El pecado de ser niños

Misiones Salesianas denuncia que las acusaciones de brujería en África recaen en los más débiles

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Si uno de los ejes básicos de la acción de Misiones Salesianas en África es la apuesta por la educación inclusiva, la atención por los niños sin hogar es la preferente. Un camino que les ha llevado a encontrarse en todo tipo de ámbitos con chicos vagabundos, con huérfanos de padre y madre, con víctimas del tráfico infantil o de matrimonios prematuros en el caso de las chicas… Pero, sin duda, una de las situaciones que más esfuerzo conlleva a la hora de reconstruir esas vidas rotas es la de los llamados niños brujo: menores indefensos y pertenecientes a realidades desestructuradas a los que los vecinos o los propios familiares señalan como culpables de haber traído algún “mal” a su casa, aldea o barrio. Algo que está creciendo exponencialmente con la epidemia de ébola que azota la región occidental desde hace casi un año.

El pecado de ser niños [extracto]

Con el fin de dar a conocer este drama y concretarlo en un punto geográfico determinado, a modo de ejemplo interpelante, la institución salesiana ha publicado el informe Menores acusados de brujería en la región de Kara (Togo). Patricia Rodríguez, coautora del análisis y responsable de Proyectos de Misiones Salesianas, explica a Vida Nueva hasta qué punto este fenómeno es difícil de combatir, pues está anclado de un modo ancestral en la mentalidad de buena parte de la sociedad del África subsahariana: “La creencia general en la brujería persiste y forma parte de la cultura, introduciéndose en la educación desde que se nace y teniendo sus variantes según cada zona. Se da tanto en las urbes como en el ámbito rural, aunque es en este último donde ocurren la mayoría de casos”. Como todo lo malo que ocurre en este continente, la acusación de brujería también está estrechamente ligada a la pobreza y a la marginalidad: “Es raro que estas acusaciones se produzcan en el seno de una familia estructurada y económicamente holgada”. De ahí que, a modo de perfil, las personas más expuestas a sufrir el impacto de la acusación de brujería son las más desprotegidas y sin vínculos comunitarios fuertes: ancianos, madres solteras o viudas, discapacitados de diferentes tipos y niños solitarios o de carácter reservado.

envivo4Se trata de un fenómeno creciente en el continente y que, en 2013, en Kara, ya propició 773 casos conocidos (se teme que haya muchos más), aumentando del 20% al 30% en solo cuatro años la acción de respuesta en este sentido de los diferentes Hogares de Acogida Don Bosco. Como explica Patricia, en esos centros salesianos de la región togolesa “acogemos actualmente a más de 90 niños y niñas, de los que aproximadamente el 40% han sido víctimas de este tipo de acusaciones”. Los suelen encontrar vagando en la calle o los reciben a través de la policía o de Asuntos Sociales, mientras que algunas veces son avisados por algún familiar o miembro de la comunidad.

Desde el primer momento en que un niño acusado de brujería llega a un Hogar Don Bosco, comienza un trabajo integral con el principal fin –expone la responsable de Proyectos– de poder reconstruir su vida: “Lo primero que ofrecemos es un espacio seguro en el que el menor se sienta protegido y sobre todo querido, en familia. Atendemos todas sus necesidades, les brindamos educación y realizamos una importante labor de acompañamiento psicológico para que recuperen la autoestima. Nuestra pedagogía les ayuda a desarrollar capacidades físicas, afectivas, intelectuales y sociales, además de fomentar en ellos un sentido trascendente de la vida y su realización personal y profesional”.

Difícil reinserción

A su vez, abunda Patricia, “nuestros trabajadores sociales tratan de recabar toda la información posible sobre la familia de cada uno, en qué situación se encuentra y qué le ha sucedido verdaderamente al menor. Nuestro principal objetivo es la reinserción familiar tras un período de acompañamiento. Desgraciadamente, en estos casos es muy difícil, puesto que el riesgo de que el chico sufra algún daño es muy elevado”. Y es que, como lamenta, muchos de estos niños sufren malos tratos por parte de las comunidades y por sus propios familiares. 

envivo3Una espiral de violencia que se comprueba en el propio proceso de acusación de brujería, que se detalla en el informe. Partiendo de la base de la escasa presencia del Estado central en ciertas regiones rurales y barrios urbanos, es un hecho que gran parte de la población no se dirige a la administración de Justicia, sino que “prefiere confiar la resolución de sus conflictos a las autoridades tradicionales”, que aplican la “costumbre”. Aquí, en primer lugar, entra la figura del llamado jefe cantón, que preside ante toda la comunidad los juicios por brujería. En su desarrollo resulta fundamental otra figura clave, conocida como charlatán; alguien que, “supuestamente, tiene poderes de clarividencia” y es capaz de “ver lo que ocurre en el mundo espiritual”. Así, a lo largo del proceso tradicional, el charlatán interroga a los acusados con métodos tan brutales como los que recoge el informe de Misiones Salesianas: “Ingestión de venenos, abrasión del cuerpo y otro tipo de malos tratos”. Con el fin de ayudar a “dilucidar” su impresión, los familiares pueden dar a este distintos tipos de ofrendas: animales, comida… o dinero. Finalmente, y como también se otorgan al charlatán “capacidades curativas”, hay casos en los que se aleja a los niños condenados de sus familias y se entregan a este, para que “los someta a un proceso sanativo que puede llegar a durar meses” y cuyo objetivo último es más que discutible: “El tratamiento impuesto por el charlatán al menor suele consistir en el lavado diario con un brebaje elaborado por él mismo. La realidad es que durante estas estancias trabajan para él en régimen de semiesclavitud, además de ser sometidos, muchas veces, a continuas agresiones físicas”.

Por si fuera poco, denuncian los autores del informe, estos procesos se dan cada vez más en las urbes y por parte de comunidades pentecostalistas y evangélicas, “sustituyendo el pastor al charlatán y convirtiéndose en parte acusadora, juez y sanador, principalmente exorcista”, cobrando además el religioso por sus “servicios”. Hasta el punto de que “algunos de estos pastores hacen pequeñas fortunas con estas prácticas” y “controlan a sus adeptos a través del miedo”.

Capacidad de perdón

Por su conocimiento directo de numerosas historias concretas, Patricia Rodríguez se queda con un gran hito para la esperanza: “La capacidad de perdón y superación personal de muchos de estos niños te hace pensar en la propia condición del ser humano. Es asombroso ver que no guardan rencor a sus familias y alentador conocer cómo muchos se convertirán pronto en profesionales tras terminar sus carreras universitarias. Lo más bonito es ver que tienen sueños y objetivos, y acompañarles mientras los van cumpliendo”. En definitiva, concluye la responsable de Proyectos de Misiones Salesianas, “aunque se necesitan varias generaciones todavía para transformar esta realidad, la clave está en la calidad educativa. Para ello, hay que trabajar desde los cimientos, los niños, a la vez que se sensibiliza a los adultos para que permitan esta evolución y la consideren necesaria”.

Cambio de mentalidad

envivo5Ante tanto horror, Misiones Salesianas entiende que es esencial la labor de acompañamiento a las familias, para tratar de hacerles ver que, pese a formar parte de su arraigada mentalidad, con la creencia en la brujería se estigmatiza a personas inocentes. De ahí que Patricia reivindique que, para ello, “debemos contar con el apoyo de las autoridades tradicionales”, pero también con un mayor conocimiento de la gente sobre los derechos que les amparan, pues estremece el dato de que solo el 37,3% de la población de Kara conoce los derechos que les otorga la ley. Así como que el 31,4% confía más en la justicia de los jueces tradicionales, por el 13,3% que prefiere los tribunales oficiales. Ante esta evidencia, “los misioneros trabajan en la sensibilización y el acompañamiento de las familias desde un enfoque de derechos. Nuestras últimas experiencias, que han dado unos resultados muy positivos, han consistido en la formación en los poblados de comités de derechos del niño. Estos grupos se han convertido no solo en agentes de sensibilización de sus propios poblados, sino que además hacen labores de vigilancia, denunciando ante las autoridades los casos de violación de derechos del niño”.

En el nº 2.922 de Vida Nueva

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