El papa Francisco y Pedro Sánchez: curso exprés de buena política

A Francisco se le podría aplicar el popular dicho español de que “no da puntada sin hilo”; es decir, que cualquier gesto de este Papa, incluso los solo aparentemente espontáneos, responden a una lógica personal muy meditada y pensada en todas sus consecuencias.



Esta reflexión me parece muy apropiada al considerar el “improvisado” discurso que pronunció durante la audiencia concedida al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, el pasado 24 de octubre, y que se salía del habitual protocolo reservado a sus encuentros con jefes de Estado o de Ejecutivo.

En efecto, en dicha circunstancia no está previsto que el Santo Padre dirija una alocución a sus huéspedes. En años anteriores sí se hacía; en el caso español, hay que remontarse como último ejemplo a la audiencia a José Luis Rodríguez Zapatero el 21 de junio de 2004, donde, Juan Pablo II pronunció un discurso; en él, Karol Wojtyla manifestó su esperanza de que “su Gobierno alcance los objetivos prefijados de fomentar el moderno desarrollo de España y de que, en esa tarea, se tengan en la debida cuenta los valores éticos tan arraigados en la tradición religiosa y cultural de la población”.

Agenda social

Más adelante, hablaremos de este “detalle”, pero antes hagamos la crónica de este encuentro tan deseado por La Moncloa. El 5 de octubre, en efecto, Pedro Sánchez dirigió a Su Santidad una carta en la que, después de manifestar su “sintonía y admiración con las actuaciones y doctrina de vuestro pontificado, sobre todo en lo que se refiere a su énfasis en una agenda social cada vez más necesaria”, solicitaba “poder compartir con vuestra santidad, en un próximo encuentro, esta voluntad decidida de colaboración”.

En los primeros intercambios, Madrid propuso para la entrevista la fecha del 21 de octubre, es decir, un día después de que el presidente estuviese en Roma para acudir al foro ítalo-español. No se tuvo en cuenta que la petición coincidía con la habitual audiencia pública del Santo Padre de todos los miércoles, por lo que fue rechazada. Posteriormente, se acordó que Francisco le recibiría el sábado 24 de octubre.

El presidente llegó a Roma la víspera por la tarde y, en la mañana del sábado, llegó al Patio de San Dámaso con una ligera anticipación sobre el horario previsto. Le acompañaban su esposa, Begoña Gómez, y un séquito reducido. De él formaban parte la embajadora de España ante la Santa Sede, Carmen de la Peña; Aurora Mejía, directora general para Asuntos Europeos: Jorge Mijangos, director de Protocolo; y Carmen Pérez, responsable para la Información Internacional de la Presidencia del Gobierno.

Charla de 35 minutos

La pareja presidencial fue saludada por un piquete de la guardia suiza y recibida por el regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, Leonardo Sapienza. En su compañía subieron a la segunda loggia del Palacio Apostólico, donde, después de atravesar la Sala Clementina y otras suntuosas dependencias, llegaron a la Sala del Tronetto, donde les esperaba el Pontífice.

Tras unos breves saludos iniciales, el Papa introdujo al presidente en la Biblioteca Privada, donde permanecieron 35 minutos estrictamente a solas; una duración ligeramente superior a lo habitual, lo que permite suponer que tuvieron tiempo suficiente para abordar diversas cuestiones de mutuo interés.

Finalizado el coloquio, hicieron su entrada en la biblioteca las personas del séquito que el mandatario español presentó a Bergoglio. El protocolo preveía en ese momento la recíproca entrega de regalos, pero, ante la sorpresa de todos los presentes, el Papa tomó la palabra durante nueve minutos y pronunció el discurso que más adelante analizaremos. Sánchez entregó al Papa un facsímil del magnífico Libro de Horas del obispo Juan Rodríguez de Fonseca, cuyo manuscrito se remonta al siglo XV.

No podía faltar ‘Fratelli tutti’

A este don respondió el Santo Padre con un bajorrelieve en bronce cuyos temas son la misericordia, la acogida y la fraternidad; en segundo plano están representados una mujer con su hijo entrando en la Plaza de San Pedro y una barca con emigrantes. Además, le hizo entrega de sus tres encíclicas y algunas de sus exhortaciones apostólicas; entre las primeras, no podía faltar ‘Fratelli Tutti’, tan elogiada por Sánchez en los días previos a la audiencia.

Finalizado el encuentro, el presidente y su séquito fueron encaminados hacia la Secretaría de Estado. Allí les esperaba el secretario para las Relaciones con los Estados, el arzobispo Paul R. Gallagher. Normalmente, le hubiera recibido el Secretario de Estado, pero el cardenal Pietro Parolin ya había comprometido su asistencia al traslado de los restos del cardenal Jean Louis Tauran a su iglesia titular de San Apollinare alle Terme Neroniane-Alessandrine. Con Gallagher, la conversación duró unos 45 minutos, suficientes para tratar detenidamente algunos de los temas más actuales de las relaciones Iglesia-Estado.

En torno a las once de la mañana, el presidente volvió al Patio de San Dámaso, acompañado por Juan Antonio Cruz, responsable de la Sección de Lengua Española de la Secretaría de Estado, que le despidió. Sin dilación, Pedro Sánchez y su comitiva se dirigieron al aeropuerto de Ciampino, donde les esperaba el Falcon 900 que, dos horas después, les depositaría en la base de Torrejón de Ardoz. Finalizaba así una visita muy breve, pero intensa.

Lea más:
Noticias relacionadas
Compartir