Campamento clandestino para los niños en Ucrania

Uno no siempre está preparado para hacer la pregunta de cómo pasan el verano los niños durante una guerra. Desde la parroquia greco-católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Zaporizhzhia, han puesto en marcha unas “vacaciones antitraumáticas” para los más pequeños en un lugar clandestino que no han hecho público por motivos de seguridad.



En esta ciudad ucraniana es donde reside el salesiano Maksym Ryabukha, obispo auxiliar greco-católico de Donetsk, donde aún no ha podido entrar por encontrarse en la zona de invasión rusa. Como buen salesiano, no puede dejar pasar un verano sin organizar un campamento al estilo del oratorio de Don Bosco. Sin datos públicos, han convocado a 48 niños de la parroquia que no han huido del país, ya que, según señala una de las animadoras voluntarias, Angelina Vovk, “la amenaza de atentados rusos es cada vez mayor y nadie puede decir que está a salvo, sobre todo si se divulgan datos sensibles”.

Una decena son los educadores que, junto a algunos colaboradores, han puesto en marcha esta iniciativa que ha llevado la confidencialidad hasta el extremo de que solo unos pocos de entre las familias conocen la ubicación exacta en la que se han desarrollado las actividades. Y es que cualquier dato puede ser una pista para que los rusos localicen el lugar e incluirlo entre la lista de sus posibles objetivos civiles.

En el más puro silencio

Todo para “proteger al máximo a los niños de los bombardeos”, algo en lo que se van haciendo unos expertos, puesto que la Iglesia en el país ya ha organizado más reuniones “en el más puro silencio”. “Sabemos que el Señor vela por nosotros. Pero, por nuestra parte, tenemos que hacer todo lo posible para salvaguardar la vida de los más pequeños, especialmente cuando nos reunimos”, explica Vovk a Vida Nueva.

Zaporizhzhia es actualmente la última ciudad libre de tropas rusas y hace de frontera con la zona de Donetsk, en la parte oriental del país. Allí, la mayoría de católicos son de rito bizantino y se han volcado para que las Cáritas católicas sigan funcionando desde que comenzara la invasión en febrero del año pasado.

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