+ AMADEO RODRÍGUEZ MAGRO | Obispo de Plasencia
“Es necesario que Dios se haga el encontradizo al navegar por Internet, que también en la Red se le pueda ver y escuchar con el lenguaje que a un ser humano del futuro pueda interesar…”.
Aunque en muy pocos años será más común, emerge un nuevo modelo de ser humano, al que llaman “nativo digital”. El mundo llegará por Internet a la mente y quizás también el corazón de los niños y jóvenes de la aldea global. Estos tendrán una cosmovisión muy diferente a la que tenemos los que nos hemos criado en las instancias habituales: familia, escuela, parroquia.
Los modelos de vida y los criterios serán planetarios, y esto hará que el mundo más cercano, el de la cultura que nos rodea, con su historia, usos y costumbres, quede relativizado, como ya sucede; pues esto no es ciencia ficción.
Seguramente, los que habiten ese mundo virtual se harán otras preguntas y se moverán por otros intereses, aunque sean nuestros hijos. Sus modelos de vida tampoco serán los nuestros. La distancia entre nuestro mundo y el suyo será cada vez mayor. Sin embargo, hemos de ayudarles a conocer nuestras raíces más profundas, nuestras verdades esenciales y hemos de invitarles a encontrar lo que quizás no puedan descubrir en el mundo por el que se mueven. También ellos han de tener la oportunidad de encontrarse con Dios.
Es necesario que Dios se haga el encontradizo al navegar por Internet, que también en la Red se le pueda ver y escuchar con el lenguaje que a un ser humano del futuro pueda interesar. Pero no nos hagamos ilusiones, la pedagogía que utilicemos en el futuro va a necesitar los recursos de siempre: amor, cercanía, gratuidad, libertad, disciplina, verdad.
Y eso solo se podrá encontrar en padres, maestros y sacerdotes que estén dispuestos a ser verdaderos educadores, que sean testigos de vida en el cálido contacto personal, ese que nunca una máquina podrá dar. Pero, eso sí, habrán de amar no al niño o al joven que yo “aíslo” de su mundo o “domino” en el mío, sino al libre “nativo digital”.
En el nº 2.791 de Vida Nueva
