Sí o no a la minería extractiva, he ahí el dilema

Los delegados de la pastoral de etnias de la Iglesia colombiana tratan de responder

 

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Llegaron saltando los obstáculos creados por el paro cafetero, algunos debieron entrar por trochas, más de dos horas, para llegar al lugar destinado para el encuentro anual, programado en Bogotá, por el área de etnias del Departamento de animación de la Conferencia Episcopal de Colombia. Lamentablemente otros, y muy importantes, los del Cauca, los del Pacífico sur, los del Huila y el Tolima, no pudieron llegar.

En su calidad de acompañantes de las comunidades afrodescendientes e indígenas, estuvieron analizando el problema de la minería extractiva que tanto movimiento ha provocado entre las comunidades que acompañan.

Monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria, Director Nacional de Pastoral Social, recordó algunos principios ya señalados por el papa Benedicto XVI: “la Iglesia recuerda al Estado y a las empresas mineras que es urgente llegar a conjugar la tecnología con una fuerte dimensión ética” y que hay que incentivar “la investigación y la explotación de energías limpias que preserven el patrimonio de la creación y sean inofensivas para los seres humanos”, y recalcó que éstas deben ser prioridades políticas y económicas.

Rosa Inés Florián, una dinámica mujer responsable en el Secretariado de Pastoral Social, nada menos que de la sección de Justicia y Paz, que actúa a nivel del continente acompañando programas de atención a los más desprotegidos, hizo un recorrido por el pensamiento social de la Iglesia para tratar “la problemática de los recursos naturales no renovables en América Latina y la misión de la Iglesia”. Lo que importa es el hombre y su buen vivir, el sumak kawsay, tan afín a los planes de vida de las comunidades indígenas y a los valores del Evangelio, que en definitiva lo que buscan es hacer que la vida en la tierra sea fuente de felicidad para todos.

Los delegados de las regiones fueron presentando la dramática situación social, familiar y cultural que viven las comunidades amenazadas por la minería extractiva. Si bien ésta no es una novedad en este país de las venas abiertas desde la colonia, la proliferación de proyectos multinacionales, que nada tienen que ver con la explotación artesanal a la que las comunidades estaban acostumbradas, ha provocado un cambio total en el espacio geográfico y humano en el que se desarrolla.

Los investigadores del Secretariado en Incidencia y en el Observatorio de la realidad, Fernando Herrera, y Lina Martínez, presentaron los temas de “la industria extractiva: debates actuales” y  “el sector minero energético, impactos y realidades”. Y todos los asistentes quedaron con la certeza de que este problema, por un lado, trasciende los límites de la nación y, por otro, que los indígenas, afrodescendientes y campesinos, si no se unen en redes de apoyo, terminarán siendo aplastados o triturados por la locomotora minera.

Solidaridad e interculturalidad

Por eso, la mejor manera de hacer llegar buenas noticias a estos grupos humanos será la de emplear la fuerza del Evangelio para generar solidaridad entre ellos y con el planeta tierra, tan afín a sus cosmovisiones y tan amenazado por la racionalidad que anima a las multinacionales del sistema occidental. Y tal vez hacer que se convierta en realidad ese mural que hay en algún rincón del sur de Bogotá: “el futuro está en el pasado”, tal vez para resaltar las riquezas de los pueblos ancestrales y de los valores evangélicos tan olvidados hoy.

Y como esa conexión no se puede lograr sin redes de grupos, que reconociendo sus diferencias sientan la necesidad de actuar en conjunto, y como esa evangelización no se puede hacer sin reconocer las riquezas espirituales de los grupos étnicos minoritarios, los delegados se dejaron iluminar por las acertadas reflexiones de Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga sobre la interculturalidad.

Desde este punto de vista, parece que la Constitución Nacional se quedó corta cuando declaró con tanto ímpetu que somos un país multiétnico y pluricultural. No basta reconocer que hay unas culturas al lado de otras, y tal vez, mirándose con desconfianza (la pluriculturalidad). Lo deseable es reconocer que las culturas se relacionan dinámicamente y se enriquecen en ese intercambio (la interculturalidad). Y si se quiere lograr que la pastoral sea diferencial, en esta Iglesia de esquemas un poco uniformados, hay que abrirle espacio a la interculturalidad.

Finalmente y para ser consecuentes, los delegados se dieron a la tarea de trazar planes de acción que le apunten de manera diferencial a la busqueda de atajos a la locomotora minera, para que los pueblos que acompañan puedan seguir vivos y en su sitio.

Texto: Fray Mario Toro, OFM.

Foto: CEC

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