Las “Pequeñas Voces” de Jairo Carrillo

Su nombre me sonó familiar cuando supe de un colombiano que había realizado una película a partir de las voces y dibujos de niños víctimas del desplazamiento. Observé la imagen promocional y vi la cara de los realizadores. Se trataba del mismo Jairo Carrillo con quien habíamos empezado a estudiar Comunicación Social-periodismo en La Sabana en un primer semestre de 1989, apenas si haríamos algunos trabajos en grupo y lecturas de montañas de fotocopias. Ambos cambiamos de facultad y tomamos rumbo distinto y convergente a la vez.

Hace unas semanas llegó la invitación a quienes escriben de cine para ver “Pequeñas Voces” la película. Allí nos encontramos nuevamente. Su pinta era la misma de aquel estudiante de principios de los noventa. Después de cursar su carrera de comunicación se dedicó a la docencia, viajó al Reino Unido, siguió enseñando e hizo una maestría en animación digital. Pero después de vivir ocho años en Inglaterra las “pequeñas voces” de millones de niños colombianos, lo hicieron regresar para contar su historia. Locuaz y divertido, casi habla como un chico.
¿Por qué el tema de la niñez parece recurrente en su trayecto?
Creo que es muy importante escuchar la voz y sabiduría de los niños, en su inocencia dicen las cosas y la realidad como les aparece y sin influencia… cuentan las cosas, preguntan… todo mi trabajo, incluso en mi tesis, estuve utilizando los dibujos de los niños; hice un cortometraje llamado “Hospital” sobre cómo veían los niños la enfermedad. Después hicimos Pequeñas Voces el corto en el 2003 y finalmente sacamos Pequeñas Voces el largometraje… pero por eso mismo, me parece que esos dibujos y las ilustraciones tienen una verdad que uno no puede negar.
¿Es un tema de siempre?
Sí, desde muy temprano. Hice una maestría en animación después de estudiar comunicación, incluso en televisión traté de hacer programas para niños… nunca salieron… pero siempre estuve interesado sobre cómo los niños ven el mundo… y en esa maestría lo que hice fue utilizando los dibujos, haciendo animación y por esa vía uno se acerca. Otra razón puede ser a través de mi madre quien jugaba mucho con nosotros de pequeños. Creo que es importante no perder eso siendo adulto y cuando hago animación me siento como jugando. Mira, me visto como niño (exhibe su chaqueta de Batman) Sí, un niño de cuarenta… ¡Cuarenta y dos! (risas). Siempre hago animación y… mira, (muestra sus tenis) hasta uso “Converse” (risotadas). Es eso, creo que es muy importante, la comunicación con los niños para mí es muy fluida.
¿Cuál es la historia detrás de la película, cómo surgió la idea?
Estaba viviendo en Inglaterra y enseñaba a niños a hacer animación… y a partir de eso pensé, si le estoy enseñando animación a niños de Inglaterra, sería interesante escuchar a niños colombianos que han vivido el conflicto y saber cómo lo perciben. Entonces vine a Colombia en el 2000 a hacer las primeras entrevistas, ahí surgió el cortometraje, pero era como escuchar esas voces que muchas veces no son escuchadas y cómo ven todo lo que nos pasa.
¿Cómo logró el contacto con los niños víctimas de la guerra?
Desgraciadamente uno va a cualquier colegio en Ciudad Bolívar en Bogotá y uno dice: “necesito reunirme con niños desplazados” y aparecen cursos enteros. No fue difícil conseguir estos niños, en Agua Blanca en Cali o las comunas de Medellín, allá están los niños.  Son muchísimos… No fue necesario trabajar con ninguna ONG para eso.
¿Cómo fue el trabajo de hacer que contaran toda una historia de su caso?
A partir de haber entrevistado a 120 niños, escogimos cuatro historias que eran importantes dramáticamente, que no las contaban en un solo hecho, si no que eran narradas en detalle y con fluidez. De modo que no fue tan difícil. Muchas veces en el proceso, le decía al niño “bueno, dibújanos por qué estás aquí”. Ellos dibujaba… y luego le pedíamos: “ahora explícanos el dibujo”, ahí empezaban a contar las cosas y no fue traumático sacarles información porque ellos empezaban a contar y a contar. Tuve sí que eliminar mi voz y expresiones de sorpresa.
¿Ellos dibujaban en serie todo su relato?
No, un niño podía hacer hasta cuatro dibujos o cinco dibujos, y después nosotros tomábamos dibujos de todos aunque la historia de éste o aquel no fuera tan importante… pero el niño dibujaba un árbol, un área, en fin.
Fueron más dibujos que historias …
Más de 500 niños hicieron cerca de cuatro mil dibujos basados en un relato. Fueron más de tres meses de trabajo en talleres diarios. Eso sirvió de insumo para la película.
¿Cómo fue el proceso de digitalización de esos dibujos?
Por ejemplo, si los niños dibujaban casas nosotros creábamos un pueblo, si dibujaban arboles, entonces cogíamos los arboles y creábamos el bosque… o por ejemplo en la historia había una chiva, entonces les pedíamos dibujar chivas, nosotros componíamos todo basados en la historia. Yo ya había trabajado con los dibujos de los niños, en toda mi tesis fue eso, entonces el proceso lo tenía claro, hicimos el corto Pequeñas Voces y sabía cómo lo quería.. pero con el codirector Óscar Andrade se empezó a formular todo para hacer un trabajo a gran escala. Hacer una animación es toda una quijotada. Nos demoramos seis años produciendo todo. ¡Pero Toy Story se demora cinco años, ellos con toda la plata del mundo y Disney! ¡Imagínate!
¿Por qué un realizador con opciones de abordar temas distintos aborda niñez en el conflicto, es más vendedor el tema?
No, incluso ni siquiera es vendedor. Mira que yo he trabajado en la codirección de películas como “Muertos de susto” que es con Alerta y Don Jediondo y “Dios los junta y ellos se separan”. Proyectos sí más comerciales. Este proyecto fue algo más personal, que uno lo hace no por la taquilla, uno lo hace porque en mi caso pienso que el país sí necesita escuchar estas voces. Con los otros proyectos no tuvimos obstáculo de sacar la película porque eran un hit desde el principio. Pero mira que un proyecto que se demora más de 10 años en hacerlo y que económicamente no es taquillero es más bien algo que uno siente como autor que no es comercial, pero que sí es importante contarlo. En tal caso habría hecho un superhéroe, habría cogido a Polilla o algo así, eso sí es comercial, pero no le llena a uno el alma como esto.
¿Es más fácil obtener financiación para denunciar a través de un relato audiovisual una tragedia nacional que una producción de entretenimiento?
Es mucho más fácil levantar recursos privados si tenemos a Alerta y a Don Jediondo. Ayudarían más porque es comedia y nadie piensa. Pero en un tema de estos es mucho más difícil porque a la mayoría de empresas no les gusta comprometerse políticamente. Una gran marca no se metería en esto, sí en una comedia. Todo lo que hemos recibido en ayudas ha sido no tanto por el tema sino por la cinematografía, todos los premios que hemos ganado han sido porque cinematográficamente es un producto interesante. Ninguna ONG, la única y eso para la premier fue ACNUR, antes de eso ninguna.
¿Quienes apadrinaron la realización?
El Fondo Cinematográfico, el Tribeca Films, el Film Foundation y otros de la misma naturaleza; ninguna organización social fue promotora del cine.
Organizaciones de cine por el cine
Así es, por poder contar algo diferente.. pero siento que sería interesante que se recaudaran fondos con estos proyectos; por ejemplo en Inglaterra hay organizaciones como Children of the Andes que entregan acá recursos, ellos recogían dinero presentando el corto. Siento que esto puede ayudar a recoger muchos más fondos. El próximo año estoy seguro que habrá agencias que dirán mostremos la película para recoger fondos y en eso cumpliría una función social.
¿Qué otras expectativas tiene con la película?
Me gustaría que el gobierno lo tomara como un producto educativo y que esa película pudieran verla otros niños, con cartillas, porque se puede mostrar una película pero si no hay un proceso de educación no funciona, entonces, la idea podría ser que la coja una ONG y la distribuya gratis y que haya cartillas, en fin. Es que el niño desplazado sufre mucho, primero todo lo que le pasa antes de salir, pero cuando llega a una comunidad urbana tan grande como lo es la ciudad, los otros niños rechazan al niño desplazado porque dicen: “usted se vino de allá, lo están persiguiendo es porque hizo algo malo, usted es de la guerrilla, es paramilitar, es sapo, usted hizo algo malo.. y ahora llega y le quita el puesto a mi hermanita o le quita el puesto a mi papá…”. Esto (la película) provocaría el entendimiento de que el desplazado no es malo, que por supuesto está aquí por algo pero no es malo. Por eso me gustaría que esto se tomara con cartillas.
¿Habrá nuevas historias con perspectiva similar?
La próxima película que estoy haciendo será cómo ven los niños la ciudad, cómo los acoge o rechaza. También es en 3D y como utilizo un lenguaje para niños, empleo en esta marionetas, títeres bocones como los de Plaza Sésamo. Ya nos ganamos un apoyo del Fondo de Desarrollo Cinematográfico para producirlo, estamos en la preproducción.
¿Por qué no se quedó en Inglaterra haciendo cine, habiendo obtenido la residencia?
Es interesante que después de eso… uno cuando está viviendo fuera del país, lo siente mucho más fuerte, se sensibiliza más por el país… y yo decidí regresar porque quería hacer esta película, hacerla en Inglaterra resulta casi imposible por costos. La historia es cien por ciento colombiana, quería contratar a gente colombiana, era el requisito porque un colombiano que anime una “chiva” colombiana, es más sensible que un inglés, de Pixar animando la misma chiva o que anime un campesino; eso solo lo entiende un colombiano… ni siquiera animar un transmilenio, porque seguramente un inglés lo haría con todo el mundo sentado. El colombiano lo hará con el bus repleto, con todo el mundo apretujado como lo ha vivido. Fui muy específico en que todo en la película fuera colombiano y así fue, no hay extranjeros en la película. La exhibimos en el Festival de Venecia… allí hicimos la premiere.
Sonando la película afuera, sonaría mejor aquí…
Sí, la presentamos inicialmente en Venecia, y de ahí empezó a mostrarse en toda Europa y ahora mismo se exhibe en el Lincoln Center de New York para darle fuerza. Es una película muy sui-géneris porque es animación para niños de siete años en adelante y para adultos.
¿Está bien identificado el público hacia el que se dirige?
La hice pensando mucho en que fuera un producto primero para gente muy joven, preadolescentes y adolescentes. Le quité muchas cosas que eran muy fuertes y que me hubieran podido censurar.
¿Los niños contaron más cosas de las que se ve en la película?
Claro que sí, es que el horror de la guerra es el horror de la guerra y yo suavicé la película para que se utilizara también pedagógicamente. Entre otras cosas hay mucha más violencia en los videojuegos en donde colocan y matan a todo el mundo, pero acá, la hicimos pensando también que es importante que los niños de aquí se sensibilicen, más si viven en un medio privilegiado; que generen empatía porque si no buscamos sensibilización y empatía, este país no se arregla y creo que esto es posible con educación y a largo plazo. Pero mira que hay una vaina que aprendí mucho haciendo la película y es el perdón. Este país lo que necesita es perdón; los niños le enseñan a uno a perdonar. Un niño que es verdaderamente afectado (se refiere a una escena de la historia) el que dice: “a mí no me importa quién me hizo esto… yo no le echo la culpa a nadie y hay que seguir adelante”, eso fue lo que me impresionó. A usted le hacen algo mal en el trabajo y se empecina, pero este niño que pierde un brazo y una pierna por un artefacto asume otra actitud.
El ámbito pedagógico lo apasiona…
Yo soy profesor, dicto animación en Los Andes, y creo que la única forma de solucionar estas vainas es educando a la gente. Fuera de ser cineasta, porque el cine no da plata (ríe..), llevo como 15 años siendo profesor. En Inglaterra trabajé en varias universidades y aquí llevo 5 años en Los Andes. VNC

Compartir