Editorial

Optar por los pobres y por la pobreza

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La opción preferencial por los pobres puede ser leída en clave de compasión. Es la del cristiano que comparte con ellos lo que posee. Esta es una práctica tan antigua como la Iglesia, que siempre promovió las acciones de beneficencia, como algo propio de su naturaleza institucional. Exhibió unos verdaderos campeones del amor a los pobres como san Vicente de Paúl, san Pedro Claver o la madre Teresa en nuestros días. ¿Por qué lo hacían?

Tuvo peso el gran motivo: “cada vez que lo hicisteis, conmigo lo hicisteis”. Pertenece a la más antigua tradición esa visión del pobre como imagen de Jesús y como estímulo para las acciones asistencialistas: orfanatos, hospitales, ancianatos, dormitorios y restaurantes para pobres, tuvieron esa inspiración. Es una manera de ver y de tratar al pobre, que ha sido severamente juzgada como cómplice de la perpetuación de las causas de la pobreza y de la injusticia que la produce.

Se trata de tomar como modelo de persona no al rico, sino al pobre

La propuesta consiguiente fue la de combatir las causas de la pobreza para eliminarla como un mal. Ha sido el sueño a la vez de revolucionarios, de gobernantes y de políticos. Cada uno tuvo su fórmula para derrotar la pobreza, o por la vía de la revolución, o por la del desarrollo. Sin embargo, su gran equivocación fue la de buscar el cambio del pobre a imagen y semejanza del rico.

El sacerdote antropólogo, Federico Carrasquilla, como resultado de su estudio y experiencia en los barrios pobres de Medellín, y después de ver las anteriores, ha llegado a una tercera vía:

“este modelo lo ofrece la existencia pobre, con sus valores y su destrucción, que pueden generar una doble actitud: la de descubrir la existencia pobre como el modelo auténtico de existencia humana y, por otra parte, la preocupación no de repartir riqueza, sino de repartir la pobreza. La propuesta que surge es, entonces, la necesidad de cambiar de norte, tanto para el pobre mismo, para que deje de mirar para arriba, como para la práctica política, enfocar la acción en dirección contraria y ensayar ‘repartir la pobreza’.

Repartir la pobreza significa aprender a vivir de una manera más simple, de una manera frugal, de una manera más sencilla. Repartir la pobreza significa vivir en armonía con la naturaleza, cuidar los recursos naturales, evitando el deterioro acelerado del planeta para que no nos gastemos el patrimonio de las futuras generaciones. Repartir la pobreza significa aprender a ser tolerantes con los demás, a respetar las ideas ajenas. Significa ser solidarios y compartir el pan con el vecino. Significa ser acogedor y hospitalario con nuestro prójimo. En otras palabras, tomar como modelo de persona y de sociedad no al rico, sino al pobre”.

Es ir en contravía de todos los modelos, como se siente en la lectura de las bienaventuranzas y en cada una de las expresiones del Reino de Dios, tal como fue anunciado por Jesús.