El Papa advierte en la audiencia general que “si la libertad no está al servicio del bien corre el riesgo de ser estéril”

La catequesis estuvo marcada por la irrupción por dos veces de un niño en el escenario del Aula Pablo VI del Vaticano, al que Francisco agradeció por “dar un testimonio que viene del corazón”

Papa Francisco, audiencia general niño

La audiencia general que el Papa presidió este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano tuvo un protagonista inesperado, un niño que, por dos veces, subió al escenario para saludar personalmente al Pontífice e interesarse con insistencia por su solideo. Finalmente los asistentes de Francisco le regalaron uno y el chaval, de unos 10 años y con muestras de tener alguna minusvalía psíquica, bajó felizmente las escaleras para volver a reunirse con su familia.



Como en otras ocasiones similares en audiencias precedentes, Jorge Mario Bergoglio reaccionó con paciencia y simpatía ante los saludos del pequeño, ofreciéndole incluso una silla a su lado para que le acompañara durante la catequesis. Al inicio de ésta, se refirió a este episodio diciendo: “Me ha venido a la cabeza lo que decía Jesús sobre la espontaneidad y la libertad de los niños, cuando este niño ha tenido la libertad de acercarse y de moverse como si estuviera en su casa. Jesús nos dice: si no hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos”.

Animando a los fieles a tener la valentía de “acercarse al Señor y no tener miedo”, agradeció al chaval por “la lección que nos ha dado a todos” y pidió a Dios que “lo ayude en su limitación y su crecimiento porque ha dado este testimonio que venía del corazón”. Los niños, subrayó el Pontífice, “no tienen traductor automático del corazón a la vida, el corazón va por delante”.

Libertad realizada en la caridad

La catequesis estuvo dedicada a la Carta a los Gálatas del apóstol Pablo, en particular a cómo plantea que la libertad se realiza en la caridad. “Si la libertad no está al servicio del bien corre el riesgo de ser estéril y no dar fruto”, advirtió Bergoglio, subrayando que la libertad guiada por el amor “es la única que nos hace libres a nosotros y a los demás, que sabe escuchar sin imponer, que edifica y no destruye”. Esta forma de entender la libertad, en definitiva, “conduce hacia los pobres, reconociendo en sus rostros el de Cristo”.

Francisco criticó la idea moderna de que “mi libertad acaba donde comienza la tuya” por considerar que es una visión “individualista” en la que falta “la relación”. Para los cristianos, en cambio, resulta “fundamental” la dimensión social, que les permite preocuparse “por el bien común y no por el interés privado”. Esta concepción resulta particularmente importante en este momento histórico, en el que hace falta “redescubrir la dimensión comunitaria y no individualista de la libertad”. Es una lección que “nos ha enseñado la pandemia”.

No un amor de telenovela

Al hablar sobre la “paradoja del Evangelio” que supone “ser libres en el servicio, no en hacer todo lo que queremos”, el Papa destacó que es “el amor de Cristo el que nos ha liberado de la esclavitud peor”, que es la del propio yo. La libertad, de esta manera, crece con el amor, pero no “con el amor intimista, de telenovela, ni con la pasión que busca simplemente lo que nos apetece y nos gusta, sino con el amor que vemos en Cristo, la caridad: este es el amor verdaderamente libre y liberador”.

En sus saludos en los distintos idiomas en la parte final de la audiencia, Francisco tuvo palabras de reconocimiento para las Siervas de María Ministras de los Enfermos, que están celebrando su capítulo general. “Estas monjitas se pasan las noches cuidando enfermos y duermen un rato de día. Son un ejemplo de lo que es servicio hasta el fin, con abnegación de sí mismas. Sigan por este camino, gracias por lo que hacen”, les dijo al grupo de religiosas presentes en el Aula Pablo VI.

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