Papa Francisco: “Estamos en la sala de espera del mundo para entrar en el cielo”

El Pontífice ha presidido la Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el año

El papa Francisco en la misa por los cardenales y obispos difuntos

Expectación y sorpresa. En torno a estas dos palabras ha girado la homilía del papa Francisco en la Misa que ha presidido esta mañana en la Basílica de San Pedro en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el año. Al término de la misma, el Pontífice se ha dirigido al Cementerio Teutónico para un momento de oración en privado.



“La espera expresa el sentido de la vida, porque vivimos a la espera del encuentro: el encuentro con Dios. Todos vivimos a la expectativa. Estamos en la sala de espera del mundo para entrar en el cielo”, ha comenzado advirtiendo Jorge Mario Bergoglio sobre la expectación.

En este sentido, ha llamado a alimentar “nuestra espera del cielo, ejercitemos nuestro deseo del cielo”. “Nos hace bien preguntarnos hoy si nuestros deseos tienen algo que ver con el cielo. Porque corremos el peligro de aspirar constantemente a cosas que pasan, de confundir los deseos con las necesidades, de anteponer las expectativas del mundo a las de Dios. Pero perder de vista lo que importa para perseguir el viento sería el mayor error de la vida”, ha agregado.

Francisco ha pedido mirar “hacia arriba, porque estamos en camino hacia lo Más Alto, mientras que las cosas de aquí abajo no subirán allí: las mejores carreras, los mayores éxitos, los títulos y premios más prestigiosos, las riquezas acumuladas y las ganancias terrenales, todo se desvanecerá en un momento. Y todas las expectativas depositadas en ellos se verán defraudadas para siempre. Y, sin embargo, “¡cuánto tiempo, esfuerzo y energía gastamos preocupándonos y afligiéndonos por estas cosas!”, ha recalcado.

El Papa ha instado a los fieles a preguntarse ¿cómo es su espera? “¿Voy a lo esencial o me distraigo con muchas cosas superfluas? ¿Cultivo la esperanza o sigo lamentándome porque valoro demasiado tantas cosas que no importan?”, ha remarcado.

La gran sorpresa

Por otro lado, sobre la sorpresa, el Pontífice ha indicado que “esperaríamos que el juicio sobre la vida y sobre el mundo tuviera lugar bajo la bandera de la justicia, ante un tribunal decisivo que, tamizando todos los elementos, arrojara luz sobre las situaciones y las intenciones para siempre. En cambio, en el tribunal divino, la única cabeza de mérito y acusación es la misericordia hacia los pobres y descartados”. “El Altísimo habita en los más pequeños, el que habita en los cielos habita entre los más insignificantes del mundo. ¡Qué sorpresa!”, ha añadido.

Bergoglio ha recordado que la medida de Jesús es “un amor que va más allá de nuestras medidas, y su criterio de juicio es la gratuidad. Así que, para prepararnos, ya sabemos lo que hay que hacer: amar gratuitamente y sin esperar reciprocidad, a los que están en su lista de preferencias, a los que no pueden darnos nada a cambio, a los que no nos atraen”.

El Pontífice ha advertido contra la tentación de “endulzar el sabor del Evangelio”, porque, “a menudo, por conveniencia o comodidad, tendemos a suavizar el mensaje de Jesús, a diluir sus palabras”, ha reconocido poniendo varios ejemplos: “Alimentar a los hambrientos sí, pero el tema del hambre es complejo y ciertamente no puedo resolverlo; acoger a los inmigrantes sí, pero es una cuestión general complicada, se trata de política…”.

Así, “a fuerza de peros, de simples discípulos del Maestro pasamos a ser maestros de la complejidad, que discuten mucho y hacen poco, que buscan respuestas más ante el ordenador que ante el Crucifijo, en internet que ante los ojos de los hermanos; cristianos que comentan, debaten y exponen teorías, pero que ni siquiera conocen a un pobre por su nombre, que no han visitado a un enfermo en meses, que nunca han alimentado o vestido a alguien, que nunca se han hecho amigos de un necesitado”.

El Papa ha dejado claro que “está en nuestras manos, en nuestras obras de misericordia, no en los análisis pulidos, no en las justificaciones individuales o sociales”. “Hoy el Señor nos recuerda que la muerte viene a hacer la verdad de la vida. El Evangelio explica cómo vivir la espera: vamos al encuentro de Dios amando porque Él es amor. Y el día de nuestra despedida, la sorpresa será feliz si ahora nos dejamos sorprender por la presencia de Dios, que nos espera entre los pobres y heridos del mundo. Y espera ser acariciado no con palabras, sino con hechos”, ha subrayado.

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