En rescate de un cielo nuevo

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Un apuesta por la primera infancia en Altos de Cazucá

El árbol del ahorcado extiende sus ramas sobre la única loma inhabitada del sector. Una cantera a media altura devela la entraña del cerro convertida en fuente de materiales para construcción. Opera la maquinaria. La explotación delimita una frontera tácita. Sobre el costado de la montaña nadie más se ha animado a invadir. Como ante un dique invisible, allí se detiene el oleaje que entre declives conforman al occidente cientos de casas levantadas de manera ilegal. Piedras sobre los techos de lata para hacer frente a la acción del viento. Caminos como quebradas en tiempos de lluvia, que han sido testigos de la pobreza y del exterminio social.

Donde la violencia se concentra abundan los intereses que hacen de la vida una ocasión de ganancia, un instrumento de transacción. En reacción a su Capítulo General de 2005, hace siete años las religiosas teresianas dieron un paso al frente para asentarse e iniciar un apostolado en Altos de Cazucá. Muy pronto la experiencia se perfiló como una posibilidad de rescatar niños y niñas de la red de tráficos y abusos que tienen lugar en este sector. “Educar es la mejor manera de amar”, reza un mensaje a la vista de todos en una de las sedes del Centro Comunitario Jesús Maestro. La casa está situada en el barrio El Oasis (Soacha). Según la Hna. Luz Marina Valencia, gestora de la iniciativa, es imposible no escuchar el grito de Dios al aproximarse al dolor y a las consecuencias de la injusticia en Cazucá.

DSC09161“¿Por qué no nos vamos para el cielo?”, le dijo alguna vez a Luz Pertuz uno de sus hijos. A pesar de su corta edad, el niño ya conocía la tragedia del desplazamiento forzado, la incertidumbre del desarraigo y la tristeza que el hambre pone en el alma. Proveniente de Bolívar, Luz, su esposo y sus cinco hijos, habían tenido que dejar su tierra por cuenta de la guerrilla. Como segunda estación de su éxodo, llegaron a Ciudad Bolívar, donde lograron conseguir una pieza en el barrio Caracolí. Una vez allí, no faltaron las muestras de discriminación ni los robos, a pesar de que no contaban entonces ni siquiera con lo mínimo para vivir dignamente. “Toda la vida me ha costado hacer así…”, explica Luz, extendiendo su mano y recordando las veces en que pasó vergüenzas buscando la forma de que sus hijos no desfallecieran por falta de alimento. Con el tiempo, su relación de pareja se deterioró. Su esposo la abandonó y ella tuvo que hacerse cargo de la familia en medio de una realidad adversa que ha logrado sobrellevar gracias al apoyo ofrecido en el Centro Comunitario. En cierta ocasión, uno de sus hijos mayores recibió una puñalada; sobrevivió, a pesar de que el ataque comprometió un pulmón. Compañeros de colegio, acerca de cuyas muertes su hijo le ha informado, no corrieron con la misma fortuna. En el sector, muchos niños y adolescentes son cooptados por mercaderes de la droga que más tarde los involucran en acciones delictivas aprovechándose de la soledad, el hambre y la falta de oportunidades. Tres realidades a las cuales Jesús Maestro pretende dar respuesta uniendo esfuerzos, carismas y recursos.

El cielo de Sabine

DSC09144Sabine Bogaert, hermanita de Nazaret de origen belga, llegó a Altos de Cazucá hace siete años, cuando recién iniciaba labores un jardín que en la actualidad funciona en el barrio Santa Viviana (Ciudad Bolívar). En coherencia con el estilo de vida que caracteriza a su congregación, la religiosa buscaba una forma de empleo que le permitiera compartir laboralmente el destino de la mujer obrera. Por eso le propuso a la Hna. Luz Marina que le concediera hacerse cargo de las labores de limpieza en el Centro Comunitario. No lo permitió la teresiana, pero tampoco desaprovechó la ocasión para que tuviera lugar en el jardín una interesante experiencia intercongregacional, a la cual se han unido también otras personas.

En sintonía con su formación profesional y su experiencia al frente de coros infantiles, Sabine está a cargo de un proceso de educación para la paz a través de la enseñanza del canto y de la interpretación de algunos instrumentos musicales. Sometida cuatro días a la semana a la terapia de abrazos que las niñas y niños buscan y ofrecen, ha podido atestiguar el cambio que experimentan: cómo se les transforma el rostro y la vida debido a que gozan en el jardín de un espacio seguro en el cual no tienen que luchar ni por un bocado ni por el afecto.

DSC09135Hay aprendizajes que difícilmente adquirirían si no fuera por Jesús Maestro. Cantar juntos desarrolla en ellos el valor de la escucha y del respeto, así como la capacidad de tener en cuenta al otro. Sostener entre las manos un instrumento musical habla del valor del cuidado. Interpretar, aunque sea de manera sencilla, una canción le demuestra a la niña y al niño que son capaces de la belleza y, por lo tanto, de la creación. Ensayar con la mirada puesta en un propósito a largo plazo como puede ser el concierto de Navidad les enseña que se puede lograr algo en la vida, siempre y cuando exista disciplina.

Profe, ¿usted cree en el cielo? le preguntó alguna vez un niño a Sabine.

Sí, yo creo… le respondió ella, expectante con relación a lo que el niño le quería decir.

El cielo es que tú me quieras y yo te quiera.

Hay milagros que le arrancan lágrimas a los ojos. Para Sabine, el hecho de que un niño en Altos de Cazucá descubra que existen otros valores y otra forma de vida es uno de ellos. Al parecer, después de todo, un cielo nuevo y una tierra nueva todavía son posibles.

Miguel Estupiñán

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