Pablo Bonavía. Coordinador del Observatorio Eclesial de Amerindia

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“La reforma de la Iglesia pasa por la sensibilidad hacia los pequeños”

El teólogo y sacerdote uruguayo Pablo Bonavía coordina el Observatorio Eclesial de Amerindia Continental, una red de católicos abierta a perspectivas ecuménicas, que se siente parte de una entrañable tradición del cristianismo latinoamericano-caribeño que encontró su expresión más reconocida en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín.

Pablo ha hecho parte del comité organizador del II Congreso Continental de Teología (Belo Horizonte, Brasil, 26 al 30 de octubre de 2015). En diálogo con Vida Nueva comparte algunos horizontes de reflexión sobre este importante evento que convocó a teólogos, teólogas y cristianos comprometidos con “una Iglesia que camina con espíritu y desde los pobres”.

¿Por qué Amerindia propone un Congreso Continental de Teología?

En el Congreso anterior, que fue en el 2012, sentíamos la necesidad de proponer una reflexión sobre la acción del Espíritu de Jesús, pero desde nuestras realidades, con la mirada propia de nuestro continente. Entonces, podríamos decir, que quisimos visibilizar, poner de relieve, una cantidad de experiencias y de procesos que entendemos que son fruto del Espíritu en América Latina y el Caribe y hacerlo desde una perspectiva que se alimenta y se orienta a partir de la lectura de la Palabra de Dios, para interpretar los acontecimientos.

¿Qué cambió del primero al segundo Congreso Continental de Teología?

Lo que ha cambiado fundamentalmente es el clima en el que lo desarrollamos, nuestras vivencias, nuestras reflexiones, nuestros encuentros. En el anterior Congreso teníamos un ambiente más bien adverso. Incluso hubo algún intento de impedir que ese congreso se realizara. En cambio ahora sentimos que desde las realidades históricas, muchas veces referidas a nuestras pequeñas comunidades, pero también desde la Iglesia en un sentido más global, gracias al pontificado de Francisco se está reclamando generar una nueva manera de vivir nuestro cristianismo en comunidad, capaz de incluir la experiencia de mucha gente que en el modelo anterior no se sentía escuchada ni tenida en cuenta, porque era un modelo todavía muy dependiente de imágenes de Iglesia muy verticales, centralistas, con poca participación del laicado, de la mujer y de los pobres.

¿Cuáles son los énfasis que se priorizaron en las reflexiones del II Congreso?

DSC02897En primer lugar hemos querido desentrañar la acción del Espíritu en aquellas personas, sujetos, comunidades, que normalmente están como invisibilizados, como no tenidos en cuenta en la sociedad y muchas veces en la Iglesia. Nuestra mirada todavía es muy colonial y muy colonizada, tiende a descubrir la acción de Dios en la historia solamente en acontecimientos grandes, extraordinarios, con expresión de fuerza, de prestigio, y lo que nosotros entendemos es que lo primero que tenemos que hacer es escuchar la acción del Espíritu ya presente en la vida de muchos pueblos, de muchas comunidades que cotidianamente son capaces de vivir la esperanza aun en medio de múltiples limitaciones.

Por otra parte, este Congreso no ha sido un fin en sí mismo. Hemos querido que sea un medio para intensificar nuestro compromiso con los ‘pequeños’, los místicos, los profetas y artesanos de “otro mundo posible”, que saben descubrir y saborear la presencia amorosa de Dios y su Reino ante tantas injusticias. Hemos querido sostener la militancia en pos de un nuevo paradigma civilizatorio en el que todos y todas tengamos un lugar para comer juntos y hacer fiesta, donde no haya “primeros lugares” sino el abrazo fraterno entre los seres humanos y con la madre Tierra, tal como nos propone la entrañable tradición del Buen Vivir, o sumak kawsai.

Particularmente, nos hemos preocupado por identificar cómo se gesta hoy el ‘hacernos cristianos en comunidad’ en medio de los desafíos de nuestra realidad. Una realidad en la que el factor específicamente religioso tiene un creciente impacto social pero se manifiesta, a su vez, como una verdadera ‘lucha de dioses’ que refleja en buena parte los conflictos que atraviesan la convivencia humana. Hemos deseado, finalmente, hacer nuestro aporte al proceso de reforma eclesial, profundizando en sus motivos, contenidos e instrumentos.

¿Cuáles son los caminos que se vislumbran para que la reforma de la Iglesia sea posible?

Quizás fuera mejor hablar de proceso de reforma, en el sentido de que no lo imaginamos como un acontecimiento que se pueda lograr de un momento para otro, y también porque esa reforma tiene que estar muy atenta a lo que pasa en el conjunto de la sociedad, en el conjunto de nuestro planeta. En ese sentido, consideramos que la reforma tendrá que ser capaz de ayudarnos a pasar de una Iglesia concebida como fortaleza a una Iglesia como hospital de campaña, según dice Francisco, de una Iglesia centrada en sí misma a una Iglesia abierta en diálogo, de una Iglesia preocupada por ocupar el centro de la sociedad a una Iglesia solidaria con la periferia, de una Iglesia preocupada por los errores de los otros a otra preocupada por los sufrimientos de los otros. Entonces, para nosotros la reforma de la Iglesia pasa precisamente por esa sensibilidad hacia lo pequeño, hacia los pequeños, como ya he dicho, porque en esos contextos se evidencia más claramente la forma como Dios actúa entre nosotros. Por eso estamos muy esperanzados en que, efectivamente, este Congreso haga un aporte muy significativo a la vivencia de nuestras comunidades, para una nueva mirada y una nueva actitud con respecto a la naturaleza, a la sociedad y a los pobres.

A propósito de los pobres, ¿cómo asumir la opción por los pobres en el actual proceso de reforma de la Iglesia?

DSC02916Yo creo que un desafío que hoy tiene la Iglesia es pasar de mirar todo desde su propia realidad, preocupada más por lo que tiene que enseñar que por lo que tiene que hacer, y descubrir, en cambio, lo que Dios ya está haciendo, sobre todo, en aquellos a quienes nosotros pretendemos servir. Ahí hay un cambio significativo. No solo debemos preocupamos por saber lo que la Iglesia puede hacer por los pobres, sino por lo que Dios está haciendo en la Iglesia a través de los pobres y lo que nosotros deberíamos dejar que siga haciendo a través de los ellos. Creo que si hay una actitud nueva, menos centrada en lo que la Iglesia dice y hace, y más referida a lo que Dios ya está haciendo desde aquellos que la sociedad y a veces nosotros mismos marginamos, podemos redescubrir la opción por los pobres.

Ese “otro mundo posible” que todos queremos está, de alguna manera, encubierto en la vida de tanta gente que tiene mucho para aportar pero que no logra hacerlo porque no son escuchados, porque no son una autoridad para nadie, y por lo tanto es un derroche, un desperdicio de lo que Dios nos está regalando cada día. Hay una frase que me parece que define bastante bien lo que la teología latinoamericana de la liberación quiere hacer y lo que el Congreso Continental de Teología también ha pretendido, y que dice así: “dejar de hablar al sufrimiento es condición para acceder a la verdad”. Es de Teodoro Adorno. Me parece que esa es una actitud que deberíamos rescatar en nuestro compromiso.

Finalmente, ¿cómo percibe el futuro para la teología en América Latina desde lo alcances que ha tenido el Congreso?

Como una teología más capaz de interactuar con las prácticas sociales, eclesiales y pastorales, de tal manera que no imagino que la teología latinoamericana se preocupe solamente por su rigor formal y su lugar en la academia, sino por su capacidad de acompañar y dejarse iluminar por la experiencia de los cristianos de a pie, que cotidianamente no solamente sufren, sino también gozan de la novedad del Evangelio, lo saborean, lo contemplan con alegría y esperanza.

Texto: Óscar Elizalde Prada

Fotos: VNC

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