Mi nueva familia ucraniana

“Ilona y su hijo han sido un gran empujón en mi vida porque vengo de un período muy feo. Hace menos de un año perdí una hija por un tumor”, cuenta a Vida Nueva Paola Sposato. A sus 74 años, la italiana acoge en su casa del barrio popular de Ponte Mammolo, en Roma, a una madre ucraniana de 38 años y a su hijo de cinco, con hidrocefalia, que se han convertido en su nueva alegría. “Me distraen y este pequeñín, con su sonrisa, me ayuda muchísimo a superar esto”, confiesa mirándolo embobada. “Con él río, juego y bromeo. Necesitamos acoger porque este no es un bien que se da, es un bien que se recibe”.



Mikhailo y su madre aterrizaron en Italia en mayo del año pasado. Con el estallido de la guerra abandonaron los alrededores de Odessa para buscar en Leópolis a quien controlara la evolución del pequeño. No lo encontraron.“Los cuidados que Mikhailo necesita no están disponibles en Ucrania porque por la guerra cerraron los hospitales y solo hay urgencias”, dice la madre en un italiano aún por pulir, pero perfectamente funcional.

Entonces, los doctores les recomendaron ir a Italia y, con la ayuda de los voluntarios de Cáritas, madre e hijo atravesaron la frontera polaca en tren y volaron a Roma. Tras una primera estancia en el hospital pediátrico Bambino Gesù, zona extraterritorial vaticana en suelo italiano, ahora viven con Paola, que les ha hecho sentir en casa. Durante nuestra visita, Mikhailo agita un sonajero y balbucea. “También quiere ser entrevistado”, bromea su madre.

Madre de acogida

Casi hay que parar a Ilona cuando empieza a elogiar a su madre de acogida: “Paola es muy buena persona; es como una abuela para Mikhailo. Estoy muy feliz de vivir con ella”. Desgraciadamente, la saturación de los recursos de acogida provocó que no aprendiera mucho italiano antes de conocerla y prácticamente todo lo que sabe lo ha adquirido a partir de septiembre, cuando empezaron a vivir juntas. “Yo hablo italiano gracias a Paola. No hablaba nada antes de que llegara a su casa y, poco a poco, lo aprendí”. La italiana se quita mérito: “De vez en cuando viene una señora de la parroquia a darle una clase y además es una chica joven y despierta, así que aprende rapidísimo”.

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