Monseñor Rubén Salazar

Tres responsabilidades y un solo hombre

Maratónico ha de considerarse el ritmo de trabajo que lleva actualmente monseñor Rubén Salazar en el desarrollo de sus funciones como presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, arzobispo de Bogotá y de un tiempo hacia acá como vicepresidente del CELAM.

El viernes 8 de julio concluyó la XCVI Asamblea general de obispos, luego de presidir, coordinar, dialogar, firmar y responder durante casi toda la semana un rosario de preguntas planteadas por la acostumbrada nube de periodistas, que le aguardaron siempre impacientes a la entrada. Apenas si tuvo tiempo -sábado, domingo y lunes- para preparar en su calidad de vicepresidente, otra asamblea de coordinación y programación temática de trabajo con el CELAM que se inició el martes 12 de julio con 40 obispos procedentes de toda América Latina. Otro volumen de trabajo le aguarda en la Arquidiócesis de Bogotá en donde la realidad como él mismo la califica es “bastante amplia y compleja”. Pese a todo, maneja el tiempo con la precisión del caso y habló con la serenidad que le caracteriza para Vida Nueva Colombia.

¿Qué conclusiones saca de la asamblea que concluyó, monseñor?
Esta era una asamblea muy particular, porque no tenía un tema específico, era una asamblea evaluativa y prospectiva y que contemplaba la elección de los nuevos dignatarios. Se constató que indudablemente hemos dado pasos importantes sobre todo en las asambleas temáticas llevadas a cabo, que han tenido siempre como eje fundamental el cómo llevar hoy el evangelio a la realidad que vivimos y se evaluó muy positivamente todo el esfuerzo hecho en los últimos años para tratar de reestructurar adecuadamente la marcha misma de la Conferencia Episcopal. En la prospección se eligieron algunos temas especiales, que van a ser como los grandes énfasis en los cuales vamos a trabajar en este trienio que empieza. Esos énfasis van indudablemente por la línea de luchar por llevar el Evangelio a los ambientes más difíciles y a veces refractarios, a los ambientes que están expresando la naturaleza moderna de la sociedad en que vivimos, ese va a ser un tema prioritario, la nueva evangelización, también lo será todo el trabajo por la dignidad, el respeto de la persona humana. Estamos convencidos que si no se logra un respeto fundamental a la dignidad de la persona, indudablemente que nunca vamos a lograr crear en Colombia una sociedad justa, fraterna y en paz. Otras líneas van en dirección a implementar aun más la comprensión de la palabra de Dios, la difusión de la sagrada escritura, la catequesis, la vivencia de la liturgia, es decir, temas más internos en lo eclesial.

¿Qué tan avanzado va el documento con las líneas de acción general para la paz que piensan poner en práctica en las jurisdicciones?
Es un proceso que iniciamos prácticamente desde que empezamos a hablar de la realidad del país y a mirarla con ojos de pastores y de ver cómo se puede incidir para lograr una transformación profunda de la sociedad, pero que se concretó a partir de la asamblea de febrero. Allí, a través de conferencias, paneles y trabajos en grupo se empezó como a tomar el pulso de la realidad del conflicto social y del conflicto armado que vive y ha vivido el país durante tantos años, para tratar de encontrar como las grandes líneas de trabajo y en esta asamblea se le dedicó un espacio de tiempo precisamente para tratar de concretar más las líneas de acción, es decir, los grandes derroteros, cada uno de acuerdo con las circunstancias concretas que vive su región en el campo de la paz y aun cuando el trabajo sigue porque hay que recoger toda la labor de grupos de esta asamblea. Hay tres grandes líneas de trabajo. La primera va en el tema de la educación y en esto la Iglesia reconoce que es una de sus primeras tareas, educar para la convivencia pacífica, para la fraternidad, para la resolución de conflictos, para la democracia, para la participación activa en la vida social y en el respeto profundo de los derechos humanos y abrir prospectivas cada vez mejores para todo lo referente a la implementación del cumplimiento de los derechos y de los deberes. La segunda gran línea es la que va en el sentido de iluminar con la luz del evangelio y de la doctrina social de la Iglesia las grandes realidades sociales, iluminar todos los procesos de construcción de una sociedad justa y solidaria. La tercera línea va en el sentido de crear un ámbito propicio para la resolución del conflicto armado… tratando de facilitar un ambiente de diálogo y de concertación.

¿Se hizo evidente la preocupación por la coyuntura electoral de octubre; hasta dónde va a llegar esa especie de monitoreo de la Iglesia?
Nosotros emitimos un comunicado en la línea de pedirles a los obispos que estén muy atentos para que se viva un proceso electoral limpio, honesto… Que por tanto se conviertan en grandes veedores a evitar todo tipo de fraude y manipulación y que se tome una conciencia cada vez mayor de la gran responsabilidad en la elección de mandatarios porque sabemos perfectamente en esta elección de mandatarios en el nivel municipal y departamental quiénes son los que tienen la sartén por el mango, es decir, los que toman las decisiones más directas en la comunidad; entonces la elección de dignatarios de este nivel tiene una importancia fundamental para el futuro del país y en este momento se presentan retos muy grandes como es la reconstrucción del país después de la ola invernal, lograr que el desarrollo llegue a los últimos rincones de la patria, y por tanto, se luche contra la pobreza, se tomen las medidas adecuadas para suprimir la inequidad, para que halla verdaderos programas de desarrollo integral… o sea, es todo un conjunto de realidades que merecen una atención profunda.

¿Qué tareas o prioridades enfrenta ahora mismo como presidente de la CEC?
Tenemos que seguir adelante con lo que ya se está haciendo, lograr que los temas tratados en las asambleas plenarias del último trienio vayan todos alrededor de la nueva evangelización; un tema sumamente importante para la Iglesia en el mundo entero porque como usted sabe el Papa Benedicto XVI convocó el sínodo de los obispos para el año entrante sobre este tema porque en este momento es vital para la Iglesia, entonces tenemos que priorizarlo también en el análisis de nuestras asambleas plenarias en todo el trabajo que hagamos. Igualmente, sigue adelante la estructuración de la conferencia episcopal para hacer un organismo verdaderamente útil, de apoyo a los obispos en la tarea de la Iglesia, ya que no siempre es fácil lograr que a través de la conferencia episcopal se le pueda brindar un apoyo efectivo a los obispos.

¿En lo específico, qué efectos se buscan con los cambios?
La idea fundamental es que hay tres temas centrales que son el de la comunión, el tema de la evangelización y el tema de la incidencia en lo social. Dios nos hace hijos suyos, cristianos para que vivamos la comunión, la vida que él nos ofrece, esto lo realizamos en la Iglesia… pero la Iglesia es la encargada de llevar la comunión a los demás, por tanto, de esa comunión nace la necesidad de transmitir la fe, de llevar el Evangelio a los demás y ese Evangelio tiene que incidir en la vida social, no solo en la vida particular de las personas y por eso son como tres grandes líneas de trabajo, la convivencia de la comunión eclesial, de la comunión que nace de la presencia de Dios en el corazón de cada uno de nosotros y que nos congrega como miembros de su Iglesia, de la vivencia de esa fe que debe transmitirse, llevarse a los demás y encontrar cada vez más los mecanismos necesarios para incidir en la sociedad. Entonces esos tres temas son como el núcleo fundamental que tiene que mover la estructuración de la CEC para que pueda servir de apoyo en todos estos campos.

¿Qué tareas tiene por delante como arzobispo de Bogotá?
Estamos en el avance de un plan de evangelización, avanzamos poco a poco, no es fácil porque la realidad de la Arquidiócesis de Bogotá es una realidad sumamente compleja, una realidad demasiado amplia… y si Dios lo permite, vamos a tratar de descubrir en esa realidad como está actuando Él, cómo nos está salvando y qué es lo que nos pide… y por tanto respondiendo a esa realidad seremos capaces de seguir adelante, sirviendo verdaderamente al pueblo de Dios llevándole el Evangelio.

¿Hablando de realidades monseñor, la responsabilidad del camino a Monserrate, cuándo se reabre?
Calculamos que hacia octubre de este año. Estamos en eso, los trabajos eran de una profundidad impresionante, sumamente complejos; era hacer un camino seguro para los peregrinos y eso implicaba todo un problema de tratar las aguas, hacer desagues, muros de contención, respetar la naturaleza al mismo tiempo… pero ya se están realizando los trabajos.
Desde hace un tiempo el Distrito dijo que había terminado lo suyo.
Sí, es que a nosotros nos tocaba la parte última, la más difícil por ser la parte más empinada del camino y que tenía mayores problemas desde el punto de vista ambiental.

Como vicepresidente del CELAM, ¿qué tareas tiene pendientes?
Estoy empezando. Precisamente he tenido toda la semana para asumir lo que es la reunión de coordinación, que es la reunión de la presidencia del CELAM con los presidentes de departamentos y los obispos que forman parte de esos departamentos. Nos reunimos 40 obispos para tratar cómo vamos a implementar este cuatrienio, las grandes prioridades de la evangelización. Fundamentalmente es un trabajo de equipo, en el CELAM se maneja mucho el concepto de presidencia más que presidente y ese es un equipo de cinco personas, en donde están el presidente, los dos vicepresidentes, el secretario general y el presidente del comité económico… esos cinco obispos forman un equipo como si fuera una sola persona y alrededor de ellos se mueven los obispos presidentes de los siete departamentos y en cada departamento hay un equipo de cuatro obispos que apoyan la labor del presidente.

¿A qué hora va a adelantar todo el trabajo que tiene?
No lo sé… el Señor me dará el tiempo necesario… y yo por mi parte deberé organizarme muy bien para manejar mi tiempo. VNC
TEXTO: JIMMY ESCOBAR G.
FOTOS: CEC,  GREENERY, VNC

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