El papa Francisco y monseñor Romero: pastores y profetas

El próximo beato comparte muchos rasgos con el pontífice argentino

chica joven mira un cuadro de monseñor Óscar Romero

GREGORIO ROSA CHÁVEZ, obispo auxiliar de San Salvador | Cuando monseñor Óscar Romero volvió de Puebla, ciudad mexicana donde el joven pontífice Juan Pablo II inauguró con un inolvidable discurso los trabajos de los obispos del continente latinoamericano, lo recibimos en la catedral de San Salvador. Venía muy emocionado porque, dijo, “Puebla ha confirmado mi doctrina”. Si nuestro pastor hubiera estado en la reunión de los obispos en Aparecida (Brasil, mayo de 2007), donde habría encontrado al futuro papa Francisco, sin duda hubiera podido decir: “Aparecida ha confirmado mi doctrina social”. Existen muchas semejanzas entre ambos pastores. De esto vamos a hablar en el presente artículo.

Pastores de profunda devoción mariana

En 1965, interrumpí durante un año mis estudios eclesiásticos para ayudar al padre Romero como su asistente en el seminario menor de San Miguel. Él vivía a una cuadra del seminario, en el convento de Santo Domingo, como se llama también a la iglesia El Rosario. En una ocasión visité a Napoleón Solano Cañas, conocido dirigente de los Caballeros del Santo Entierro, en su negocio de llantas Michelin, al costado sur de la catedral. El contador era protestante y, molesto, me dijo: “Ese padre Romero es un fanático; solo pasa hablando de María”.

Tenía razón, porque el padre Romero profesaba un amor inmenso a la Reina de la Paz, cuya devoción extendió por todo el oriente de El Salvador. Escribe monseñor Jesús Delgado, en la biografía oficial del futuro beato: “Así fue como, al promover la devoción a la Reina de la Paz y al mismo tiempo incentivar la construcción de la catedral de San Miguel, tocó la cuerda principal de la identidad religiosa popular de aquel pueblo, que respondió generosamente a las dos iniciativas de aquel joven sacerdote” (Óscar A. Romero. Biografía, UCA editores, 1990, p. 29).

Otro “fanático” de María es el papa Francisco. Todos recordamos cómo terminó sus primeras palabras, al presentarse ante la multitud que lo aclamaba en la plaza de San Pedro, cuando, después de pedir la bendición del pueblo, dijo: “Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por la acogida. ¡Recen por mí! Nos vemos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma. ¡Buenas noches y buen descanso!”.

Al día siguiente, muy temprano, el nuevo Papa estaba de rodillas ante la Virgen en la basílica de Santa María la Mayor; y ha vuelto a ese magnífico templo antes de emprender un viaje apostólico y al regresar del mismo. En la oración con que concluye su exhortación La alegría del Evangelio, se dirige a la Madre así: “Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino (EG, n. 288)”.

Otros rasgos comunes

  • Pastores con olor a oveja y con un oído puesto en el pueblo.
  • Pastores que evangelizan con lo que son, con lo que hacen y con lo que dicen.
  • Pastores con el don de la palabra que llega al corazón.
  • Pastores que sueñan con “una Iglesia pobre y para los pobres”.
  • Pastores con un profundo amor y admiración a Pablo VI.
  • Conclusión: “Una Iglesia en salida” y “La Iglesia de la Pascua”.

Reportaje completo solo para suscriptores

En el nº 2.935 de Vida Nueva

 

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