‘Exodus: Dioses y reyes’: Moisés el guerrero

 

J. L. CELADA | Contribuyó de tal modo a la resurrección del péplum que ahora, catorce años después, su último trabajo lleva la firma “del director de Gladiator”. Poco importa que Ridley Scott hubiera sido mucho antes el padre de Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982) o Thelma & Louise (1991). Tampoco que, en 2005, recreara otros episodios de la antigüedad como las Cruzadas (El reino de los cielos). Sin embargo, ni los óscars de aquella ni las batallas de esta son garantía suficiente para que Exodus: Dioses y reyes funcione como la epopeya bíblica que aspira a ser.

La razón es bien sencilla: al veterano cineasta le ha interesado más la historia del Moisés caudillo y guerrero que la del pastor y profeta de Israel. Y ya desde el principio descubre sus cartas. Si la condición de “guía salvado de las aguas” de su protagonista (un Christian Bale correcto) lo despacha con un simple presagio, emplea media hora larga en dar cuenta del poderío y el boato egipcio. Tanto en la tiranía ejercida sobre los hebreos durante 400 años como en su enfrentamiento con los hititas, sin obviar la entronización o la vida en palacio de Ramsés.

cine2Convertido en el enemigo público número uno del faraón, el otrora príncipe de Egipto emprende su particular éxodo hacia Canaán, la tierra prometida por Yahvé. Asistiremos entonces a sus días como judío errante, cual llanero solitario, y su posterior matrimonio con Séfora (estreno internacional de María Valverde), antesala de las sucesivas revelaciones divinas bajo la apariencia de ¡un niño! La primera, entre la zarza ardiente, un episodio que resulta casi anecdótico y tan fugaz como luego lo serán el de las tablas de la ley o el becerro de oro.

Porque el pueblo elegido solo obtendrá su libertad gracias a la implacable ira de Dios, que caerá sobre Egipto en forma de plagas –más próximas al cine de catástrofes que a las narraciones épicas–, expresión y justificación a un tiempo de lo que Scott quiere contarnos. Que el realizador británico ponga el acento en la venganza desatada del Todopoderoso, y no tanto en la peripecia israelita por el desierto, probablemente explique su apuesta por el espectáculo en detrimento de la verosimilitud. Será en el fragor del cuerpo a cuerpo, los planos cenitales y el derroche visual –3D incluido– donde esta cinta encuentre su total y único sentido.

Claro que ni su brillante factura (a ratos, con una estética de videojuego) ni el ambicioso despliegue de medios habitual de estas superproducciones logran que Exodus: Dioses y reyes remonte el vuelo y atrape al espectador. Buscar explicaciones científicas o naturales a tan extraordinarios hechos, orillando “la magia” que encierran las Escrituras, es también una esclavitud imperdonable. Mientras, siempre nos quedarán Cecil B. De Mille, Charlton Heston y Los diez mandamientos (1956).

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Exodus: Gods and Kings.

DIRECCIÓN:Ridley Scott.

GUIÓN:Adam Cooper, Bill Collage, Jeffrey Caine, Steven Zaillian.

MÚSICA:Alberto Iglesias.

FOTOGRAFÍA:Dariusz Wolski.

PRODUCCIÓN:Ridley Scott, Peter Chernin, Jenno Topping, Michael Schaefer, Mark Huffam.

INTÉRPRETES: Christian Bale, Joel Edgerton, John Turturro, Aaron Paul, Ben Mendelsohn, Sigourney Weaver, Ben Kingsley, María Valverde, Golshifteh Farahani, Indira Varma.

 

En el nº 2.921 de Vida Nueva

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