El legado de Berta Cáceres sigue vivo

Cuatro meses después de su asesinato, las comunidades indígenas denuncian que Honduras continúa “en venta”

pintada en la entrada de una iglesia en la localidad de La Esperanza, Honduras, denunciando el asesinato de la líder Berta Cáceres

“A Berta la mató el Estado”, reza una pintada en la entrada de una iglesia en La Esperanza

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: RAQUEL CARBALLO | El 3 de marzo, La Esperanza (Honduras) se sumió en un silencio sordo e indignado. Habían asesinado a la líder indígena Berta Cáceres, y cientos de asociaciones clamaron que había sido un crimen político con un último responsable: el Estado. La Coordinadora de ONG para el Desarrollo la lloró así: “La han asesinado, pero no saben que vuelve a su tierra, de la que nunca salió; en ella es semilla. Desde allá seguirá vigilante y atenta, cuidando de sus gentes y su entorno”. Cuatro meses después, y al cumplirse un año de Laudato si’, la encíclica sobre el medio ambiente de Francisco, el legado de quien la encarnó sigue vivo.

Como constata Raquel Carballo, responsable del Área de Centroamérica en Manos Unidas, la situación es dramática: “Honduras, sobre todo en la región occidental, donde se agrupan las comunidades indígenas lencas, está en venta. Tal cual. Se imponen intereses económicos extranjeros con un modelo ajeno y trasnochado, que ni respeta la vida de sus pobladores ni la de los territorios en armonía con el ecosistema”.

Algo que Carballo, aun consciente de que este fenómeno tiene antecedentes, fecha en un momento concreto: “El golpe de Estado encubierto que en 2009 acabó con el Gobierno de Zelaya agudizó la situación. Desde entonces, la contestación se reprime sin rubor. Los que denuncian que el Estado está en venta corren hoy un riesgo muy fuerte. Decenas de líderes comunitarios han sido encarcelados, torturados y asesinados. Berta Cáceres era la cara conocida a nivel internacional, pero muchos más compañeros pasan por lo mismo”.

Un caso sangrante es el de Ana Miriam Romero, miembro del movimiento indígena lenca. Estaba embarazada cuando, recientemente, fue atacada y torturada… Hasta 30 personas la asaltaron en casa. Pese a todo, reina la impunidad ante este ejército paralelo que no deja de crecer.

 

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