Editorial

Del buen callar

Compartir

La aprobación de la adopción por parte de parejas homosexuales multiplica las preguntas de personas que buscan una orientación pastoral. Pero lo que encuentran es una diversidad de respuestas, dadas según el talante, la formación o el humor de los “voceros”. La prensa poco distingue entre los autorizados y los espontáneos amantes de los micrófonos. El resultado es la confusión.

También encuentran diversidad de tonos: desde el cordial y de acercamiento que invita al diálogo; hasta el dogmático e inapelable de los que creen tener toda la verdad y que no admiten diálogo alguno. El resultado es, de nuevo, la confusión acompañada de la indignación que provocan los autoritarios.

Para responder a una feligresía confundida y susceptible sería de gran utilidad pastoral:

Una respuesta iluminada por los criterios expresados por el papa Francisco a partir de aquella primera respuesta: “¿Quién soy yo para juzgarlos?”, en donde se hizo oír una Iglesia más madre que jueza.

Un solo vocero autorizado en vez de tanto locuaz e impulsivo “adjunto”, “asesor” o “experto” del episcopado.

Los eventos recientes y otros parecidos han hecho recordar y desear que alguien repita: “¿Por qué no se callan?”