El papa Francisco pide valor para “rechazar los relatos falsos y malvados” de algunos medios de comunicación

El Papa en la celebración penitencial de la cumbre antiabusos/EFE

El papa Francisco dedica su mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales a la narración, porque “para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias”. Con motivo de la fiesta de san Francisco de Sales, patrón de los periodistas, el Papa ha hecho público hoy sus reflexiones para la jornada que este año se celebrará el próximo 24 de mayo. Francisco pide a los comunicadores contar “historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos” en su mensaje titulado ‘Para que puedas contar y grabar en la memoria” (cf. Ex 10,2). La vida se hace historia’.



Según el Pontífice, “en medio de la confusión de las voces y de los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que poseemos. Una narración que sepa mirar al mundo y a los acontecimientos con ternura; que cuente que somos parte de un tejido vivo; que revele el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros”.

Tejer historias

“El hombre es un ser narrador. Desde la infancia tenemos hambre de historias como tenemos hambre de alimentos. Ya sean en forma de cuentos, de novelas, de películas, de canciones, de noticias…, las historias influyen en nuestra vida, aunque no seamos conscientes de ello. A menudo decidimos lo que está bien o mal hacer basándonos en los personajes y en las historias que hemos asimilado. Los relatos nos enseñan; plasman nuestras convicciones y nuestros comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes somos”, explica Jorge Mario Bergoglio.

El hombre “es el único ser que necesita ‘revestirse’ de historias para custodiar su propia vida. No tejemos solo ropas, sino también relatos: de hecho, la capacidad humana de ‘tejer’ implica tanto a los tejidos como a los textos. Las historias de cada época tienen un ‘telar’ común: la estructura prevé ‘héroes’, también actuales, que para llevar a cabo un sueño se enfrentan a situaciones difíciles, luchan contra el mal empujados por una fuerza que les da valentía, la del amor. Sumergiéndonos en las historias, podemos encontrar motivaciones heroicas para enfrentar los retos de la vida”, indica.

No todas las historias son buenas

Por otra parte, Bergoglio denuncia al que se sirve del llamado ‘storytelling’ con fines instrumentales. “A menudo, en los telares de la comunicación, en lugar de relatos constructivos, que son un aglutinante de los lazos sociales y del tejido cultural, se fabrican historias destructivas y provocadoras, que desgastan y rompen los hilos frágiles de la convivencia. Recopilando información no contrastada, repitiendo discursos triviales y falsamente persuasivos, hostigando con proclamas de odio, no se teje la historia humana, sino que se despoja al hombre de la dignidad”.

Sin embargo, confía en que las historias utilizadas con fines instrumentales y de poder “tienen una vida breve”, mientras “una buena historia es capaz de trascender los límites del espacio y del tiempo”. “En una época en la que la falsificación es cada vez más sofisticada y alcanza niveles exponenciales (el ‘deepfake’), necesitamos sabiduría para recibir y crear relatos bellos, verdaderos y buenos. Necesitamos valor para rechazar los que son falsos y malvados. Necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy; historias que saquen a la luz la verdad de lo que somos, incluso en la heroicidad ignorada de la vida cotidiana”, sostiene.

La Historia de las historias

El Papa recuerda que “la Sagrada Escritura es una Historia de historias. ¡Cuántas vivencias, pueblos, personas nos presenta! Nos muestra desde el principio a un Dios que es creador y narrador al mismo tiempo. A través de su narración Dios llama a las cosas a la vida y, como colofón, crea al hombre y a la mujer como sus interlocutores libres, generadores de historia junto a Él”.

En este sentido, “la Biblia es la gran historia de amor entre Dios y la humanidad. En el centro está Jesús: su historia lleva al cumplimiento el amor de Dios por el hombre y, al mismo tiempo, la historia de amor del hombre por Dios. El hombre será llamado así, de generación en generación, a contar y a grabar en su memoria los episodios más significativos de esta Historia de historias, los que puedan comunicar el sentido de lo sucedido”.

Una historia que se renueva

“La historia de Cristo no es patrimonio del pasado, es nuestra historia, siempre actual. Nos muestra que a Dios le importa tanto el hombre, nuestra carne, nuestra historia, hasta el punto de hacerse hombre, carne e historia. También nos dice que no hay historias humanas insignificantes o pequeñas”, señala Francisco. Después de que Dios se hizo historia, “toda historia humana es, de alguna manera, historia divina. En la historia de cada hombre, el Padre vuelve a ver la historia de su Hijo que bajó a la tierra. Toda historia humana tiene una dignidad que no puede suprimirse. Por lo tanto, la humanidad se merece relatos que estén a su altura, a esa altura vertiginosa y fascinante a la que Jesús la elevó”.

Asimismo, Bergoglio recuerda que, “por obra del Espíritu Santo, cada historia, incluso la más olvidada, incluso la que parece estar escrita con los renglones más torcidos, puede renacer como una obra maestra, convirtiéndose en un apéndice del Evangelio”. “Cada uno de nosotros conoce diferentes historias que huelen a Evangelio, que han dado testimonio del Amor que transforma la vida. Estas historias requieren que se las comparta, se las cuente y se las haga vivir en todas las épocas, con todos los lenguajes y por todos los medios”, añade.

Una historia que nos renueva

“Contarle a Dios nuestra historia nunca es inútil; aunque la crónica de los acontecimientos permanezca inalterada, cambian el sentido y la perspectiva. Contarse al Señor es entrar en su mirada de amor compasivo hacia nosotros y hacia los demás. A Él podemos narrarle las historias que vivimos, llevarle a las personas, confiarle las situaciones. Con Él podemos anudar el tejido de la vida, remendando los rotos y los jirones. ¡Cuánto lo necesitamos todos!”, asegura el Papa.

“Con la mirada del Narrador —el único que tiene el punto de vista final— nos acercamos luego a los protagonistas, a nuestros hermanos y hermanas, actores a nuestro lado de la historia de hoy. Sí, porque nadie es un extra en el escenario del mundo y la historia de cada uno está abierta a la posibilidad de cambiar. Incluso cuando contamos el mal podemos aprender a dejar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y hacerle sitio”, asevera.

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