Pedagogía de la corridez

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Una propuesta educativa para la convivencia armónica y la dignificación de la vida

En la puerta del sur del Cauca, sobre el valle del Patía se divisa el corregimiento de Galíndez. Abrazado por más de cuarenta grados y bordeado por los ríos Guachicono y San Jorge, el corregimiento cuenta con una riqueza natural única. Su cercanía a la vía Panamericana lo ha hecho escenario de movilizaciones de las comunidades afrocolombianas que han visibilizado, a través de sus protestas, el abandono estatal. Su ubicación estratégica, como corredor hacia el Pacífico, y la riqueza mineral de la tierra han hecho a este corregimiento víctima de la minería ilegal y un trofeo para los grupos armados que se han disputado su dominio y han reclutado a niños y niñas de las comunidades del Patía. Con todo, el corregimiento de Galíndez ha resistido los embates de la violencia, del deterioro ambiental y de la pobreza. El trabajo pedagógico incansable de la maestra María Dolores Grueso y su equipo del colegio Dos Ríos, maestras, maestros, estudiantes, egresados y las familias de la comunidad, han evitado que los jóvenes tomen el camino de la violencia. Lola, la maestra corrida, la mujer patiana, la lideresa de ébano, como suelen llamarla; ha creado, ante los desafíos que le ha impuesto su realidad, una propuesta educativa llamada la “La pedagogía de la corridez”: un canto a la vida, a la escuetería (libertad), que se fundamenta en la armonía y en el afecto y cuya metodología traspasa los muros de la escuela, para abrirse a la comunidad y al entorno natural.

Pensorriquear: pensar rico y en grande

pacifista“Este valle del Patía me vio nacer y crecer/ con cultura campesina todos mis sueños alcancé”, versa la maestra Lola, mientras recuerda cómo a inicios de los ochenta se creó el precedente de la pedagogía de la corridez con la Banda de Tarros: “esta banda nace de la necesidad de resolver los desafíos de la vida cotidiana, las necesidades de la escuela, ante la carencia de materiales para las actividades didácticas”. La maestra Lola se formó en La Escuela Normal Superior San Carlos de La Unión (Nariño). Allí estuvo en la banda de guerra del colegio franciscano. Cuando en 1981 fue nombrada como maestra en la institución Dos Ríos, quiso que aquella experiencia musical se integrara a la vida de las niñas y niños patianos, pero no había instrumentos. “Soy campesina, tengo alma campesina”, dice la maestra, al rememorar que esa recursividad propia del campesino, la llevo a experimentar con los materiales del entorno hasta crear instrumentos para la banda. Galones, tarros, palos, puntas de azadones, estribos de cabalgadura, cuernos de ganado y tapas de ollas: todo sirvió. A pesar de las burlas de algunos y de la sorpresa de otros, la maestra Lola, “pensorriqueando: pensando en grande y no hasta la nariz”, conformó la Banda de Tarros que hoy día cuenta con el reconocimiento de toda la comunidad patiana, ha sido reseñada por canales como Telemundo y Caracol y participó en Escuela siglo XXI, evento organizado por el Ministerio de Educación.

Bibliotecas vivas y bioaulas

Esta propuesta pedagógica se soporta en el contexto natural y cultural. A las clases dictadas por maestros licenciados, se suman las clases de las bibliotecas vivas, es decir, los conocimientos culturales y ancestrales de los sabedores y sabedoras de la comunidad. Ellos se integran como maestros a la escuela o los estudiantes van a visitarlos. La maestra Lola recuerda algunas de las bibliotecas vivas con las que ha contado Dos Ríos: “la señora Rosaida sabe mucho de agricultura, en su parcela cerca al río nos enseña sobre la producción del Patía; doña Adoración, de 75 años, nos enseña el mazamorreo, una práctica de minería artesanal fundamental para nuestra comunidad; mi madre, Gerardina, de 87 años, es cantaora y fue maestra de escuela medio siglo, así que su saber es fundamental para los nuevos maestros y maestras; la señora Aura Eliza Beltrán es experta en gastronomía, nos enseña a preparar guampines, envueltos y dulces patianos; don Egidio Amaya y don Virgilio son médicos tradicionales que nos transmiten conocimientos sobre las plantas que aprendieron de sus padres y abuelos”. Ya que el énfasis de la institución educativa es el agroturismo, estos saberes se integran armónicamente al currículo. En la estrategia de las bibliotecas vivas, dice la maestra corrida, “se unen el pasado con el ahora y con el futuro y se mantienen vivos en el tiempo los conocimientos de los ancestros africanos”. Otra estrategia fundamental de la pedagogía de la corridez son las bioaulas o aulas de vida. En vez de usar las pantallas de los computadores, las búsquedas en internet, el tablero o una cartelera, esta propuesta procura los contextos naturales de aprendizaje. A la orilla del río, por ejemplo, se comprenden mejor las características biológicas y químicas de un cuerpo de agua, el sentido de la vida, el respeto por la naturaleza y las problemáticas ambientales que afectan a la comunidad. Las bioaulas son un laboratorio vivo en el que los niños aprenden en la interacción con la madre naturaleza. Además, menciona el profesor Jesús Grueso, “son espacios de alegría, en donde hay propuestas nuevas, una alternativa al clima de 40°C que se vive en Galíndez”. Las bioaulas son un desafío a las metodologías, una alternativa a la carencia de medios y una invitación a salirse de los esquemas infructuosos.

Educar para la libertad y la paz

DSC_0181La educación, afirma la maestra Lola, “le da a uno libertad, le permite vivir de manera digna, dignificando no solo la vida de uno, sino la vida de los demás”. Por ello, esta es una propuesta “para la paz, en estos días de conflictividad, (…) es una pedagogía del comprender  y de juntos construir, de ser uno y ser con otro, de hacer uno y hacer con otro, de tener uno y tener con los otros, de trascender juntos, una pedagogía abierta a la comunidad”. La pedagogía de la corridez viene trabajando por la paz desde sus inicios, porque se fundamenta en el aprendizaje para la armonía y su finalidad es hacer de la vida de sus estudiantes “una vida más bonita”. A pesar de los grandes esfuerzos de toda la comunidad, los desafíos son grandes. De los estudiantes que se gradúan de bachillerato en Patía son pocos los que pueden acceder a la educación universitaria, ya que “la mayoría de la gente patiana vive del pancoger, del mazamorreo o son madres cabeza de familia y no tienen recursos para sostener a los hijos que se van a estudiar a las ciudades”, afirma la lideresa. No obstante, entidades como la Universidad del Cauca, la Escuela Intercultural del Macizo Colombiano y la ONG Save the Children han sumado esfuerzos para apoyar a las instituciones educativas de la región, mediante proyectos educativos que permitan invertir esta lógica y que sigan estimulando propuestas innovadoras como la de la maestra Lola.

Didácticas que estimulan

El doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos y compilador del libro Pedagogía de la Corridez, Adolfo Albán Achinte, afirma que esta práctica educativa es interesante, porque no se queda en la queja, sino que resuelve a través de didácticas que estimulan el aprendizaje. Leidy Lorena Gamboa, egresada de la institución, dice que esta manera de vivir la educación le ayudó a sentir orgullo de su cultura y a crecer inmersa en valores como la convivencia, el respeto por el medioambiente y la búsqueda de la paz. Andrés Caicedo Oliveros, otro egresado, ha dicho que “la infraestructura de su colegio es el afecto”.

Biviana García

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