Isabelino Valencia

ISABELINO-VALENCIA

 

“Queremos un Evangelio que sea basado en nuestra forma de vida”

Isabelino Valencia forma parte del consejo comunitario de la comunidad negra de la cuenca del río Naya, dentro de cuyo territorio se unen políticamente los departamentos de Valle y Cauca.

Se formó como líder social en Buenaventura, gracias a una iniciativa fundada por monseñor Gerardo Valencia Cano: el Instituto Matías Molumba, orientado a promover la autonomía y autosuficiencia de las comunidades campesinas. La idea original: ofrecer formación útil a futuros líderes para que el conocimiento adquirido cooperativamente redundara en beneficio de sus comunidades de origen.

“Fue un buen despertar”. Isabelino comenzó como catequista y más tarde se vinculó al servicio de salud. Conoció su región y a su gente; maduró en su capacidad de relación interpersonal y descubrió que su espíritu de iniciativa estaba irremediablemente unido al interés de capacitarse y servir a los demás.

Gracias a su trabajo tuvo la oportunidad de acceder a una beca de ACPO (Acción cultural Popular) y continuar su formación en Sutatenza, Boyacá. La organización creada por José Joaquín Salcedo ya era un referente educativo, con cobertura nacional e internacional. A Isabelino la experiencia le permitió abrirse a otras formas de ver la vida gracias al encuentro con personas de diferentes partes del país y del mundo. Ocupó los primeros puestos: le era perentoria la convicción de que si mantenía su carácter y lograba los mejores resultados con disciplina podría romper el racismo. No se podía tapar el sol con la mano. Había que ser excelente.

Como dirigente campesino y representante parroquial, Isabelino volvió a Raposo, donde había crecido. Su compromiso estaba asociado a motivar a la gente y fomentar el desarrollo de actividades agrícolas y pecuarias; montar la escuela radiofónica y difundir el periódico El campesino.

Más tarde, recibió un telegrama de ACPO a través del cual se le convocaba de nuevo para recibir formación en liderazgo. Fue elegido como líder nacional de educación campesina y durante varios meses viajó por sitios como el Darién, Dagua, Restrepo y Ginebra. A mayor capacitación mayor responsabilidades. En cada sitio al que iba debía establecer, como mínimo, quince escuelas radiofónicas, con el mismo número de auxiliares y de agencias del periódico. También debía postular tres o cuatro muchachos para el instituto y promocionar la cadena de emisoras. A ello se sumaba el trabajo en alianza con las instituciones del Estado y las visitas a las familias. “Uno no llegaba a la comunidad como sabedor”, explica. El método consistía en partir de un análisis colectivo sobre la situación de la región y la formulación de las principales acciones a emprender por parte de la comunidad para dar respuesta a sus propias necesidades. Todo esto se hacía echando mano de los recursos que la gente descubría a su disposición. Por poner un ejemplo, si en una comunidad había alguien con conocimientos de sastrería se formaría una escuela de sastrería para trasmitir dichos conocimientos. En ese contexto, el líder debía dar el primer impulso; despertar en otros el espíritu de iniciativa para que la gente contara con su propio esfuerzo y desarrollase un camino personal, familiar y comunitario.   

Lucha y cimarronaje

Al finalizar su labor en ACPO, hacia 1990, Isabelino estaba preparado para la nueva etapa que la vida le puso de frente. Se advertía la posibilidad de una nueva constitución y las comunidades negras del país necesitaban organizarse para hacer llegar sus recomendaciones a la Asamblea. En Sutatenza no había tenido formación étnica y tuvo que adquirirla al ritmo de su trabajo entre la gente de su región. Fruto de la organización surgió el artículo transitorio n. 55, precedente de la Ley 70, con la cual el estado se comprometió a titular de forma colectiva los territorios ancestrales de las comunidades negras situadas en cuencas de ríos del Pacífico y del Caribe. Como indica Isabelino, ello no fue una dádiva sino una conquista del pueblo negro. Tuvieron que pasar más de 20 años desde la promulgación de la ley para que su comunidad recibiera la titulación correspondiente. En las últimas dos décadas Isabelino ha puesto de su parte para que la gente del río Naya fortalezca la conciencia de sus derechos. A la violencia del conflicto armado en el Pacífico se suma la depredación de las empresas transnacionales, cuyos intereses hoy amenazan la autonomía comunitaria tanto como lo hacen las políticas asistencialistas del gobierno. La lucha y el cimarronaje continúan.

Texto y foto: Miguel Estupiñán

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