El fundador del Grupo Mondragón podría subir a los altares
La economía alternativa del P. Arizmendiarrieta, Apóstol de la Cooperación [extracto]
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Puede parecer sorprendente, pero el origen del Grupo Mondragón, que ocupa el décimo puesto en el ranking empresarial de España (el primero en el País Vasco), está presente en 41 países (sus ventas llegan a más de 150) y cuenta con 83.000 empleados, tiene su sencillo origen en una sencilla fábrica de electrodomésticos de Vitoria comprada, hace medio siglo, por un cura.
Y, lo más sorprendente, se trata de una iniciativa en la que la mitad de sus 258 empresas –entre las que están Fagor, Lagun Aro, Caja Laboral o Eroski– son cooperativas, el 82% de sus trabajadores en el sector industrial nacional son socios propietarios (unos 30.000) y la diferencia en la escala salarial es de 1 a 6 (en muchas multinacionales el índice puede ser de 1 a 300 o 400).
Un modelo alternativo, en tiempos de crisis, que da sus frutos: el ejercicio de 2011 se cerró con 14.832 millones de euros de ingresos totales.
Pero volvamos al principio de la historia, a otro momento marcado por otra brutal crisis, aunque de distinta índole: febrero de 1941, Mondragón. A esta localidad guipuzcoana, poblada entonces por unos 8.500 habitantes que sufrían la aspereza de las llagas de la reciente Guerra Civil, llegó una mañana de invierno José María Arizmendiarrieta.
Recién ordenado sacerdote, a sus 26 años, el primer destino de este vizcaíno era ser coadjutor en la parroquia del pueblo. Nunca “ascendería” a otro cargo. Aunque, si por ascender se entiende hacer mejor la vida de quienes le rodearon, consiguió sus objetivos. Formado en el Seminario de Vitoria, pronto tuvo conciencia de la necesitad de encarnar el Evangelio en los trabajadores.
Y a eso se dedicó desde el primer día. Como consiliario local de Acción Católica que también era, contactó con muchos jóvenes y les ofreció una esperanza concreta en tiempos de miseria. En 1943 ya pudo poner en marcha la Escuela Profesional, en la que ingresaron 20 alumnos para aprender un oficio. Paralelamente, conseguía que se construyeran en el pueblo 100 viviendas económicas.
El dinamismo iba de la mano del Evangelio, a través del testimonio de un pastor de almas… y de personas. La compra de esa primera fábrica de electrodomésticos, adquirida por 400.000 pesetas de la época, desembocaría en lo que finalmente ha acabado siendo Fagor, hoy una marca líder en su sector.
La consolidación de la apuesta por la formación de los trabajadores llegó en 1962, con la creación de la Escuela Profesional Politécnica. Un embrión de lo que, a la larga, además de numerosos centros de enseñanza, acabaría siendo la Universidad de Mondragón, donde hoy se forman 9.000 alumnos.
Quien fuera su rector, Javier Retegui, describe a Vida Nueva cómo el testimonio de Arizmendiarrieta marcó su vida: “Tuve la suerte de compartir con él la experiencia cooperativa durante los últimos 15 años de su vida. Mi admiración, gratitud, amistad y cariño perduran vivos a pesar de haber transcurrido 36 años de su fallecimiento”; Arizmendarrieta murió el 29 de noviembre de 1976, con 61 años.
“Su memoria –sigue Retegui– es permanente y su magisterio es hoy más vigente. La experiencia de Mondragón me ha servido para modificar mi escala de valores. En la persona coexisten valores e intereses diferentes: los instintos humanos, el egoísmo, la cooperación comunitaria, la solidaridad… La domesticación de unos marca el estilo de vida que se desea. Con él, el esfuerzo comunitario sustentado en la solidaridad entra en el rango primero de la escala”.
La otra gran lección que Retegui aprendió fue “que el afán constructivo del trabajo nos lleva, a los creyentes, a colaborar con Dios en la obra de la Creación. El trabajo no es una maldición bíblica, sino el inmenso honor de trabajar con el Creador. Si a ese concepto unimos la esperanza, que nos impulsa a trabajar con imaginación y confianza en la consecución de objetivos ambiciosos, nos daremos cuenta del poder transformador de la persona”.
Juan Manuel Sinde, exdirectivo de Caja Laboral, también cree que hoy sigue vivo el espíritu de Arizmendiarrieta: “Su mayor éxito es haber conseguido que determinados valores empresariales y sociales por él propugnados, inspirados en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, hayan pasado a ser valores sociales comúnmente aceptados”.
Aunque una cosa diferente sea que todas empresas del mundo los apliquen, Sinde mantiene que dichos valores sí son los deseables y, además, son los que trinfan en Mondragón. Entre esos valores, “la igual dignidad de todas las personas en la empresa, cualquiera que sea la labor desarrollada; la prioridad de las necesidades colectivas sobre el interés particular; la participación en la resolución de los problemas; o una preocupación por las necesidades de la comunidad en la que se inserta la empresa”.
Todos ellos son “patrimonio común de nuestros cooperativistas, con independencia de las creencias religiosas de cada uno”.
Ante la profunda crisis del actual modelo económico, ambos entienden que el estrechar lazos no solo es lo más justo, sino también el camino más seguro. Sinde postula este modelo alternativo para el momento presente: “Una fórmula que estimula la participación de las personas fomenta también una mayor aportación de las capacidades humanas. La creatividad, la imaginación y colaboración favorecen el éxito empresarial”.
Primacía de la persona
Retegui profundiza en el espíritu de este cambio de paradigma, que puede mejorar la vida de muchas personas en todo el mundo: “Arizmendiarrieta impulsó una radical transformación del modelo de empresa sustentada en la primacía de la persona, dándole al capital una función subordinada controlada por el trabajo. Hoy, por contra, parece que la economía de mercado no tiene sustituto, apareciendo el capital como dueño y señor de la actividad económica. La sociedad actual no puede ser un simple factor de producción que, como las materias primas o la maquinaria, se contrata y suprime sin otra consideración. La mayoría de edad del trabajo supone su plena implicación en la actividad económica. A la democracia política es preciso añadirle la democracia económica”.
Las diferencias también se aprecian en el modo de combatir la crisis. Para evitar despidos, se aceptan reducciones de ingresos. La clave, para Sinde, es “la transparencia informativa practicada de forma sistemática durante muchos años, lo que da credibilidad a las explicaciones de los dirigentes. Se da un diálogo en base a una razonable confianza mutua y no desde la sospecha”.
También están “los Fondos de Solidaridad, vigentes en tiempos de bonanza, y la posibilidad de realizar traslados de trabajadores de las cooperativas con más problemas a otras con expectativas mejores”.
El testimonio de fe de Arizmendiarrieta hace que ambos formen parte activa de su causa de beatificación, ya en marcha. Sinde, secretario de la misma, reconoce que, por su humildad, “nuestro Apóstol de la Cooperación nunca hubiera aceptado esta causa como algo personal, sino, en todo caso, como instrumento para ayudar a difundir los valores por los que vivió toda su vida de sacerdote”.
El que este 2012 haya sido declarado Año Internacional de la Cooperación muestra que estos principios van mucho más allá de la utopía.
Significativos apoyos en Roma
La causa de beatificación de Arizmendiarrieta avanza a buen ritmo. Superada la fase diocesana, ha sido trasladada al Vaticano, donde será analizada por la Congregación para las Causas de los Santos.
Pero, a expensas de conocer su destino, lo que está claro es que la Experiencia Cooperativa de Mondragón es muy valorada en Roma. De hecho, en el reciente Sínodo sobre la Nueva Evangelización, el cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, la expuso como modelo en su ponencia. Además, la biografía de Arizmendiarrieta se repartió entre todos los padres sinodales.
Por las mismas fechas, los días 15 y 16 de octubre, se organizaron unas jornadas en distintas instancias eclesiales romanas para profundizar en el modelo representado por el Grupo Mondragón y en la figura de su fundador. A las mismas acudieron personalidades eclesiales como el propio Turkson; el cardenal Antonio Cañizares; el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla; o el titular de Valladolid, Ricardo Blázquez. Todos alabaron las virtudes extraordinarias del llamado Apóstol de la Cooperación.
En el nº 2.824 de Vida Nueva.