Miró entra en la catedral de Burgos

Personaje delante de un paisaje, de Joan Miró

Una exposición permite descubrir el giro espiritual en los últimos 20 años de la obra del artista

Mujer en trance por la huida de las estrellas fugaces, de Joan Miró

‘Mujer en trance por la huida de las estrellas fugaces’

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La catedral de Burgos acoge Miró último, 1963-1983. La experiencia de mirar, una notable revisión del universo plástico y poético del último legado artístico de Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983) a partir de la colección del Reina Sofía.

Desde el año 2000, el museo ha venido mostrando parte de sus fondos en ese espacio “sugerente y espiritual” –en palabras de Gustavo Torner– que es el monasterio de Santo Domingo de Silos. Comenzó con Tàpies y le siguieron exposiciones monográficas de Barceló, Millares o Sicilia, entre otros. Ya en 2001 fue Miró protagonista con una muestra, Joan Miró en Silos. La Fundación Silos y el Reina Sofía han querido, sin embargo, trascender el cenobio benedictino en busca de otros espacios que permitan exposiciones más ambiciosas en tamaño y proyección cultural. De ahí la elección de la Catedral de Santa María para entablar una relación eficaz entre cultura y fe, y contando con el Miró más espiritual.

“La muestra se centra en los trabajos realizados por Miró en su últimos 20 años de vida, momento en el que sus circunstancias vitales y artísticas le permitieron un cambio esencial en su trayectoria”, explican las comisarias, Carmen Fernández y Belén Galán.

Ese punto de inflexión lo sitúan muy gráficamente: “En 1956, Miró se traslada a su nuevo estudio de Son Abrines, en Mallorca. En el taller-vivienda reunió en un mismo espacio la totalidad de su producción, lo que le ofreció la posibilidad de revisar y redefinir directamente toda su obra. Su trabajo a partir de este momento se alimentó de la relectura de esa experiencia plástica, cuyo resultado será la ruptura con la jerarquización de los signos artísticos y la absoluta libertad expresiva, en dos y en tres dimensiones”.

La exposición, que se inaugura el 4 de octubre, reúne hasta el 8 de enero 30 pinturas y esculturas que “denotan un lenguaje más personal, en el que no privilegia ni la pintura ni la escultura, sino que, volviendo a estas disciplinas desde sus presupuestos iniciales, se lanza a explorar sus límites conceptuales a través del cuestionamiento de su propia naturaleza”.

Mujer y pájaro, de Joan MIró

‘Mujer y pájaro’

Ese giro da como resultado un Miró que inicia a finales de los años 50 y principio de los 60 “un proceso de introspección a través del que alcanza la máxima simplificación de su universo”, resumen las comisarias.

Y ese es un Miró opuesto al que, desde los años 20, se había mantenido en el centro del devenir del arte moderno vinculado a los círculos parisinos de vanguardia. Pero, sobre todo, es un Miró que va a encontrar, siempre fiel a su fe católica –esta transformación va a coincidir con el Vaticano II– y a su interés por las religiones orientales, un nuevo sentido pictórico y vital más espiritual “a través del despojamiento y el vacío”.

Es lo que ve, por ejemplo, en obras como Paisaje (1976), un lienzo en blanco apenas manchado que habla de soledad y desasosiego ante la inmensidad. “En su búsqueda por trascender la idea del cuadro de caballete –señalan las comisarias–, el espacio pictórico se amplió en unos lienzos de campo expandido, cuyos signos caligráficos alcanzaron la mayor intensidad con los mínimos recursos, reflejando el interés del artista por alcanzar un grado cero de la pintura”.

Materia y signo

Según las comisarias de la muestra, la obra de Miró, tanto pictórica como escultórica, parte “en esta época de un motivo casual o fortuito que puede ser una mancha, una gota, una huella, un objeto encontrado o un elemento de la naturaleza, recreando, a partir de este impulso, un tema frecuente en su obra: la representación de la naturaleza y la figura humana. Miró supera la realidad como referente para convertirla en materia y signo, construyendo un lenguaje simbólico esencial”.

El artista girará en torno a los mismos aspectos conceptuales y resoluciones técnicas –“simplicidad, planitud, línea, gesto, ideograma”– tanto para la pintura como para la escultura en estos años de madurez. “Esta creación antidibujística y objetual revela la génesis de su trabajo –explican–, vinculado a la atenta observación de la naturaleza, patente en este período final. En él reitera la representación de la mujer (madre-tierra), imagen ritual de ascendencia milenaria, así como otros motivos relacionados con el firmamento y el paisaje, dotando ahora a esta temática de un carácter de universalidad”.

Esa aspiración a la totalidad, tanto durante el proceso creativo como al objeto del mismo, se engrandece en el entorno catedralicio. El Departamento de Colecciones del Museo Reina Sofía ha optado por resaltar ese diálogo entre pintura y escultura de Miró exponiendo las obras en catorce parejas y dos tríos, resaltando así cómo el lienzo se transforma en escultura o viceversa.

Personaje delante de un paisaje, de Joan Miró

‘Personaje delante de un paisaje’

A veces es la pintura la obra creada antes; otras es la escultura la que tiene su “versión” al óleo. “Este aspecto se vincula con la voluntad de Miró de superar los fundamentos plásticos tradicionales para ir más allá del objeto-cuadro-escultura, aprehendiendo la totalidad de la experiencia creativa”. El primer tríptico muestra dos esculturas, Cabeza y pájaro (1973) y Muchacha (1967), junto al cartón, Personaje delante de un paisaje (1963), plenos de equivalencias y semejanzas.

A los catorce lienzos (de entre 1963 y 1977), la muestra le contrapone dieciséis esculturas en bronce patinado (entre 1967 y 1981). Miró exhibe en estas también esa nueva plasticidad que concibió a principios de los 60 a partir de objetos que iba encontrando, aperos de labranza, por ejemplo, que además de su referencia simbólica a la naturaleza, le permitía una identificación con su estilo pictórico.

“En escultura, con el ensamblaje de objetos encontrados, que completa con el modelado y vaciado en bronce, le permitió llevar a cabo una obra que domina las posibilidades expresivas de la escultura moderna”, explican las comisarias. Sobre todo, en esas femmes que se ven en Burgos en múltiples miradas, Mujer y pájaro (1968) o Muchacha (1973).

La muestra, que también conmemora el 30º aniversario de la muerte del pintor, incluye la proyección de dos cortometrajes singulares dentro de la filmografía dedicada al pintor, ambos obra del director catalán Pere Portabella (Figueras, Barcelona, 1929): Miró l’altre (Miró otro), de 1969, y Miró parle (Miró habla), de 1974.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.865 de Vida Nueva

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