Editorial

La vía Bergoglio para España

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El 24 de octubre, Francisco recibió al presidente Pedro Sánchez. La inédita decisión del Papa de realizar una alocución pública ante el líder socialista deja entrever algunos detalles más que significativos. Sobre todo, teniendo en cuenta que no es habitual que tome la palabra ante un jefe de Estado o de Gobierno después de una cita privada.



Ello denota su conocimiento detallado de la actualidad española, teniendo en cuenta que el encuentro tuvo lugar en la misma semana en la que el Congreso de los Diputados vivía la quinta moción de censura de la democracia. Sin cometer injerencia alguna en cuestiones internas, su meditación en voz alta se entiende como el reflejo de una honda preocupación de Francisco por la crispación y la polarización partidista que vive nuestro país, lo que le llevó a dejar fuera de plano toda mención pública a las relaciones Iglesia-Estado, temas locales susceptibles de abordar a puerta cerrada.

Agenda secundaria para una comunidad católica que es testigo de una tensión parlamentaria con el peligro de derivar en una fractura ciudadana, ante una crisis social y económica como consecuencia de la pandemia que apenas acaba de empezar.

Sin entrar a juzgar hasta qué punto sus palabras fueron un tirón de orejas al presidente o una concatenación de consejos, lo cierto es que Francisco le regaló parte de ‘Fratelli Tutti’ en formato de lección magistral en poco más de ocho minutos, para alentarle a abanderar una política como “una forma muy alta de la caridad y del amor” desde “la realidad del pueblo”, alejado de “ideologías que sectarizan” y “coartadas disfrazadas de modernidad o de restauracionismo”.

La pelota en el tejado

El Papa compartió sus inquietudes y en manos de su interlocutor está a partir de ahora acoger o no lo escuchado. Con España situada como la economía del mundo más golpeada por el coronavirus y el creciente descrédito de la clase política ante la opinión pública por su gresca constante, Francisco le ha ofrecido a Sánchez contemplar un horizonte mayor que el de la inmediatez electoralista, la aprobación de los presupuestos, tener contentos a sus socios de investidura o sacar adelante su plan de reformas.

El jefe del Ejecutivo tiene en sus manos dejarse llevar por la autopista de los sondeos o ejercer como hombre de Estado capaz de encarnar una política al servicio del bien común que materialice esa “patria con todos” que le propone “construir” el Papa. La vía del liderazgo al estilo Bergoglio que pasa por la cultura del encuentro, la fraternidad universal y la amistad social es más incómoda y tortuosa, como él mismo experimenta y le reconoció, pues conlleva “el sacrificio de la propia vida”. La pelota del futuro de una patria llamada España está en el tejado de Pedro Sánchez.

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