(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)
“Cáritas no pretende tener en la vida cristiana la exclusiva de la caridad, pero sí un carisma especial, una gracia, un don para manifestar ese amor, divino pero humanizado, en todas sus actividades, sus servicios, sus organizaciones”
Cáritas Española ha cumplido, ha completado, ha colmado medio siglo haciendo el bien a los que menos tienen. Gracias a Dios, Cáritas ha conservado su nombre originario, caridad, en vez de traducirlo por amor, que no es lo mismo. El amor es humano, y puede ser bueno o malo o regular, y durar más o menos.
La caridad es divina, es santa y es eterna; es el Espíritu, lazo de comunión entre el Padre y el Hijo, en el seno de la Santa Trinidad.
El Espíritu Santo actuaba en el mundo desde la creación, pero como de incógnito. Cuando se cumple el tiempo de la Promesa, se rasga el cielo descaradamente sobre el mundo y el hombre, aunque primeramente, como en privado, en María de Nazaret, visitada e invadida por el Espíritu Santo, que más adelante estallará públicamente en la Resurrección del Hijo y en el Cenáculo, el día de Pentecostés sobre la Iglesia.
Desde entonces, vivimos no bajo el régimen de la Ley, sino de la gracia y del amor de caridad, que nos habita para que podamos amar con el amor divino, la caridad.
Cáritas no pretende tener en la vida cristiana la exclusiva de la caridad, pero sí un carisma especial, una gracia, un don para manifestar ese amor, divino pero humanizado, en todas sus actividades, sus servicios, sus organizaciones.
Porque no son funcionario ni burócratas que cumplen un reglamento, sino hermanos que al mismo tiempo que el pan tienen que dar el corazón, que es más importante y más necesario para el necesitado.
Y mientras que el pan material disponible, algunas veces puede ser insuficiente, el pan del amor puede crecer indefinidamente, porque tenemos un tesoro infinito en el corazón de Dios, en la caridad del Espíritu Santo.
En el nº 2.664 de Vida Nueva.
