JOSÉ LUIS PALACIOS | En la Red Íncola, de Valladolid, que lleva desde la década de los años 90 volcada en la atención a inmigrantes y personas sin hogar, se encuentra un numeroso grupo de creyentes. Hoy son diez entidades (congregaciones religiosas, más el Teléfono de la Esperanza) las que integran la asociación y la fundación del mismo nombre. Ahora cuentan con más de 400 voluntarios que participan en sus diferentes programas durante todo el año.
El 1 de junio, la Red Íncola, junto con otras asociaciones, volvió a convocar un nuevo Círculo de Silencio, una protesta callada pero bien visible en pleno centro de la ciudad, iniciativa importada de los católicos franceses, en este caso contra la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes. [EDITORIAL: Cuidar a los migrantes]
Esta red de grupos ofrece acogida, acompañamiento y a veces hasta refugio a personas sin recursos especialmente vulnerables. Si bien la financiación pública ha disminuido notablemente, han crecido las aportaciones privadas, tanto de instituciones eclesiales como de católicos de a pie, lo que le hace exclamar al franciscano José María Lucas, actual coordinador, que, “afortunadamente, hemos podido mantener la atención tanto en calidad como en cantidad y contamos con recursos propios de las entidades religiosas que respaldan la asociación y de otras congregaciones y grupos que nos apoyan”.
En el nº 2.809 de Vida Nueva.
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