Francisco en África

AF_centroafricana

Ofreció una receta para acabar con la radicalización de los jóvenes en Kenia, puso como ejemplo a seguir a los mártires de Uganda y trató de impulsar un tiempo nuevo en la República Centroafricana para conseguir la paz.

Los niños, de entre tres y diez o doce años de edad, formaron un pasillo alrededor de uno de los lados de la iglesia de Saint Sauveur de Bangui, situada en el centro de la capital centroafricana. Llevaban en sus manos pañuelos de tela en los que habían escrito multitud de mensajes: “paz”, “reconciliación”, “amor”, “educación”, “perdón”, “verdad”, “unidad”, “piedad”… Los pequeños y sus familias habían buscado refugio en el campamento levantado en los terrenos alrededor del templo para huir de la violencia que sufre el país. En sus manos llevaban los sueños de su pueblo. Cuando llegó el Papa al recinto, se desató el delirio. Francisco se sentía en su salsa: ajeno tanto a la nube de fotógrafos y cámaras de televisión que le acompañaban como al dispositivo de seguridad, solo tenía ojos para los críos que estaban frente a él. Les fue saludando con cariño uno a uno, como hizo con los adultos que se le acercaron para estrecharle la mano o para pedirle una bendición. En mitad de este ambiente de júbilo general, el portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, se acercó a un periodista y le dijo: “¿Han entendido ahora por qué el Papa quería venir a Bangui?”. A su lado, el cardenal Fernando Filoni se había dejado llevar por la emoción y no tenía empacho en fotografiar con su móvil a los críos poco antes de que el Pontífice les dijera a los presentes: “La paz es posible porque todos somos hermanos”.

AF_ambiente3_opt

Jóvenes durante la vigilia en Kampala

Las palabras de Lombardi no eran gratuitas. Francisco llegó a Bangui a pesar de que lo tenía todo en contra para visitar este país sumido en una guerra civil desde que, a finales de 2012, los rebeldes musulmanes de la Seleka dieron un golpe de Estado que no prosperó. Respondieron los cristianos y animistas organizando milicias armadas bautizadas como anti-balaka (antimachete). En poco tiempo, superaron la brutalidad contra los civiles de sus rivales y obligaron a que la mayoría de los musulmanes del país (el 15% de los 5,4 millones de habitantes) se convirtieran en refugiados o en desplazados internos. Alrededor de una cuarta parte de la población total de esta excolonia francesa se ha visto obligada a dejar sus casas. A Jorge Mario Bergoglio no le dejó indiferente la degradación de la República Centroafricana, una de las naciones más pobres del mundo y que ya cumple todas las características para ser considerada un Estado fallido. Quiso visitar Bangui para poner a disposición de la paz todo su peso como gran líder espiritual contemporáneo. Por eso no extraña que Lombardi asintiera complacido cuando el periodista le respondió a su pregunta: “Ahora hemos entendido por qué Francisco quería venir a África”.

Inicio del Jubileo

Impulsar la reconciliación y devolver la esperanza a las víctimas de la guerra en la República Centroafricana eran los objetivos principales del viaje más peligroso del pontificado hasta ahora. Esta voluntad quedó plasmada en un gesto: la apertura de la Puerta Santa de la catedral de Bangui una semana antes del comienzo oficial del Año Santo. Esta martirizada ciudad se convertía así en “la capital espiritual de la misericordia”. El inicio antes de tiempo del Jubileo extraordinario en esta tierra muestra la intención del Pontífice de que el perdón prenda entre la población local. Por ello Bangui fue el primer lugar de África al que el Papa argentino quiso viajar. Kenia y Uganda fueron etapas que se añadieron posteriormente al programa y que han servido, igualmente, para que Francisco salde la deuda que tenía con este continente, el único que todavía no había pisado.

Eucaristía en el campus de Nairobi

Eucaristía en el campus de Nairobi

En estos seis días de peregrino por tierras africanas, la obsesión por la seguridad ha sido una constante. Y no solo en la República Centroafricana. También se temía por lo que pudiera ocurrir en Kenia, pues los islamistas radicales de Al Shabaab, radicados en Somalia, ya han mostrado en varias ocasiones su capacidad para cometer atentados en la nación vecina. El ataque más sangriento tuvo lugar en abril en la universidad de Garissa, al este del país, en el que murieron 148 estudiantes cristianos.

Francisco aprovechó su estancia en Kenia, primera etapa de su gira, para tratar de abrir los ojos tanto a la población local como a la occidental acerca de cuáles son las circunstancias que llevan a un joven a comprometerse con el radicalismo religioso. Sus palabras llegaban dos semanas después de los atentados perpetrados por el autodenominado Estado Islámico en París. En el discurso ante las autoridades kenianas, denunció que “la pobreza y la frustración” provocan “la violencia, los conflictos y el terrorismo, que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación”. Denunciaba así parte de las causas de esa “Tercera Guerra Mundial a trozos” que, según él, se está librando en el planeta estos últimos años. Para derrotar a los “enemigos de la paz y la prosperidad” y acabar con este conflicto larvado, apeló a la necesidad de hombres y mujeres comprometidos con los grandes valores “espirituales y políticos”.

Las palabras del Papa no iban dirigidas solo a los poderosos. Tanto en este primer discurso como en la gran mayoría de las homilías y alocuciones posteriores, los grandes destinatarios de su mensaje han sido los jóvenes. En sus manos está la construcción de una realidad distinta: es ley de vida. Cuentan a su favor, además, con las pirámides de población. Basta pensar que un 60% de los kenianos y de los centroafricanos tiene menos de 24 años. En Uganda el porcentaje es aún mayor: 69%. Esta predominancia de la juventud es palpable en las calles: no había más que mirar quiénes formaban las muchedumbres que han aclamado a Francisco por las calles de Nairobi, Kampala y Bangui. El Papa ha subrayado el protagonismo de los jóvenes en la formación de una sociedad plural, unida, reconciliada y volcada en la paz durante los encuentros que ha mantenido con ellos en los tres países que ha visitado. En todas estas citas, Bergoglio ha dado lo mejor de sí, dejando a un lado los textos que tenía preparados e improvisando discursos frescos y sentidos que superaron las expectativas.

Una joven ugandesa seropositiva relata su experiencia ante el Papa

Una joven ugandesa seropositiva relata su experiencia ante el Papa

El más multitudinario fue el que presidió en el antiguo aeropuerto de Kampala ante 150.000 personas, que bailaron y cantaron durante horas en espera de que comenzara el evento. En toda la gira africana han sido constantes estas manifestaciones espontáneas de alegría unidas a la fe, fruto de la inculturación del cristianismo en esta tierra. Incluso monjas y sacerdotes con sotana se atrevieron con bailes intensos y animados. El encuentro con la juventud ugandesa acogió testimonios muy duros, representantes de dos de los grandes problemas que sufre el continente. Uno era de una chica seropositiva cuyos padres habían muerto de sida cuando ella tenía siete años. El otro joven que relató su experiencia había sido secuestrado cuando estudiaba en un seminario menor por los guerrilleros del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), cuyo líder es el fanático Joseph Kony. Ya expulsado de Uganda, el LRA lleva años siendo una de las peores pesadillas de toda esta zona de África. Francisco invitó a los jóvenes a que no se desanimaran ante las dificultades y se atrevieran a transformar “lo negativo en positivo”. Para ello contaban con el sostén de la oración. A través de ella, dijo, “Jesús entra en nuestro corazón y nos cambia la vida”.

Sida y condón

Pese a los dos testimonios del encuentro en el antiguo aeropuerto de Kampala, el Pontífice no afrontó directamente el problema de los niños soldados, que tanto daño ha hecho a Uganda y a otros países de la zona. Tampoco el del sida. Sobre este último asunto le tocó pronunciarse en el vuelo de vuelta a Roma durante su habitual entrevista con los periodistas. Uno de los informadores quiso saber si había llegado el momento de que la Iglesia Católica cambiara su postura sobre el condón como herramienta de lucha contra el VIH, pero Francisco no quiso arriesgar con este polémico tema: “Es uno de los métodos. La moral de la Iglesia se encuentra, pienso, en este punto, frente a una perplejidad. O el quinto o el sexto mandamiento: la vida o que la relación sexual esté abierta a la vida. Pero este no es el problema. El problema es más grande. Esta pregunta me hace pensar en la que le hicieron a Jesús una vez: ‘Dime, maestro, ¿es lícito curar el sábado?’. Es obligatorio curar. Esta pregunta si es lícito curar… La malnutrición, el trabajo esclavo, la explotación, la falta de agua potable… Esos son los problemas”, apuntó el Papa, que invitó a reflexionar más allá del preservativo: “No hablemos de si se puede usar esta tirita o no para esa herida. El gran problema es la injusticia social, la injusticia del medio ambiente. A mí no me gusta bajar a preguntas, a reflexiones tan casuísticas cuando la gente muere por falta de agua, de pan, de hábitat”.

Más titulares dejó el Pontífice en su encuentro con los jóvenes de Kenia en el principal estadio de Nairobi. El ambiente fue similar al de un partido de fútbol importante, con la gente haciendo la ola y entonando cánticos. Entre ellos, destacaron las canciones que combinan las palabras del Evangelio con la música tradicional masai. El Papa afrontó en su discurso tres de los grandes desafíos que Kenia comparte con otras naciones africanas: el tribalismo, la corrupción y la radicalización de los jóvenes que interpretan de forma errónea la religión. Francisco hizo gala de su habilidad y diplomacia para denunciar la corrupción sin que nadie se sintiera insultado. Tampoco las autoridades del país, lideradas por el presidente, Uhuru Kenyatta, que se marcó un divertido baile antes de que comenzara el encuentro con los jóvenes.

AF_apertura_opt

Bergoglio habló del daño que hacen los sobornos fijándose primero en la paja del ojo propio. Dijo que en todas las instituciones, “incluso en el Vaticano, hay casos de corrupción”. Luego ofreció un símil llamado a perpetuarse, pues comparó este problema con el azúcar. “Es dulce, nos gusta, es fácil”, comentó entre aplausos de los presentes. “Y después terminamos mal. Con tanto azúcar fácil terminamos diabéticos o nuestro país termina diabético. Cada vez que aceptamos una coima (soborno) y la metemos en el bolsillo destruimos nuestro corazón, personalidad y nuestra patria. Por favor, no le tomen el gusto a ese azúcar que se llama corrupción”.

En la vigilia de oración con los jóvenes que presidió en la catedral de Bangui tras la apertura de la Puerta Santa, se ocupó, en cambio, de la gran tentación que tienen los centroafricanos: dejar tras de sí el caos de su país y tratar de empezar en otro lugar. “Huir de los desafíos de la vida nunca es una solución. Hay que tener el valor de la resistencia, de la lucha por el bien”, les dijo el Papa, animándoles a que se apoyaran en la oración para convertirse en “artesanos de la paz”. Y les lanzó varias preguntas extensibles a la realidad salpicada de violencia y pobreza a la que se enfrenta todo el continente negro: “¿Están dispuestos a resistir? ¿Sí o no? ¿Están dispuestos a luchar por la paz? ¿Son capaces de perdonar? ¿Son capaces de reconciliarse?”.

Además de la apertura de la Puerta Santa de la catedral de Bangui, el otro gran momento del viaje con un fuerte sentido religioso fue la visita al santuario anglicano y católico de Namugongo, donde se recuerda a los mártires de Uganda. La historia del cristianismo en este país no puede entenderse sin la figura de los 23 anglicanos y 22 católicos que trabajaban en la corte del kabaka (rey) Muwanga II y fueron asesinados entre 1885 y 1887 por no querer renunciar a su fe y por negarse a satisfacer el apetito sexual de este monarca pederasta. Francisco contempló estremecido el mausoleo anglicano donde se recuerda con estatuas de tamaño real las torturas y brutales muertes que sufrieron los mártires. Después, se dirigió al santuario católico para presidir una misa ante unos 300.000 fieles que le vitorearon con pasión. Dedicó buena parte de su homilía a hablar del “ecumenismo de la sangre” que supuso el asesinato de los mártires anglicanos y católicos de Uganda. Los consideró un ejemplo a seguir para todos. “Los mártires de Uganda nos indican el camino. Su fe buscó el bien de todos, incluso del mismo rey que los condenó por su credo cristiano. Su respuesta buscaba oponer el amor al odio, y de ese modo irradiar el esplendor del Evangelio”, dijo.

Francisco visita el santuario ugandés de Namugongo

Francisco visita el santuario ugandés de Namugongo

En un contexto religioso tan plural como el de la República Centroafricana, Francisco no podía pasar por estos países sin encontrarse con los representantes de otras Iglesias y de otros credos. Destaca el trato casi continuo que tuvo durante su estancia en Bangui con los miembros del terceto que intenta impulsar una paz duradera en esta tierra: el arzobispo de Bangui, Dieudonné Nzapalainga; el reverendo Nicolas Guerekoyame Gbangou, presidente de la Iglesia evangélica nacional; y el imán Oumar Kobine Layama, presidente del Consejo Islámico. Acompañado por estas tres figuras, hizo un llamamiento a los Seleka, a los anti-balaka y a todos los que empuñan “injustamente” las armas para que depongan “estos instrumentos de muerte”. A los cristianos, en particular, les recordó durante la misa en la catedral de Bangui que, incluso cuando se desatan “las fuerzas del mal”, tienen que responder con “serenidad, valor y fuerza” para “perseverar en el bien”.

Francisco visitó a Guerekoyame Gbangou en la sede de la Facultad Teológica Evangélica de Bangui, donde recordó cómo su trabajo para tratar de desactivar a los radicales le ha colocado en la diana. Hace pocas semanas, la casa del pastor fue saqueada y quemada por musulmanes, que intentaron matarlo como venganza por el asesinato de un correligionario. Guerekoyame Gbangou goza de un gran respeto internacional por su trabajo en la construcción de la paz. Lo mismo le ocurre al imán, que ha tenido que buscar refugio en casa del arzobispo cuando los anti-balaka han tratado de acabar con él. Francisco vio con sus propios ojos el terror que han provocado las milicias cristianas en el trayecto que realizó para visitar la mezquita central de Bangui. Este templo está ubicado en el barrio del Kilómetro Cinco, de mayoría musulmana y que antes albergaba el principal mercado de la ciudad. Hoy sus tiendas están cerradas y sus calles semivacías, porque los vecinos han huido a campamentos de refugiados o de desplazados internos para evitar la violencia de los anti-balaka. En su alocución en la mezquita, Francisco animó a los fieles de todas las religiones a que digan “no” al odio, a la venganza y a la violencia, en particular “a la que se comete en nombre de una religión o de Dios”.

Francisco charla con nuestro enviado especial al viaje a bordo del avión

Francisco charla con nuestro enviado especial al viaje a bordo del avión

En la agenda de su visita a África, Francisco incluyó varios momentos para tocar con las manos la pobreza y la marginación de los más débiles. Además de su visita al campamento de desplazados de Bangui, destaca su estancia en un barrio marginal de Nairobi, el de Kangemi, donde viven más de 100.000 personas. Más de la mitad de los alrededor de cuatro millones de habitantes de la capital keniana duerme en alguna de estas zonas chabolistas, donde se sobrevive con menos de un dólar al día. A los vecinos de Kangemi, Francisco les dijo que sus valores “no cotizan en bolsa” ni tienen “precio de mercado”, pues se rigen por unos principios diversos a los del mundo contemporáneo. Siguen manteniendo la idea de que “cada ser humano es más importante que el dios dinero”. Otros grandes momentos de carácter social fueron su visita al paupérrimo hospital infantil de Bangui y a la Casa de la Caridad de Nalukolongo, a 10 kilómetros de Kampala.

Con todas estas experiencias en sus seis días pasados en el continente, no extraña que el Papa se haya enamorado de África. Según dijo en el vuelo de vuelta hacia Roma, es una tierra “mártir de la explotación” de las grandes potencias y que le brindó una maravillosa acogida, pese a tener el “estómago vacío”.

Darío Menor.

Enviado especial a Kenia, Uganda y República Centroafricana

Compartir