El rostro ‘millennial’ de María

Virgen María

Es cierto que la iconografía mariana se debate aún “entre la tradición y la modernidad”, como la describe Pablo López Raso, catedrático de Arte Contemporáneo de la Universidad Francisco de Vitoria. Pero avanza, indudablemente, en un camino de renovación en el que todavía queda mucho por andar y en el que la Virgen es más humana, más joven, más pura.



“Para mí, el referente dentro de la creación sacra contemporánea de la imaginería mariana es Javier Viver, pero dentro de un ámbito de renovación. Creo que ahí es donde está el gran debate”, añade López Raso. “¿Dónde está la clave? ¿En recuperar modelos tradicionales que, en un momento dado, por el manierismo excesivo, pueden rozar lo cursi o lo convencional, lo ya demasiado trillado?”, se pregunta el catedrático. “O, por el contrario –añade–, ¿de lo que se trata es de llevar a los fieles al asombro a través del arte. Y que, así, lleven a cabo un encuentro efectivo con Cristo y con la Virgen”.

El propio Javier Viver responde: “No creo que pueda ponerme de ejemplo de nada. Todas las conversiones que provocan las obras que he hecho, y me llegan historias muy impresionantes, han sido a pesar de mí”. El escultor da testimonio con obras como La Bella Pastora de Iesu Communio, que refleja al mismo tiempo a una mujer real, cercana, y a la mujer ideal, “a la que todos nos queremos parecer, en ella todos somos mujer y madre, Iglesia naciente”, describe Viver.

Encontrar a Jesús en María

“En María estamos todos los hombres –explica así su modelo iconográfico de la Virgen–. Solo hay que acercarse a la humanidad de María para encontrar a Jesús. En las huellas de cada rostro, en la mirada de cada persona, en su cuerpo, en su anatomía está dibujada la huella dactilar del creador. Esa que se quedó grabada en el barro y en la que sopló el Espíritu de vida. Y la imagen y figura de Cristo”, dice el escultor.

“La imagen de la Virgen María es, a la vez, un símbolo que representa todas las virtudes, pero también la realidad de una mujer sencilla que conecta con nuestra humanidad”, afirma Jorge Fernández Benítez, quien junto a su hermano José Ángel continúan con el taller de arte sacro Arteaznarez, fundado en 1964 por su padre, José Luis Fernández Aznarez. “Las interpretaciones marianas son infinitas, yo utilizo mi arte como mediación para plasmar en un material físico las diferentes emociones que me demandan las sensibilidades de mis clientes. Siempre existe una base en la tradición, pero, a excepción de las réplicas, intento combinar lo soñado e intuido por el cliente con mi visión personal”.

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