Las dos vocaciones del Padre Damián

Damián María Montes, religioso redentorista y concursante de La Voz

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Cuando, el pasado 30 de marzo, los espectadores del programa La Voz, de Telecinco, se sorprendieron al ver a “un cura” cantando ante Laura Pausini, Alejandro Sanz, Antonio Orozco y Malú, muchos lectores de Vida Nueva caerían en la cuenta de que “ese cura jovencito” les sonaba de algo… Y es que Damián María Montes, misionero redentorista de 28 años, coprotagonizó la portada de nuestro número especial de Vida Religiosa que cerró 2014.

En un amplio reportaje sobre el ayer y el hoy de la Vida Consagrada en España, Damián nos ofrecía su testimonio en la madrileña parroquia del Perpetuo Socorro, donde vive en comunidad y participa en sus más diversas iniciativas pastorales. Junto a su compañero de congregación, el reconocido moralista Marciano Vidal, ambos analizaban en una distendida charla el presente y el devenir de la identidad consagrada, los retos a los que se enfrenta su propia comunidad y la hondura íntima que marca su vocación personal. portada Vida Nueva Nº especial Vida Consagrada diciembre 2014

Entonces, el joven redentorista, natural de Granada, explicaba qué fue lo que le enamoró de su congregación, con la que participaba en la pastoral juvenil del santuario granadino del Perpetuo Socorro: “Me atrajo su alegría y su empleo del lenguaje del pueblo, el común a todos. Veía cómo buscaban responder a los problemas concretos del hombre de hoy dando respuestas para el mundo de hoy. En mi etapa de formación y discernimiento, mientras tenía claro que quería ser misionero y salir al encuentro del hombre, me enganchó definitivamente su creatividad y su audacia. Aquí puedes ser tú mismo y potenciar tus dones”.

Esta identidad ayuda a entender que hoy Damián enfatice que “Dios me llamó dos veces: una para ser artista, otra para ser misionero. Una vocación dentro de la vocación”. Y es que nunca ha sido algo conflictivo para él aunar su vocación como religioso y su pasión por la música, que le nació a los cuatro años, cuando acompañaba a su abuela Elisa “la del horno” en sus recitales flamencos y se atrevía a cantar en público. Ya no dejó de estudiar música y teatro, dando el salto a los 16 años, cuando logró ser admitido en el consevatorio de Granada especializándose en canto vocal lírico-clásico.

No fue fácil, pues debieron hacer una excepción en su caso al ser un requerimiento obligatorio el haber alcanzado los 18 años, entendiendo que solo entonces la voz de toda persona se ha formado completamente.

“Un nuevo rumbo”

Por la misma época ya rondaba en su cabeza la idea de ser misionero redentorista. Hasta que, generoso como es, no lo dudó y, año y medio después, dio el paso e ingresó como postulante: “Dios se sirvió de aquella comunidad para robarme el corazón y hacer que mis proyectos tomasen un nuevo rumbo”. Entregó su vida a una vocación superior, pero no quiere decir que se viera obligado a dejar todo atrás. Al contrario. En su comunidad, los primeros en alentarle a que continuara con sus estudios en el conservatorio fueron sus superiores. Y no solo eso, sino que le ofrecieron que se formara en otros estilos aparte del clásico, quedando entonces deslumbrado por el teatro musical.

En esa época terminó de aunar y concretar definitivamente ambas vocaciones: “En diálogo con mis formadores, aparecía con frecuencia este tema. Fueron ellos los que me ayudaron a dirigir esta dimensión hacia Dios y no hacia sí mismo. En el cultivo de estas cualidades no he pretendido nunca buscar el orgullo o la fama, sino ponerlas al servicio de los demás, cosa que siento como llamada. Por eso decidí hace años dejarme acompañar en este tema por personas que me ayudasen a comprender cada día que mi voz no es para mí, sino para Dios, y, quizá, para ayudar a algunas personas que puedan necesitarla”.

Así, mientras se seguía formando como redentorista y se consagraba definitivamente, teniendo su primer destino en Madrid, en la parroquia del Perpetuo Socorro, Damián no dejaba de involucrarse en un sinfín de proyectos musicales y teatrales, varios de ellos ligados íntimamente a su condición de religioso: ha acompañado a coros y grupos de teatro, ha coordinado un teatro misionero en Calcuta, ha representado Alfonso, el musical… Y ha cantado ante el Papa, regalando a Benedicto XVI una saeta en su paso por la JMJ de Madrid. Todo ello sin dejar de participar activamente en los servicios musicales de su comunidad.

Sin embargo, y pese a que todo esto le llenaba, él tenía un sueño: mostrar a todos el don recibido por Dios. Para ello, la televisión era la plataforma ideal, pero eran muchos los “miedos y bloqueos”, ya que temía que algunos le criticaran y, sobre todo en la Iglesia, le tacharan de frívolo o de tener un excesivo afán de protagonismo.

Además, los programas que se venían haciendo no los consideraba idóneos, pues requerían de vivir en la academia y que toda la convivencia fuera de dominio público, con lo que sentía que vendía su intimidad. Tenía claro que no dejaría la vida del día a día en su comunidad para cumplir un sueño. Hasta que, de repente, surgió la gran oportunidad.

Sor Cristina, la precursora italiana

Fue hace un año, en marzo de 2014. En la edición italiana del programa La Voz, donde “lo importante es el talento particular de los participantes, se respeta el perfil propio de cada artista y no se exige una vida mediatizada durante las 24 horas”, surgió un fogonazo que sorprendió a todos y se convirtió en un fenómeno mundial: sor Cristina Scuccia, religiosa ursulina de 25 años, ganó el programa, sus vídeos en YouTube contaron con más de 100.000 visitas y grabó incluso su primer disco con la afamada discográfica Universal, que tituló, emulando a Madonna, Like a Virgin.

A raíz del ejemplo de sor Cristina, fue cuando Damián se animó definitivamente y decidió que probaría suerte en la versión española de La Voz. Por dos razones. Una, porque ella supo revertir las críticas y al final muy pocos fueron los que siguieron diciendo que el suyo no era un testimonio conveniente. Y otra, la principal, porque la propia religiosa explicó ante las cámaras qué era lo que le había dado el definitivo impulso para participar en el programa: “No vengo sola. Mis hermanas me apoyaron desde el primer momento. Estoy saliendo a las periferias. Me cuelo con mi voz en las casas de la gente y les hago felices. Canto para anunciar a Dios”.

Una coherencia y una fuerza que fueron reconocidas por el papa Francisco en persona, al que sor Cristina regaló su disco en una audiencia general. Transmitida al mundo, Damián pudo ver cómo el Papa aceptaba el disco con una gran sonrisa y la felicitaba con efusivos gestos.

Vencidas al fin todas las barreras, este joven misionero redentorista se inscribió en septiembre del año pasado en los castings, a los que concurrieron más de 15.000 personas. Tras superar las tres fases y ser seleccionado para participar, el lunes 30 de marzo apareció al fin ante las pantallas de todos los espectadores.

Será o no un fenómeno como sor Cristina, pero, pase lo que pase, está claro que a ambos les une una misma pasión: cantan para testimoniar a Dios. Son religiosos… y artistas.

En el nº 2.936 de Vida Nueva

 

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