Raquel Pérez Sanjuán: “Ojalá el Congreso ‘La Iglesia en la Educación’ sea punto de partida de un modo participativo de pensar la educación católica”

Raquel Pérez Sanjuan, directora de la Comisión para la Educación y Cultura de la CEE

A las puertas de la sesión final del Congreso ‘La Iglesia en la Educación’, que se celebrará el próximo 24 de febrero en el Palacio de Congresos de IFEMA y en la Fundación Pablo VI, Raquel Pérez Sanjuán, directora de la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal Española –que ha sido la encargada de diseñar y dinamizar el primer congreso con el que la Iglesia aglutina a toda la comunidad educativa en España– ofrece las claves del evento en una entrevista publicada en el número de enero de la revista Religión y Escuela.



PREGUNTA.- ¿Cómo nació este Congreso que pone la misión educadora de la Iglesia en el foco de la reflexión?

RESPUESTA.- Por un lado, en el plano eclesial, desde 2019 tenemos sobre la mesa el Pacto Educativo Global propuesto por el Papa, con un importante antecedente: el Congreso ‘Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva’, convocado en Roma en 2015 con motivo de los 50 años de la declaración conciliar ‘Gravissimum educationis’ y los 25 de la exhortación apostólica ‘Ex Corde Ecclesiae’. Desde entonces, son varias las alocuciones de Francisco referidas a la educación, llegando a afirmar recientemente que “el mundo vive una emergencia educativa”, término al que ya se había referido Benedicto XVI unos años antes. En este marco, se publica en 2022 la instrucción de la Congregación para la Educación Católica ‘La identidad para la escuela católica para una cultura del diálogo’, y, más recientemente, una carta conjunta de este Dicasterio con el Dicasterio para la Vida Consagrada, dirigida “a los que participan en la misión educativa de las escuelas católicas”; documentos que nos dan pistas de por dónde va la reflexión.

A su vez, en el plano civil, tenemos la Declaración de Incheon de 2015 y el marco de acción del objetivo de desarrollo cuarto, que lleva a la Unesco en 2019 a invitar a expertos de diversos países a preparar un informe sobre los futuros de la educación, cuyo resultado es ‘Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación’, publicado tras la pandemia, en 2021, y que invita a transformar la cultura educativa a través de un amplio y participativo diálogo entre actores diversos; un marco novedoso respecto a informes anteriores, en el que también, como Iglesia, estamos llamados a tomar parte.

Y, paralelamente a estos movimientos a gran escala, la experiencia del trabajo de la Comisión en este tiempo, la escucha de diversos agentes educativos y tener que responder a diversos retos con los que nos encontramos, como la elaboración de un nuevo currículo de Religión Católica, a raíz de la promulgación de la Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), nos han llevado a percibir este tiempo como un momento adecuado para abrir un proceso participativo de reflexión de la educación católica, entendida en sentido amplio, en nuestro país. Es momento de agradecer la trayectoria de tantas personas e instituciones eclesiales en el mundo educativo y de comprometernos con el presente, haciendo explícita la visión de la Iglesia en un momento de complejidad.

P.- Sabemos que, desde los primeros pasos, los grandes actores de la educación católica, los delegados diocesanos y algunas personas implicadas en los diferentes ámbitos son los que se han coordinado para seleccionar las experiencias que se difundieron durante el mes de octubre. ¿Había práctica de ese trabajo colegiado? ¿Cómo ha sido el resultado? ¿Puede ser un antecedente de un modo de pensar la educación?

R.- Sin duda el trabajo colegiado, los procesos participativos, la escucha mutua, el valor del diálogo y de la diversidad, la necesidad de no dejar a nadie atrás… son claves y modos de entender la tarea encomendada a esta Comisión que han resultado ser una experiencia positiva. Ya sucedió con el proceso abierto para la elaboración del currículo de Religión y, por eso, hemos vuelto a convocar ocasiones de encuentro y diálogo en educación entre sus protagonistas. Quién mejor que los protagonistas para poder hacer un análisis, identificar desafíos, buscar vías de avance, etc. En este sentido, ojalá el Congreso pueda ser no solo punto de llegada, también punto de partida de un modo participativo y colaborativo de pensar la educación católica.

P.- La experiencia de los paneles del mes de octubre, retransmitidos desde diferentes lugares de la geografía, han sido un botón de muestra de cómo se concreta la tarea educativa de la Iglesia en diferentes ámbitos. Imagino que para algunos ámbitos sería la primera vez que se les convocaba para este fin. ¿Están satisfechos con el nivel de seguimiento que han tenido los paneles? ¿Qué elementos comunes podemos encontrar en cada uno de los paneles?

R.- Ciertamente estas experiencias son botón de muestra. ¡Son miles las propuestas que podrían haber sido compartidas en estos paneles! Habitualmente el trabajo de las delegaciones diocesanas de Enseñanza es más próximo, tal vez por su competencia propia, al profesorado de Religión y a los colegios, sobre todo en aquellas diócesis que titulan centros educativos. En la Comisión esto es en parte así, si bien en nuestro caso existe también una atención especial a las facultades de Educación y centros universitarios que imparten los grados de Magisterio, a través del denominado Foro de Magisterio. La relación con las universidades de ideario cristiano, colegios mayores y residencias universitarias y la pastoral universitaria se coordinan desde la Subcomisión Episcopal para las Universidades y Cultura, y desde la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado; y la Comisión para los Laicos, Familia y Vida la interrelación con las parroquias y familias, o desde Infancia y Juventud algunas dimensiones del tiempo libre… Sin embargo, sí que es novedoso tener esta mirada 360 grados poniendo el centro en la educación.

En cuanto al seguimiento de los nueve ámbitos educativos identificados, ha sido inicialmente algo superior en colectivos más acostumbrados al aprendizaje entre iguales, como puede ser el profesorado de Religión o la educación no formal. Valoramos y agradecemos la disponibilidad de quienes han formulado su experiencia y la han compartido en directo, algo no siempre fácil y que produjo bastantes nervios hasta el final de cada emisión, ¡fue un verdadero reto! Pero fue muy positivo, la verdad. La acogida de cada una de las diócesis, compartir la comida juntos, el rato de preparación antes de iniciar la emisión… nos ha enseñado que es importante dar a conocer lo que hacemos y desde dónde lo hacemos, formularlo y sistematizarlo, poner rostros concretos, generar espacios de encuentro personal entre nosotros, estar en contacto, valorar lo que hacen otros… Ciertamente, ha valido la pena el esfuerzo que ha supuesto. Me preguntas por algo común: me quedo con la pasión y la sinceridad que se percibía en el compartir de cada panelista. Ha sido algo que transmitía cada persona según narraba su experiencia, que me despertaba una profunda impresión y, a la vez, respeto hacia su quehacer. Las experiencias han sido muy diversas, incluso dentro de un mismo panel, pero había un denominador común de sentido, difícil de ignorar.

P.- Durante el período transcurrido desde los paneles al Congreso se han podido compartir visiones de los desafíos, amenazas, fortalezas y oportunidades de la presencia de la Iglesia en cada uno de los paneles. ¿Qué va a ocurrir con las aportaciones realizadas? Se ha prorrogado hasta el 15 de enero la participación, ¿verdad?

R.- Efectivamente, hasta el 15 de enero será posible enviar experiencias, a través de la pestaña ‘Comparte tu experiencia’, y reflexiones, a través de la pestaña ‘Comparte tu reflexión’, localizadas en la web correspondiente a cada ámbito educativo. Fueron pocas las recibidas a lo largo de octubre y noviembre, posiblemente debido al inicio de curso, de ahí esta prórroga que consideramos junto con los equipos de trabajo de cada uno de los ámbitos. Valoramos la palabra de cada persona, de ahí nuestra insistencia en invitar a la participación.

Las experiencias recibidas a través de la web se están maquetando para que, unidas a las 78 compartidas en los paneles, sigan visibilizando lo que ya se está haciendo en educación y sirvan, a su vez, en banco de recursos que puedan dar ideas a otros. De ellas daremos cuenta en cada ámbito educativo la mañana del sábado 24 de febrero. En cuanto a la reflexión, tenemos que decir que han llegado muy pocas, lo cual despierta cierta preocupación, por lo que puede significar de falta de motivación para el análisis. Muchas veces lo urgente termina priorizándose sobre lo importante, y sí que nos parece que detenerse a “poner la cabeza y el corazón en el momento presente” es algo de lo que no tendríamos que prescindir; otra cosa es tener el tiempo para compartirlo en la web. Pero, aunque no se comparta, seguiremos insistiendo en esta debida reflexión. El 24 de febrero lo que haya llegado servirá de base para seguir avanzando, juntos, en cada ámbito educativo, en la reflexión. Hemos pedido a algunas personas profesionalmente implicadas en cada ámbito educativo que nos faciliten este trabajo, aportando su visión. La idea es ampliar el horizonte para poder avanzar con cierta perspectiva de conjunto.

Inscripción abierta

P.- El plazo de inscripción está abierto. ¿Cómo va la participación?

R.- Sí, desde luego nos preocupa que las inscripciones vayan más lentas de lo que hubiéramos deseado; no solo por una cuestión logística, que siempre es necesario prever, también por lo que puede denotar de una cierta desmotivación en las personas y entidades convocadas. La dinámica del Congreso ciertamente ha sido arriesgada, en cuanto que está concebido como un proceso más que como un gran evento (desde la presentación de la web el 15 de junio a la celebración del Congreso el 24 de febrero habrán pasado ocho meses). Además, el hecho de convocar simultáneamente nueve ámbitos educativos, abrir formularios de cierta extensión para la participación, plantear un espacio como el de la mañana del 24 de febrero en el que la dinámica de trabajo será presencial y participativa, etc., parecen ser factores que juegan en contra. Pero nos parece que este tipo de modos de trabajo, a la larga, calan en la experiencia personal y colectiva, generando tejido humano y profesional. Las personas que participen el día 24 en este Congreso generarán vínculos: habrán visto y oído juntas las mismas cosas, habrán aportado su voz propia. Habrán celebrado y habrán buscado caminos de futuro juntos. Es un momento histórico muy importante, crucial diría yo, para la educación católica en nuestro país. No podemos olvidar que fue en 1924 cuando la Iglesia en España vivió un momento semejante. Y ahí tenemos la presencia de la Iglesia en la educación en todo el Siglo XX, que perdura en gran medida hasta hoy.

Dado que la inscripción está planteada “hasta completar aforo”, en la medida en que la capacidad de cada ámbito educativo esté completa (500 participantes para colegios, 250 para profesorado de Religión; 110 para el resto de ámbitos), se eliminará la posibilidad de inscribirse para los trabajos de la mañana en ese determinado ámbito. También hemos tenido en cuenta la representatividad de los territorios diocesanos, asegurando que todas las diócesis van a poder tener representantes; de ahí que nos urja conocer la participación. El aforo de la tarde vendrá dado por el de la mañana, por lo que, una vez alcancemos el aforo permitido, cerraremos la posibilidad de inscripción.

P.- ¿Cómo está previsto el trabajo de la mañana del 24? ¿Qué se van a encontrar los que se apunten a alguno de los ámbitos educativos? 

R.- La participación en este Congreso exige matricularse, necesariamente, en un ámbito educativo. Por la mañana, cada participante se dirigirá a la sala del ámbito educativo donde se inscribió (estarán todos en el Palacio Municipal de Congresos de IFEMA, salvo colegios, que estará en el auditorio Pablo VI) donde, tras el saludo inicial del presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura, Alfonso Carrasco Rouco, lo primero que hará el equipo motor de ese ámbito será dar cuenta de las experiencias recibidas, así como de los desafíos formulados tanto por los panelistas como por aquellas personas que participaron en línea. Será un punto de partida que enriquecerán a continuación una o dos personas que hemos invitado por cada ámbito, para profundizar en esos desafíos desde diversas perspectivas. Tras esta escucha, será el momento de hacer subrayados, apuntar prioridades, detectar ausencias significativas, proponer instrumentos y recursos que puedan ayudar a avanzar, etc. Es lo que se llevará a la tarde, momento en el que conoceremos lo que cada ámbito educativo ha planteado. ¡Todo un reto esto del trabajo en directo! Pero sí que nos parecía importante que los protagonistas tomen la palabra y puedan dialogar. Nuestra tarea es crear las condiciones para este encuentro, acompañar un camino por el que transitamos juntos.

P.- ¿Y por la tarde?

R.- Nos acompañará, con una mirada eclesial a la educación, el cardenal prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, José Tolentino Mendonça, a quien posiblemente muchas personas conozcan por sus numerosas publicaciones en espiritualidad o por sus poemas. Junto a él, Fernando Reimers, director del programa de política educativa de la Universidad de Harvard y uno de los expertos convocados por la Unesco en 2019 para elaborar el tercer informe de este organismo sobre educación, nos ofrecerá su reflexión desde la perspectiva global. Y, cómo no hacerlo en este Congreso, la perspectiva histórica de la presencia de la Iglesia en la educación en nuestro país, encomendada a Consuelo Flecha, catedrática emérita de Historia de la Educación de la Universidad de Sevilla y miembro de la Institución Teresiana.

Habrá también un momento de síntesis de las aportaciones de los ámbitos, del que poco podemos desvelar, dado que está “en construcción”. Y un momento final en clave orante, que nos invitará a revisitar el centro, origen y meta de nuestra acción educativa, que no será muy distinto a otros espacios que seguro que vivimos en nuestros entornos y comunidades.

P.- Este Congreso se celebra cien años después de aquel que sirvió para dar un impulso a la educación católica en el Siglo XX. ¿Qué le gustaría que significase este que se celebra en este momento en el que algunos desafíos que parecían lejanos ya están aquí?

R.- Es llamativo, leyendo la prensa de la época y los documentos preparatorios, la comprensión que la Iglesia tiene de sí misma cuando mira a la educación no ha variado tanto. Ya en 1924 se convocó a iniciativa del Episcopado, creándose una “comisión ejecutiva”, se trabajó por “secciones”, hubo participación activa de una gran mayoría de instituciones educativas, paralelamente al Congreso, que tuvo diversas sedes, se celebró una exposición pedagógica y un gran encuentro en Madrid (en aquel entonces, de varios días de duración). ¡Es realmente interesante leer las crónicas de entonces!

Espero que no necesitemos más congresos para caer en la cuenta de la importancia que la educación ha tenido, y tiene, para la Iglesia, y que tanto a nivel diocesano como en foros supradiocesanos nos entendamos como una gran red de apoyo, siendo la manera habitual de trabajo la colaboración. La presencia (o ausencia) de un profesor cristiano, de un centro educativo, de un proyecto, de una actividad, etc., no es una cuestión particular, y tiene que ver con la presencia (o ausencia) de la Iglesia en un contexto concreto. Ojalá empecemos a pensar más globalmente para actuar localmente.

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