Francisco: “La Cuaresma es un tiempo para abrir la puerta a cualquier necesitado”

mujer sin techo con maleta y bolsas espera a otra persona en la Plaza de San Pedro del Vaticano

En su mensaje, el Papa recuerda que “cerrar el corazón a Dios tiene como efecto cerrar el corazón al hermano”

mujer sin techo con maleta y bolsas espera a otra persona en la Plaza de San Pedro del Vaticano

M. GÓMEZ | En la mañana de hoy martes 7 de febrero, el Vaticano ha hecho público el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2017, titulado La Palabra es un don. El otro es un don. El texto invita a los fieles a vivir este especial tiempo litúrgico como un tiempo “propicio” para abrir las puertas y el corazón al prójimo, escuchando la Palabra de Dios como guía hacia la conversión.

En su mensaje, el Papa glosa la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro, empezando por cómo el texto bíblico describe a ambos personajes: “El pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas. El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado. (…) El pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente ‘Dios ayuda’. Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal”.

Con todo, “Lázaro nos enseña que el otro es un don”. “Para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable”. Y por eso en esta Cuaresma Francisco invita a “abrir al puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo”.

Por su parte, el rico, “al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica solo como ‘rico’ (…). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia”. Su figura le sirve al Pontífice para denunciar la codicia, “causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico”, y desde ahí, hacernos vanidosos y soberbios.

El verdadero problema del rico, señala el Papa, es “no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo”. Así, “la Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.

Finalmente, Francisco resume su mensaje en que “oremos unos por otros” para que “sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres”. Y deja tres recomendaciones específicas para este tiempo:

  • “Renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo”.
  • “Intensificar la vida del espíritu” a través del ayuno, la oración y la limosna.
  • Manifestar la renovación espiritual participando en las distintas campañas de Cuaresma que diversas organizaciones de Iglesia promueven en el mundo “para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana”.

El hombre rico y Lázaro, el pobre (Lucas 16, 19-31)

19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. 20 Y había también un pobre, llamado Lázaro, tendido en el portal y cubierto de úlceras, 21 que deseaba saciar su hambre con lo que tiraban de la mesa del rico. Hasta los perros venían a lamer sus úlceras.

22 Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. También murió el rico y fue sepultado. 23 Y en el abismo, cuando se hallaba entre torturas, levantó los ojos el rico y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. 24 Y gritó: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la yema de su dedo y refresque mi lengua, porque no soporto estas llamas”. 25 Abrahán respondió: “Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está aquí consolado mientras tú estás atormentado. 26 Pero, además, entre vosotros y nosotros se abre un gran abismo, de suerte que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni tampoco puedan venir de ahí a nosotros”.

27 Replicó el rico: “Entonces te ruego, padre, que lo envíes a mi casa paterna, 28 para que diga a mis cinco hermanos la verdad y no vengan también ellos a este lugar de tormento”. 29 Pero Abrahán le respondió: “Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que los escuchen!”. 30 Él insistió: “No, padre Abrahán; si se les presenta un muerto, se convertirán”. 31 Entonces Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto”.

Traducción de la Casa de la Biblia

 


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