutuamente y reconocerse el uno para el otro; el amor nupcial entre el hombre y la mujer es el gran misterio que hace presente en el mundo el amor entre Cristo y la Iglesia.

Francisco ha señalado que “cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se refleja en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros. También Dios es comunión: las tres Personas, el Padre, Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta y es, precisamente, este el misterio del matrimonio. Dios hace de los dos esposos una sola existencia”.

Se ratifica la enseñanza del Magisterio eclesiástico sobre el matrimonio y la familia con las cuatro características del amor conyugal: amor plenamente humano, amor total, amor exclusivo y fiel hasta la muerte y amor fecundo abierto a la vida. A la familia se le denomina primera escuela de humanidad de amor y de esperanza para la sociedad. En el hogar los hijos aprenden de sus padres a amarse, respetarse, valorarse y a convivir con sus hermanos y demás familiares. Así aprenden y viven en el hogar lo que ellos van a irradiar en sus relaciones con los demás en las escuelas, colegios, universidades y en sus barrios y lugares de trabajo.

El papel de los papás, primeros educadores en la fe de sus hijos, se considera esencial y vital. Su testimonio de fe vivido en la práctica, la importancia de la oración en familia como Iglesia doméstica, su participación en la misa dominical y el rezo del Santo Rosario es decisivo. Juan Pablo II nos insiste en que desde siempre el Santo Rosario ha sido una oración de la familia. Ha sido la oración por excelencia que siempre ha congregado a padres e hijos. Hay que recuperarlo como tesoro de la vida familiar y comunitaria que nos permite experimentar la comunión con la Santísima Trinidad, con nuestros hermanos en asocio con María; y que nos va evangelizando cada día.

Proclamar misericordia

Frente a la problemática de la familia hoy, el papa Francisco dijo al finalizar el Sínodo: el primer deber de la Iglesia no es condenar sino proclamar la misericordia de Dios. Y el Sínodo subrayó estos dos números: 82 y 84.

82) “Para tantos fieles que han vivido una experiencia matrimonial infeliz, la verificación de la invalidación del matrimonio representa un camino que se puede recorrer. Los recientes motus proprios Mitis ludex, Dominus lesus e Mitis et Misericors lesus han llevado a una simplificación de los procedimientos para una eventual declaración de la nulidad matrimonial”.

84) “Los bautizados que están divorciados y vueltos a casar civilmente deben ser mejor integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la llave de acompañamiento pastoral, para que no solo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino que pueden tener una feliz y fecunda experiencia (…) No solo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre”.

Mons. Leonardo Gómez Serna O.P. Obispo Emérito de Magangué

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