La Comunidad Sant’Egidio México pide ayuda para terminar su casa sede

  • El proyecto beneficiaría a incontables niños indígenas y en situación de calle, principalmente en la alcaldía de Cuauhtémoc
  • La creatividad de los voluntarios más la buena voluntad de muchas personas están haciendo posible el sueño de este movimiento

En la colonia Roma de la Ciudad de México la Comunidad Sant’Egidio planea construir su casa sede, pero la empresa no es fácil, pues si bien actualmente ya cuenta con un terreno muy bien ubicado cerca de la Glorieta de Insurgentes, poner los cimientos y levantar los muros requiere de bastante esfuerzo, pero sobre todo, de muchos recursos económicos.

Sant’Egidio es una comunidad internacional de laicos cuya labor está enfocada en la atención a los pobres, la búsqueda de la paz y la promoción de la oración. En México, esta organización que cuenta con más de 25 años de presencia, actualmente tiene una meta a corto y mediano plazo: contar con un lugar digno para atender a niños en situación de vulnerabilidad que deambulan por el centro de la Ciudad de México, especialmente a niños de la calle.

Todo suma

En entrevista con Vida Nueva, César Cárdenas, miembro de la comunidad, explicó que para obtener los recursos y sacar adelante el proyecto, se realizan diferentes actividades, entre ellas algunos conciertos como el del cantante Julio Ponze, que tuvo lugar el pasado sábado 15 de junio en el Casino Life de la Ciudad de México, donde se presentó la maqueta de lo que será la casa. Como este evento habrá otros cuatro en lo que resta del año.

César Cárdenas calculó que para el mes de diciembre se estarían poniendo los primeros cimientos del lugar, y detalló que el proyecto de construcción en general se está haciendo en conjunto con estudiantes y profesores de arquitectura y diseño de la Universidad Anáhuac, quienes trabajan con base en el modelo de una empresa italiana denominado “Ladrillo sobre ladrillo”, que consiste en una mezcla de tierra con cal y cemento, con lo cual se elaboran blocks antisísmicos muy baratos.

En este sentido, hizo un llamado para que todas las personas colaboren en la medida de sus necesidades, porque “todo suma… cada ladrillo que se compre va a sumar para hacer posible el proyecto. Algunos tienen material para piso o para baños o para jardín que no ocupan, y lo donan. Hay, por ejemplo, una empresa que se va a cambiar de oficinas y nos ha ofrecido su mobiliario para que lo vendamos y utilicemos los fondos en beneficio de la comunidad; cualquier cosa se puede hacer, es cuestión de imaginación y creatividad, buena fe y voluntad”.

Los beneficiados

Actualmente, unos 150 niños en situación de pobreza reciben atención en este terreno. La comunidad les ofrece no sólo alimento y educación, sino que también les organiza actividades recreativas y juegos.

“Todos somos voluntarios y por lo tanto ofrecemos gratuitamente nuestro tiempo y esfuerzo con la única finalidad de construir un mundo mejor”, explica César Cárdenas, al tiempo que recuerda que la Cuauhtémoc tiene el número más alto de personas en situación de calle con respecto a las otras alcaldías.

Aseguró que a finales del mes de agosto se convocará a los vecinos y autoridades de la alcaldía para que conozcan la comunidad y el proyecto de la casa. “Queremos que el proyecto sea algo bueno para el barrio y por lo tanto necesitamos involucrar a los vecinos, queremos que estén seguros de que mediante la inclusión pueden construir un barrio mejor. Lo mismo para las autoridades”.

Y como parte de esta inclusión, adelantó que próximamente visitarán las universidades de los alrededores para que los jóvenes se sumen como voluntarios; “ahora que se acerca el verano, cada año organizamos un campamento a los niños y convocamos a los jóvenes como voluntarios”.

Ser voluntario es conocer a Jesús

Sobre su experiencia de ser voluntario en Sant’Egidio, César Cárdenas aseguró que es conocer a Jesús; “el Evangelio nos dice que quien recibe a cada uno de los niños, lo recibe a él, y como dice el Evangelio de Mateo, quien recibe a cada uno de los pobres, a un chico de la calle, a un enfermo, a un anciano, está recibiendo a Jesús”.

Ser voluntario en Sant’Egidio –agregó- es también una experiencia social, “tan cerca de las carencias y las propias injusticias de la vida, es una experiencia totalmente evangelizadora, donde se tocan las principales llagas de la injusticia. “Esas personas han nacido con una pobreza que no les permite tener un nivel adecuado de nutrición, y no les permite desarrollarse física o intelectualmente”.

Señaló que los voluntarios aprenden también a dimensionar su problema “pues a veces nos damos cuenta que nuestras dificultades no son tan complejas como las que viven estas personas que no tienen para comer y menos para educación. Se aprende a ver lo que nos dice Jesús: ‘hay más alegría en dar que en recibir’. El dar un poco de su tiempo y a veces de su dinero ayuda a las personas a recobrar el sentido de su vida, pues les hace sentirse útiles. Se dan cuenta de que el amor es un motor que puede impulsar grandes cambios”.

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