La paz de Colombia

La reciente segunda vuelta de las elecciones presidenciales catapultó el tema de la paz, más precisamente, el de los diálogos en La Habana, hasta convertirlo en el factor determinante del triunfo del candidato presidente. Desafortunadamente, el tema está esclavizado por la ideologización de los insurgentes, la politización del gobierno y la polarización de los medios; en este cruce, ciertas referencias determinantes, como las víctimas y la sociedad civil, vienen en cuentagotas y no como estrategias que garanticen, sino como instrumentos garantistas de intereses no necesariamente comunes, menos nacionales.

Las promesas coyunturales han quedado a la espera. Entre tanto, se han sucedido dos hechos pertinentes: la cumbre en Cartagena sobre la Tercera Vía, con la participación de cinco exjefes de estado y dirigentes industriales, gremiales y políticos; y el encuentro en Bogotá del cardenal, un rabino y un sheik, en representación de las tres religiones monoteístas, para –a ejemplo de los sucedido en Roma recientemente, con el Santo Padre y los presidentes de Israel y de Palestina- orar por la paz y pronunciarse sobre sus implicaciones religiosas.

Esta perspectiva puede liberar del miope afán económico, abrirle puertas a valores absolutamente necesarios para darle camino, como la dignidad de la persona humana, la reconciliación, la tolerancia, el perdón, y desatar la entrada en escena de sujetos de abajo, como los pobres: “Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión” (EG 59). Es la única manera de que Dios nos libre de una paz “chicha”.

Gabriel Naranjo Salazar, CM

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